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El supermercado del misil

Desde 1909, el Salón Aeronáutico de París expone cada dos años toda la parafernalia mundial de armas

Carlos Yárnoz

Un militar israelí que viaja con nombre supuesto explica las grandes ventajas de los miniaviones no tripulados, fabricados por la empresa Mazlat, que en 1982 permitieron a los hebreos destruir las baterías antiaéreas sirias en el valle de la Bekaa (Líbano). Un técnico de British Aerospace distribuye. información sobre los aviones argentinos derribados con misiles Rapier en la guerra de las Malvinas. A través de un vídeo, los curiosos observan, cómo un helicóptero Agusta pulveriza con un misil un carro de combate, mientras suena La Walkiria, de Wagner. Es Le Bourget, el Salón Aeronáutico de París, que cada dos años reúne a los señores de la guerra en los 200.000 metros cuadrados repletos de máquinas ideadas para la destrucción. Es el supermercado del misil y del bombardero.

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"Nuestros equipos han sido probados en el campo de batalla". Esta simple y demoledora frase, pronunciada por un expositor israelí, explica el motivo por el que, como en ediciones anteriores, las representaciones israelíes -25 empresas este año- han tenido uno de los mayores éxitos del salón parisiense, el de mayor interés para los profesionales relacionados con el mundo del armamento. A la amplia lista de países de ambos bloques participantes habitualmente en el salón se han incorporado este año la República Popular China, Dinamarca, India y Chile.El Show Aéreo de París, nombre por el que también es conocido el Salón Internacional de la Aeronáutica y del Espacio, fue inaugurado el pasado día 30 de mayo por el propio François Mitterrand, presidente de Francia. La clausura de este 36º salón está prevista para hoy, y se estima que a lo largo de estos 11 días habrán visitado la feria más de 700.000 personas, de las que alrededor de 150.000 han sido profesionales -militares, representantes, técnicos o intermediarios- en el argot de Le Bourget. Más de 1.000 sociedades públicas y privadas de 34 países han expuesto este año sus productos, incluidos los 250 aviones y helicópteros, tanto civiles como militares, que, uno a uno y cada 10 minutos, realizan diariamente. una exhibición aérea sobre la pista del antiguo aeropuerto parisiense de Le Bourget.

En los 60.000 metros cuadrados de superficie Cubierta existente en el recinto, todos ellos enmoquetados y con una iluminación perfecta, se amontonan miles de maquetas de misiles, motores auténticos de aviones o helicópteros, bombas de todo tipo con amplios folletos explicativos de su funcionamiento, sistemas de radar para fines civiles y militares, vídeos con ejercicios reales de misiles antiaéreos que destrozan aeronaves en pleno vue lo o torpedos que permiten ver sus tripas a los admiradores.

En cada una de las zonas alquiladas por las diferentes firmas, los hombres y mujeres encargados de las mismas atienden con exquisita amabilidad a todo aquel que se interese por el más mínimo detalle de los productos que se anuncian. Si el posible cliente es una persona distinguida, no saldrá de allí sin algún caro bolígrafo, una cazadora deportiva, unas gafas de sol o una cartera de piel. Si además se trata de un militar de elevada graduación, será invitado a pasar a la zona privada del correspondiente pabellón, donde le explicarán aquellos detalles delicados o reservados del sistema en cuestión. Incluso es muy probable que sea invitado a almorzar en uno de los 140 chalés prefabricados existentes junto a la pista del aeropuerto y que se alquilan por módulos. Cada módulo, que tiene 72 metros cuadrados, se alquila por 72.000 francos (cerca de 1,4 millones de pesetas).

En los 142.000 metros cuadrados al aire libre se exhibe desde el cohete espacial europeo Arianne, en tamaño natural, hasta el último modelo de ultraligero, pasando por avanzados aviones de comba-

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te como el francés Mirage 2.000, los estadounidenses F-16 y Harrier 2 o el italo-germano-británico Tornado, todos ellos acompañados de la variada panoplia de misiles, bombas o cañones que pueden portar.También figuran en la explanada numerosos aviones de transporte civil, como el Concorde o el Airbus, lanzadores de misiles antiaéreos Roland, aparatos para vuelo sin motor o diversos radar portátiles en funcionamiento.

Pero, como en todas las ediciones, en Le Bourget hubo este año unas estrellas destacadas de obligada visita para los asistentes al show. En primer lugar, el avión soviético de transporte militar Antonov 124 (AN-124), cuyo peso máximo con carga puede llegar a las 450 toneladas. El AN-124, casi idéntico al estadounidense Galaxy -considerado hasta ahora el mayor del mundo-, tiene 24 ruedas en su tren de aterrizaje y su envergadura es de 64 metros. Como el Galaxy es capaz de levantar todo el morro del aparato para permitir la entra da de carga por delante. Junto al Antonov también estaba el helicóptero soviético MI-26, considerado el más grande del mundo con sólo un grupo de aspas.

Como segunda estrella, aunque la primera en cuanto a novedad, figuraba, dentro de una gran cabina de plástico transparente, una maqueta a tamaño natural del avión experimental X-29, desarrollado por la firma estadounidense Grumman. El aparato, concebido como avión de combate táctico, voló por primera vez el 14 de diciembre del pasado año en la base de Edwards (California) y podrá estar operativo en 1987.

La estrella soviética

La mayor novedad del X-29, que reúne todas las más avanzadas tecnologías en el terreno aeronáutico, reside en la configuración de sus alas, ya que las tiene invertidas con respecto a los actuales aviones de combate. Hacia la mitad del avión, de 14,6 metros, tiene unas pequeñas alas, y ya cerca del motor tiene las alas grandes, dispuestas hacia adelante.

Como puro espectáculo, sin embargo, la máxima atracción de este año en Le Bourget ha sido una maqueta de cristal, a tamaño natural, del Mirage 2.000. Cada 15 minutos, en un recinto especial instala do por la firma francesa Grupo de Industrias Francesas Aeronáuticas y Espaciales (GIFAS), se iniciaba un espectáculo de luz y sonido presidido por la maqueta de cristal, que dejaba a la vista todos los sistemas electrónicos y mecánicos del avión. Por eso era éste uno de los escasos lugares donde están prohibidas las fotograflas.

La tradicional pugna comercial y tecnológica entre Europa y EE UU queda patente en todas las ediciones de Le Bourget. Todas los días, por ejemplo, han sido comparadas entre los expertos las exhibiciones acrobáticas del Mirage 2.000 y del F-16, mientras en el pabellón del Centro de Estudios Espaciales de Francia se comparaban con gráficos las posibles ventajas del vehículo espacial europeo Hermes, que será operativo n 1995, sobre el transbordador espacial estadounidense.

EE UU, contra Europa

Las pugnas no son sólo intercontinentales, porque el propio ministro de Defensa alemán, Manfred Wörner, expresó su disgusto por el hecho de que en Le Bourget sólo se expusieran los proyectos de Francia y Reino Unido sobre el futuro avión de combate, cuando en el programa también colaboran España, Italia y la República Federal de Alemania.

Le Bourget, como coinciden todos los expositores consultados, no es el lugar adecuado para firmar contratos de compra-venta, pero sí para tomar contacto con los posibles clientes. Sin embargo, también resulta el lugar idóneo para que la competencia se informe sobre los objetivos de una determinada firma o para que un militar que prefiere pasar desapercibido conozca las cualidades de un sistema concreto. Por eso, el salón, como asegura un expositor español, es el lugar donde se manejan con absoluta naturalidad tarjetas de presentación falsas.

Otros no pueden pasar desapercibidos. Se trata de ministros de Defensa, como el de la República Federal de Alemania, jefes de estados mayores o propietarios de grandes multinacionales, que diariamente visitan las instalaciones acompañados de amplios dispositivos de seguridad. En esta edición se registraron numerosas amenazas euroterroristas. El pasado domingo un grupo de pacifistas se encadenó dentro del salón, y la policía hizo estallar un paquete sospechoso depositado junto a un avión yugoslavo. En los pabellones de Israel o EE UU los visitantes son sometidos a detectores de metales antes de entrar.

Los grupos pacifistas han recordado este año que el Gobierno prometió que en París no se exhibirían armas ofensivas. Un dato significativo de lo que ocurre en Le Bourget, sin embargo, es ya el hecho de que esté prohibida la entrada a menores de 18 años.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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