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Rosas y museos para la primera dama

La esposa del presidente de México, Paloma Cordero, tiene previsto un intenso programa cultural paralelo a la visita política de su marido, Miguel de la Madrid, durante su primera estancia oficial en España. Su recorrido por Sevilla, Madrid y Barcelona será bastante más discreto para el protocolo español que el de su predecesora, Carmen Romano de López Portillo, quien se hizo acompañar en todas las ciudades que visitó por un piano de cola.Mucho más discreta que su predecesora y con mayores inquietudes culturales, Paloma Cordero tiene previsto visitar el Museo del Prado de Madrid, los sitios turísticos de Sitges y Can Ferrat, el Museo Romántico de Barcelona, y los Jardines de Cecilío Rodríguez y la Rosaleda del Retiro, de Madrid, donde, en compañía del alcalde, Enrique Tierno, presidirá el jurado del XXX Concurso Internacional de Rosas Nuevas.

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Símbolo del 'cambio'

El protocolo mexicano ha querido simbolizar el cambio respecto a la presidencia de López Portillo dando al programa de Miguel de la Madrid un dinámico aire ejecutivo. De la Madrid no tiene prácticamente prevista ninguna visita privada, y pasará buena parte de su tiempo, al margen de sus contactos políticos, reuniéndose con financieros y hombres de negocios españoles en Madrid y Barcelona.

Al contrario que su predecesor, Miguel de la Madrid no hablará ante el Pleno de las Cortes españolas, el máximo distingo protocolario que España tiene para con sus huéspedes oficiales más relevantes. Desde el comienzo de la transición democrática española hasta hoy, sólo José López Portillo y el actual presidente argentino, Raúl Alfonsín, se dirigieron en el hemiciclo a los diputados.

En cambio, Miguel de la Madrid asistirá el próximo lunes a un acto parlamentario en la sala internacional del Congreso de los Diputados, pero no hablará en el hemiciclo. Según fuentes diplomáticas españolas, este distingo protocolario desfavorable en comparación con el que recibió su predecesor se debe a que las relaciones entre México y España son ya normales y no hay que conmemorarlas del mismo modo que se hizo durante la visita de López Portillo en 1977, que marcó el fin de las cuatro décadas en que ambos países permanecieron sin relaciones diplomáticas.

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