EE UU incluye la intervención militar entre las medidas extremas contra Nicaragua
El presidente Ronald Reagan vuelve hoy a la carga en el Congreso en un, nuevo intento de conseguir ayuda para los contra, mientras la posibilidad de una intervención militar directa en Nicaragua ha comenzado a ser discutida abiertamente en la Administración, según informó ayer el diario The New York Times. Nadie en el Gobierno sugiere que una intervención sea "inminente o deseable", pero la semana pasada, el secretario de Estado, George Shultz, afirmó que la falta de colaboración del Congreso en la ayuda a los rebeldes antisandinistas "acelerará el día en que la amenaza crecerá y nos enfrentaremos a la angustiosa elección de utilizar tropas de combate".
Sólo 24 horas antes de que el Congreso vuelva a debatir la política hacia Nicaragua, un amplio informe publicado por The New York Times afirma que estudios militares y del espionaje presentados en los más altos niveles del Gobierno muestran que "Estados Unidos podría derrocar fácil y rápidamente a los sandinistas que gobiernan en Nicaragua". Aunque una intervención directa sería indeseable desde un punto de vista propagandístico, si fuera necesaria, sería como cortar un tronco" informó al Consejo Nacional de Seguridad un funcionario de los servicios de espionaje al que le fue solicitada su opinión.La política de la Administración, reiteradamente, expuesta por el presidente, es no enviar tropas a Nicaragua. La oposición demócrata duda de estas afirmaciones, y el pasado mes, el presidente de la Cámara de Representantes, Tip O'Neill, afirmó que "el presidente de Estados Unidos no estará contento hasta que tengamos a nuestros soldados en Nicaragua".
La decisión de intervenir, afirma el citado informe, se tomaría en Washington, pero sería ejecutada por el Comando Sur norteamericano, con base en Panamá. Con las frecuentes maniobras en Centroamérica, la construcción de áreas de almacenamiento y estaciones de espionaje electrónico y el rearme de sus aliados en la región, Estados Unidos ha creado un dispositivo militar que está a punto para cualquier acción contra Nicaragua.
El espionaje norteamericano ha explicado al Gobierno que 13 importantes objetivos en el área de Managua están escasamente defendidos. Con un riesgo mínimo, los pilotos norteamericanos podrían destruir en las primeras horas la pequeña fuerza aérea nicaragüense, sus instalaciones de radar, la artillería, la fuerza blindada, los almacenes de combustible y los centros de mando del Ejéricito., El director de operaciones del Comando Sur, el coronel William Comee, estimó que EE UU tardaría dos semanas en controlar el 60% del país.
Según la información del diario neoyorquino, el escenario más probable en el caso de un conflicto a gran escala sería un ataque de un mes contra Nicaragua, basado todo en bombardeos aéreos contra objetivos importantes. A continuación se establecería un nuevo Gobierno, que traería a su propio Ejército. Sería el nuevo Gobierno, presumiblemente formado por la actual oposición, el encargado de perseguir a los sandinistas que combatirían desde las montañas. Estados Unidos tendría, como en El Salvador, asesores y consejeros, pero no soldados combatiendo directamente.
Fuentes militares aseguraron al Consejo Nacional de Seguridad que el pueblo nicaragüense se levantaría contra los sandinistas en apoyo de la invasión norteamericana, y que los ejércitos de los países vecinos se apresurarían a ayudar a EE UU. Los expertos citados por el periódico aseguran que los sandinistas no tienen capacidad militar suficiente, base popular ni líneas de suministros para prolongar en la selva una guerra de guerrillas, como ocurrió en Vietnam. El síndrome de la guerra en el sureste asiático contra un enemigo que no era un Ejército clásico es una de las principales objeciones que se utilizan contra una intervew ción en Nicaragua. En este caso, EE UU no tendría problemas logísticos de importancia. Además de las bases con que cuenta en Honduras, Panamá y Puerto Rico, Nicaragua está a cinco horas de vuelo de un avión de transporte de Estados Unidos.
Sin embargo, los problemas de una eventual invasión son sobre todo políticos, y no militares, lo que hace que la Casa Blanca rechace una intervención directa y prefiera utilizar una presión constante sobre los sandinistas.
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