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Finezas

Plaza de Las Ventas. 4 de junio. 22ª corrida de feria.Cinco toros de Manuel González, y quinto, sobrero de González-Sánchez Dalp, todos con trapío, bien armados y astifinos, bonitos de estampa y encastados, aunque flojos.

Manolo Cortés: dos pinchazos bajos y dos descabellos (silencio); pinchazo, otro perdiendo la muleta, otro hondo bajo y descabello (silencio). José Mari Manzanares: estocada trasera tendida caída y rueda de peones (algunos pitos); estocada trasera tendida (fuerte división cuando sale a saludar). Niño de la Capea: estocada atravesada (ovación y salida al tercio); bajonazo a un tiempo (dos orejas). Salió a hombros por la puerta grande. Los tres matadores brindaron uno de sus toros a don Juan de Borbón, que presenció la corrida desde un burladero del callejón.

"El fino torero alicantino", ése es el sello de José Mar¡ Manzanares y será leyenda en su blasón, cuando le hagan conde, o marques, o duque, algo principal, que todo llegará. De momento está acumulando méritos. Manzanares será "el fino torero alicantino" siempre, aunque él mismo se empeñara en lo contrario. Ayer doblaba a su primer toro con arte de alpargata, rústica traza, y la sombra, que palmoteaba feliz, decia "olé el fino torero alicantino". No llegó a la finura en toda la tarde, ni en ése ni en su otro toro. Si acaso, alguna fineza, entre muchos violentos ademanes, zapatillazos surtidos, carreras para quitarse de la embestida.

Ahora bien, a quien dijo aquello de "¡Estás corriendo más que la jaca de la Algaba" se le impondrá un severo correctivo, por sacrilego. La finura de Manzanares es dogma, y no admite discusión, así aparente lo opuesto. Cabe sospechar que José Mari Manzanares es fino torero alicantino cuando le sale el toro noble, sumiso y pajuno, y cuando le sale el toro de encastada nobleza, alicantino continúa siendo, -¡quién podria negarlo!- pero tintes sombríos mancillan la alba pureza de su finura.

Trazas de gañanía al instrumentar tumbado el pase y escapar del remate con veloz zapatilleo, no hay que verlas, sería derrotismo. Tampoco su forma de citar al revés, atrás la pierna que debería estar delante. El unipase es otro aspecto de la cuestión. Cuando no hay técnica para ligar, o valor sereno para emplearla, la solución es el unipase. El fino torero, virtuoso de esta peculiar fineza, lo tiene convertido en taumaturgia y su creación produce ensofiaciones de arte.

La finura alicantina no excluye el asombro cuando, como ayer, el toro es de casta. El manzanarismo se admira del mérito que supone torear un toro de casta y lo proclama: "¿Usted sabe el mérito que tiene ponerse delante de un toro así?". De manera que todo vale. Los pases resultarán frenéticos, el trasteo no conocerá sosiego, la faena se producirá a lo que salga, sin estructura ni unidad, que lo mismo habrá de tener cabal importancia si su ejecutor es el fino torero alicantino.

En su primer toro, José,Mari Manzanares no aguantaba las embestidas. Al sobrero le hizo una corajuda faena québrindó -y ese fue un detalle que le honra de verdad- al compañero Rafael Campos de España. El sobrero era un toro de trapío, preciosa lámina, serio por delante. Daba la estampa del toro del "coñá". Ole con ole merecía eje toro gallardo y guapo, orgullo de la ganadería de bravo.

Al picador también se le escapaban del alma los oles y para solemnizar su homenaje, tiró la vara a los lomos y se los barrenó a modo. Borbotaba de los tremendos boquetes un manantial de sangre que le chorreaba por toda la tripa hasta las bragas, y a pesar de ello se fue arriba el toro del "coñá". Con casta metía la cabezada en el engaño y el engaño se movía sin ritmo. El engaft,o era banderola flameada por los vientos de Levante, y cuando alguna vez había calma chicha, llegaba el unipase. La faena transcurrió larga, movida y corajuda, lo cual reafirmó al manzanarismo en su causa. Enhorabuena.

Otros toreros querian también hacer gala de su fineza. Niño de la Capea la traía en las masas difusas del subconsciente, e intentaba repetir la que había exhibido unos días atrás con un borrego de Sepúlveda. Los encastados "Núñez" de González, obviamente, eran bien distintos al borrego de Sepúlveda y no le salía. Niño de la Capea tuvo una frustración cuando. no consiguió acoplarse con su primer toro. Pero faltaba el sexto.

Decía el programa del sexto que se trataba de un toro "negro claro". Curioso color, que tenía intrigadísima a la afición. Cuando apareció pudo advertirse que era cárdeno romero, o quizá ensabanao, o mejor aún albahío. De cualquier forma era un toro precioso, finísi mo de cabos, largo y gallito, con una generosa cornamenta. Con este toro de dibujo, Niño de la Capea tuvo el acierto de arrinconar finezas y ser quien es, acelerado, vibrante, alegre. Mirado con lupa se le podría reprochar que retor ciera la figura, zapatilleara más de lo que merecía la nobleza del toro acelerara los pases, imprimiera profundas desigualdades a la faena y, finalmente, matara,de un ba jonazo. Pero con no mirarle con lupa, el problema estaba resuelto y legitimado el triunfo. A hombros por la puerta grande lo sacaron nada menos. Madrid es jauja.

Para hilván de la tarde queda ron las finezas de Manolo Cortés, el torero que se tapa también con, el recuerdo lejano de su finura, fácil, técnico, indeciso, conforme con cubrir el expediente mediante un trasteo superficial. La finura de Cortés está tan oculta, que empieza a constituir un acto de fe. Y en caja muy bien con la fiesta, que es pura ensoñación y fantasía. El público salió ayer muy contento de la plaza y juraba que había visto arte. Pues si lo vio, lo habría.

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