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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La reforma fiscal de Reagan

CUANDO EL Partido Demócrata implantó la seguridad social en Estados Unidos en los años treinta, la cultura del welfare se desparramó por el país en lo que se consideró una verdadera revolución que dura. hasta nuestros días. El Estado providencia ha sido una conquista que en Norteamérica se ha mantenido intocable hasta ahora, cuando los vientos del neoconservadurismo pretenden delimitar los campos y privatizar mucho de lo que ocupaba el terreno de lo público. Ahora Ronald Reagan trata de pasar a la historia con una reforma fiscal cuyo contenido afecta a prácticamente toda la población norteamericana y cuyo alcance, en muchos aspectos, puede ser semejante en sus consecuencias a la imposición de la seguridad social. De paso ha arrebatado una de sus banderas tradicionales a los demócratas.Independientemente de la progresividad o regresividad de los contenidos de la revolución fiscal -la segunda revolución-, Reagan ha tenido otra vez la habilidad de tocar un aspecto que hace vibrar a toda la sociedad norteamericana. El número de abogados y gabinetes de asesores fiscales que se dedican a instrumentar lo que el sencillo contribuyente no1lega a entender o lo que las sofisticadas multinacionales acumulan en materia de impuestos -Reagan ha afirmado que el actual reglamento fiscal "obligaba a Einstein a pedir ayuda para hacer su declaración"- es tan grande que sobrepasa en empleo a muchos sectores productivos clásicos. Son precisamente estos gabinetes, acompañados de muchos lobbys de influencia, los que más han comenzado a presionar para que las cosas queden como estén.

La principal filosofía de la reforma fiscal presentada por Reagan es la de la simplicidad. Casi todo lo que constituye la reaganomics tiene esta impronta. La política económica del presidente norteamericano se parece mucho más a un manual de divulgación que a los grandes tratados que explican -siempre a posterior¡- la complejidad de lo que sucede en el mundo. El libro Pobreza y riqueza, que muchos consideran la biblia económica que durante mucho tiempo ha consultado Reagan por las noches, resulta de una simpleza asombrosa. Y sin embargo es preciso recordar que, pese al desprecio que los intelectuales y los economistas académicos han mostrado ante una política económica tachada de primaria, el número de puestos de trabajo creados en Estados Unidos en 1984 es superior a los generados en Europa en los últimos 10 años.

La reforma rompe con los actuales tipos impositivos dentro del gravamen sobre la renta y los deja reducidos sólo a tres: 35% para los ingresos de más de 70.000 dólares, 25% para rentas entre 29.000 y 70.000 dólares y 15% entre 4.000 y 29.000 dólares. Hasta ahora el tipo máximo era del 50%. Otra de sus líneas es la reducción de las exenciones fiscales, lo que impedirá a muchas empresas aprovechar los agujeros por los que evadían legalmente una buena parte de las cargas tributarias. A nivel general los cuidadanos pagarán un 7% menos y las empresas (esencialmente las de chimenea -siderurgias, naval, automóviles etcétera) un 9%. más. El proyecto tiene un matiz claramente populista, ya que afecta sobre todo a las clases medias.

La posibilidad, de aprobarse la reforma de Reagan, de que los ciudadanos no tengan que hacer declaración de la renta de modo activo sino que Hacienda les devuelva cuando llegue el momento las cantidades que les adeude o simplemente les envíe a su domicilio una cuenta impositiva con la cantidad que han de pagar es otro de los aspectos que resaltan en una primera lectura de las medidas hechas desde España. En un momento en el que los ciudadanos españoles están en pleno período de elaboración de sus declaraciones de renta y patrimonio, de una complejidad notable, en medio de una serie de sentencias de distintos tribunales de justicia en ocasiones claramente contradictorias, los objetivos de la reforma fiscal norteamericana resultan encorniables en líneas generales.

En cuanto al aspecto redistributivo de la reforma -objetivo básico de cualquier política fiscal- es muy difícil de analizar, al margen de las líneas maestras (el sistema fiscal de EE UU es "injusto, indeseable y estúpido y se ha convertido en antiamericano" (sic)- sin conocer los reglamentos técnicos que desarrollen las ideas generales presentadas. En definitiva, una primera lectura de la cuestión aporta elementos de modernidad, pero también de incertidumbre, en cuanto al reparto de las cargas dentro de las clases sociales.

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