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Reportaje:VIAJES

Segovia insólita

Además de dar bien de comer, la provincia tiene otras cosas que ofrecer

Segovia se resiste, con razón, a ser considerada el merendero de Madrid. Efectivamente, frente a otras ciudades histórico-artísticas donde los viajeros no desdeñan la visita a los monumentos, en Segovia prima la gastronomía (eso sí, de primera y sólida entidad) sobre cualquier otra tentación más gratificante para el espíritu que para el estómago. De regreso, ya se sabe: una parada en los jardines de La Granja, con su esplendoroso conjunto de fuentes barrocas, especialmente ahora en que los días son largos, y ya está. Se ha estado en Segovia pero no se ha visto Segovia. Lo que, dado lo que esta ciudad y su provincia guardan dentro de sí, no deja de ser una lástima. Además, si todo es compatible, mucho más la gastronomía y el arte.Por ejemplo, antes de comer, si se viene por la carretera de San Rafael (N-603), pasado Revenga, en el kilómetro 89, se puede disfrutar del parque de Riofrío (basta con decir al guarda que abra la rústica barrera), con sus manadas de gamos y ciervos en libertad, y al final el palacio, con un museo de caza y una excelente colección de tapices. Ya en Segovia, conviene no olvidar que estamos en una ciudad eminentemente románica, con nada menos que 18 iglesias de ese estilo, algunas de ellas con su peculiar y maravilloso pórtico, y notables muestras de románico civil en muchas partes de la ciudad. Tres iglesias, sin embargo, dentro del casco urbano, merecen algo más que atención: San Millán (réplica castellana a la catedral de Jaca), San Juan de los Caballeros (convertida en Museo Zuluaga) y San Martín, en el contexto urbano de una de las más bellas plazas españolas. Extramuros, la ermita templaria de la Vera Cruz, de planta octogonal, y la iglesia de San Lorenzo, dentro del barrio del mismo nombre y en el centro de una plaza que conserva intacto su sabor medieval, son dos notables ejemplos ante los que conviene detenerse. Lo mismo que en la plaza de San Esteban con la -según el marqués de Lozoya- más bella torre del románico español. A pocos pasos del acueducto pueden encontrar, en la iglesia de San Justo, la auténtica sorpresa de un singular conjunto de frescos que en la escuela castellana sólo tienen parangón con San Isidoro de León o en las también segovianas de Maderuelo (en el Museo del Prado) o de San Baudilio de Berlanga (en Nueva York). El párroco, que vive al lado, resuelve el problema de la llave.

Pero como no sólo de románico vive el arte, existen en Segovia otros muchos monumentos de diversas épocas y estilos dignos de visitarse. Por ejemplo, la Torre de Hércules (hay que pedir permiso a las madres dominicas para entrar), singular edificio de origen romano, con curiosas pinturas de románico tardío, enfrente de la iglesia de la Trinidad y a unos pasos de la plaza Mayor. 0 el convento de San Antonio el Real, con espléndidos artesonados mudéjares y colecciones valiosísimas de objetos artísticos. 0 el monasterio del Parral, en el barrio de San Marcos, con dos importantes claustros y una excelente capilla gótica. 0 lo que queda del palacio de Enrique IV: un patio de importantes yeserías del XV. En Segovia todo está cerca, de modo que lo que procede es dejar el coche y trazarse un itinerario para compatibilizar los placeres de la mesa con los del espíritu. Merece la pena.

Respecto a la provincia, y dejando aparte La Granja, los pinares de Valsain Pedraza y la ruta de los castillos (Cuéllar, Coca, Turégano), suficientemente conocidos, existen posibilidades de excursiones -algunas casi a tiro de piedra de la ciudad- inolvidables. En la carretera que va a Pedraza (N-110) está Sotosalvos, con la mejor iglesia del románico rural de la provincia. Y a tres kilómetros (dentro de una propiedad particular, por lo que se hace preciso pedir autorización al guarda) las maravillosas ruinas de Santa María de la Sierra, monasterio cisterciense M XIII, situadas en medio de un paraje de gran belleza. En esa misma ruta, pasado Pedraza y en la carretera de éste a Sepúlveda, un ejemplar de castillo-palacio insólito: Casti1novo. Y desde Sepúlveda -que requiere parada y, a ser posible, fonda-, por una carretera comarcal en muy buen estado, llegar a Villaseca (12 kilómetros de Sepúlveda y 14 desde Catalejo). Tomar allí, al lado de la iglesia, un camino transitable para vehículos, de tierra, y después de cuatro kilómetros el viajero se encontrará con uno de los lugares más insólitos,y bellos de España: San Frutos del Duratón, donde el arte y la hoz del río se combinan para ofrecer un paisaje inolvidable. Por último, y para los que gustan de la naturaleza y de los animales salvajes, otra posibilidad: la reserva de buitres de Montejo de la Vega de la Serrezuela. Se accede por la N-I, Madrid-Irún. Aproximadamente en el kilómetro 125 hay que desviarse a la derecha, pasado Carabias, hacia Villalvilla de Montejo, y continuar hasta aquel pueblo (unos 15 kilómetros por una buena carretera comarcal). La visita tiene que ser dirigida por un guarda que les acompañará amablemente por el parque: paisaje, bandadas de buitres que salen de sus nidos enriscados, los restos de un puente romano y una pequeña ermita románica (desdichadamente, en ruinas) harán al excursionista sentirse en otro mundo. Tanto desde Segovia como desde Madrid o de Burgos, la excursión es larga para una tarde. Pero puede hacerse cómodamente comiendo en Sepúlveda y, por supuesto, en el mismo Montejo. O en los muchos restaurantes que jalonan la N-I. Sotosalvos y Castilnovo, San Frutos del Duratán y Montejo de la Vega de la Serrezuela son tres excursiones, dentro de la provincia de Segovia, que, a buen seguro, el viajero no ha de olvidar.

Segovia, pues, dentro de la ciudad o fuera de ella, no debe ser nunca sólo un buen yantar seguido de un paseo cortesano.

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