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Reportaje:VAJES

Sant Joan de les Abadesses

Monumental supervivencia de un entorno monacal a orillas del no Ter

Como Ripoll, Sant Joan de les Abadesses se lo debe todo al celebérrimo Guifré el Pelós -el Wifredo el Velloso de nuestros libros escolares-, quien fundó en el lejano 885 el monasterio como donación a su hija Ernma, quien sería 13 años más tarde su primera abadesa.Cenobio femenino sería, pues -y a este carácter le deben monasterio y población el nombre-, durante aquel siglo, porque ya a comienzos del siglo XI se instalaron en las dependencias primitivas una comunidad de canónigos agustinos, los responsables del actual aspecto de la construcción. En torno a esta influyente canonjía se fueron levantando iglesias y trazando calles y plazas hasta convertirse en la población que hoy es.

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Plato fuerte

A orillas del río Ter, San Juan de las Abadesas ha conseguido mantener, a pesar de los destrozos de la guerra civil y de la industrialización creciente, su carácter de ciudad monumental. El puente gótico, hermosísimo, con un gran arco central, ha sido restaurado y acondicionados los restos de la iglesia de Sant Pol, románica, del siglo XII, que conserva tan sólo la portada, con un precioso tímpano esculpido, y los ábsides.

Pero, sin lugar a dudas, el plato fuerte de la visita es el monasterio. El exterior de la iglesia, de hermosa piedra rosada, con ábside decorado con arcuaciones ciegas, capiteles labrados y estrechas ventanas, anuncia esa insólita maravilla del románico que es el interior. De influencia francesa, sigue la planta de cruz griega con tres ábsides decorados a su vez con arquerías. Dos capillas más se abren en la parte oriental del crucero, con igual decoración. La sensación de majestad y amplitud no puede ser mayor.

Se pueden contemplar, además, estratégicamente situadas en los muros desnudos, verdaderas joyas de la imaginería medieval: la Virgen Blanca -hermosísima obra gótica en alabastro-, el sepulcro del Beat Miró, la imagen de Sant Agustí y, por encima de todos, el espléndido grupo escultórico del Santísimo Misterio, una primitiva representación del descendimiento de la cruz en piezas talladas originarias del siglo XIII. Adjuntos a la iglesia se encontraban los dos claustros, hoy solamente uno, ya que del primero, románico, no quedan más que tres arcos. El gótico, del siglo XV, cierra un espacio trapezoídal con altos arcos ojivales sostenidos por finísimas columnas.

Ya fuera del reciento eclesial, y en la misma plaza, se puede visitar el antiguo palacio del Abad, del siglo XIII, reformado en el siglo XV, al que se accede por un pequeño claustro de dos pisos.

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