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FERIA DE SAN ISIDRO

La torería

JOAQUIN VIDAL, Cuando Esplá torea, la atención es máxima. Todo el mundo, pendiente de qué va a hacer y por qué. Así era ayer también. La gente juega a adivinar qué se le ocurre, pues se le ocurre de todo, en el marco de una torería que tiene metida en el corazón; hasta colar un capote vertical en su tersura sobre la arena, tras haberlo utilizado para ponerse el toro en suerte.

Hay quien dice que lo trae estudiado de casa. Pues si lo trae estudiado, mejor, para que le salga ante el toro como es debido. Después de mucho hincar los codos, ayer se atrevió a explicar ante la cátedra el quite de la mariposa, que daba Marcial Lalanda, y que en los cuarenta años que han transcurrido desde entonces casi nadie se había atrevido a repetir.

Plaza de Las Ventas

17 de mayo. Cuarta corrida de feria.Toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados, bravucones y en general broncos. Luis Francisco Esplá. Media atravesada (ovación). Estocada desprendida (petición y clamorosa vuelta al ruedo). Estocada perpendicular y descabello (ovación y salida a los medios). Víctor Mendes. Cogido por su primero. El Soro. Estocada corta (silencio). Estocada caída (algunos pitos). Parte facultativo. Mendes sufre fractura de clavícula y contusiones. Pronóstico menos grave.

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Ese quite, que no le salió del todo bien, fue la culminación de un amplísimo repertorio de capa, en el que instrumentó verónicas, faroles, galleos, navarras, largas; y corrió el toro a una mano, volviendo con aleteos ambas caras del percal.

Estuvo, sobre todo, lidiador, que equivale a decir que estuvo, sobre todo, torero. Lidiador en todos los tercios. Lidiador para la suerte de varas, pero lidiador también en las faenas de muleta. Sus toros tenían una bronquedad peligrosa, que era preciso sortear con valor y mando. Alguna voz disonante con el entusiasmo que la actuación de Esplá produjo en el abarrotado tendido le reprochaba que no añadiera exquisitez a su dominio. Pero las tarascadas de los toros no admitían exquisiteces. Esplá consintió mucho en los tres que estoqueó y el mérito de sus faenas lo entendía a la perfecció el público, al que tenia maravillado.

La más completa de ellas fue la del segundo, el que lesionó a Víctor Mendes. Era una faena para analizarla no con el prisma del arte sino de la técnica. Cada torero es como es, y ojalá todos fueran distintos. Los taurinos los quieren seriados, y cuando uno se sale de la vulgaridad, le descalifican. Al díscolo quisieran expulsarlo del orbe taurino. Por eso no entienden, ni agradecerán nunca, que Esplá haya aparecido revolucionario para resucitar suertes o inventar otras nuevas, que restituyen a la fiesta el rico tesoro artístico de la tauromaquia, pulverizado por épocas de monotonía.

Seguramente la afición de la edad del oro del toreo comprendió mejor la invención del trincherazo o del molinete, que parte del público de ayer esa suerte imprevista con que sorprendió Esplá cuando encadenó el pase de espaldas, el cambio de mano, eí natural y el afarolado, convirtiéndolos en un solo pase. Hubo espectadores que se quedaron mudos de estupor y concultaban con la mirada al vecino para averiguar si procedía aplaudir o protestar.

Y para gozo de quienes únicamente admiten clasicismo, dio aquellos ayudados por bajo al cuarto, muletazos de añejo sabor, haciéndole doblarse y crujir, para ahormar cuianto era posible su bronco temperamento. O los redondos cargada la suerte. O la amplia gama de remates y adornos. Y el majestuoso ritual en que convirtió la muerte del segundo, tras la estocada en los medios, quedándose sólo en el ruedo con el toro, meciéndolo mediante el señuelo escarlata ventado de pitón a pitón, hasta rendir su vida.

Esplá parecía Joselito. Su arrogancia daba esa imagen, carísima para todo torero, que ya perfilaba en el paseíllo vestido de nazareno y negro, con chaleco bordado en oro. El dagerrotipo de Joselito, en una famosa estampa, cobraba vida en la tarde soleada de Las Ventas y la inundaba de nostalgia.

En banderillas hubo de todo. Los espadas se cedieron los palos. A Víctor Mendes le volteó su toro al reunir un par y Esplá le hizo un quite memorable, a cuerpo limpio, metiéndose entre los pitones. Lesionado Mendes, la corrida quedó en un mano a mano que no tenía sentido. El Soro tuvo una de las peores tardes de su vida; hasta en banderillas, a pesar de cuanto se esforzó. Esplá le ganaba la partida también en este tercio, en el que prendió pares extraordinarios, como el de poder a poder tras hacerse perseguir por el toro, el queensayó en terreno inverosimil pasando por los adentros, el "a topa carnero".

El Soro pretendía dar réplica a semejante vendaval de torería, y lo que conseguía era poner más en evidencia la precariedad de su técnica. Por si fuera poco, sus toros abultaban como dos empalmados de los que le sacan en Valencia, y eso impone. A su primero no supo por donde meterle mano. En el quinto, de talante borreguil e ¡nofensivo, hizo su repertorio habitual de péndulos, rodillazos, porflas junto a las astas,nes, y se lo protestaron. Intentó repetirlo en el sexto, con peor fortuna.

Cuando renunció a competir con el monstruo Esplá, para desplegar el repertorio tremendista que acostumbra, ya era tarde y el público no se lo toleraba. Su fracaso fue de los que quitan de la circulacíón a un torero. Pero una luz cruzó fugaz esta noche cerrada del Soro: tuvo el detalle de comportarse como un leal compañero con el diestro cuya sabiduría aún le hundía más en el fracaso, aquella vez que Esplá erró un par de banderillas. Y eso también es torería.

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