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El acercamiento del nuevo régimen sudanés a Libia y Etíopía preocupa a Egipto

La espectacular reconciliación entre Sudán y Libia y el acercamiento entre el nuevo régimen militar de Jartum y el Gobierno prosoviético de Etiopía empieza a causar preocupación en Egipto, aunque sus dirigentes todavía se han abstenido de manifestarla públicamente. Egipto y Sudán están vinculados por un tratado de defensa mutua que prácticamente concede a El Cairo posibilidad de intervenir en los asuntos sudaneses.

Sudán, vecino meridional de Egipto, reviste para el antiguo país de los faraones una importancia vital a causa sobre todo del río Nilo, que atraviesa ambos territorios, y si en Jartum se instaurase un régimen abiertamente hostil, esto sería considerado como un auténtico casus belli por los dirigentes egipcios. Consciente de este peligro, el régimen encabezado por el general Abderahman Swareddahab ha multiplicado últimamente las declaraciones- apaciguadoras digiridas a El Cairo al tiempo que mejora sus relaciones con Trípoli y Addis Abeba, las dos capitales que han respaldado a las, guerrillas del sur, mandadas por el coronel John Garang, que constituye el más grave desafio para la estabilidad del nuevo poder castrense.

Al frente de una delegación de más de 40 miembros, el número dos de Libia, el comandante Abdessalam Jallud, se desplazó la semana pasada durante seis días a Jartum para ofrecer una ayuda económica consistente esencialmente en suministro de crudos y proponer públicamente, como acostumbra el coronel Muanimar el Gaddafi, la fusión de ambos países.

Para cortejar a Swareddahab, el ministro libio de Exteriores, Alí Abdelsalam Triki, invitó incluso desde Jartum al jefe de la rebelión autonomista del sur a "respaldar la revolución popular" en marcha en Sudán y afirmó haber interrumpido su ayuda militar y financiera a la guerrilla.

A cambio de estas promesas, los sudaneses prohibieron a la oposición libia afincadaen Jartum seguir utilizando sus instalaciones radiofónicas para emitir prograamas destinados a Libia y firmaron un comunicado conjunto en el que, además de aproximarse a la postura de Trípoli sobre el problema de Chad (país vecino de ambos Estados), denuncia sin nombrarlos los acuerdos egipcio-israelíes de Camp David, calificados de "violaciones flagrantes del derecho del pueblo palestino".

Poco antes de estrechar lazos con Libia, Swareddahab había también enviado delegaciones a Siria y Etiopía, otros países que se caracterizan por sus malas relaciones con Egipto, país que concluyó con Sudán en tiempos del derrocado presidente Yaafar el Numeiri un pacto de defensa mutua que prácticamente concede a El Cairo el derecho a intervenir en los asuntos internos sudaneses.

Hasta ahora El Cairo ha evitado, sin embargo, no sólo inmiscuirse en la política interior de su vecino, sino incluso formular crítícas al respecto, aunque funcionarios del Ministerio egipcio de Asuntos Exteriores han declarado ante la comisión parlamentaria de política exterior que si bien podían comprender el deseo de Jartum de mejorar relaciones con Trípoli, no iban a tolerar que algunos políticos sudaneses aprovechasen la ocasión para arremeter contra Egipto.

La alusión a Mohamed Ibrahim Nogod, secretario general del antaño poderosoPartido Comunista de Sudán (PCS), no podía ser más clara. En su primera aparición en público desde hace 15 años el dirigente del PCS no dudó en acusar a principios de mes a Egipto de haber sacado partido de la caída del dictador para anexionarse el lago fronterizo de Nasser, y pidió al nuevo ejecutivo militar que denunciase el pacto de defensa mutua "concluido por El Numeiri para garantizar su permanencia en el poder".

A renglón seguido, Nogod exigió que se solicitase a Egipto la extradición del ex presidente exiliado en El Cairo, una reivindicación también recogida por el primer ministro, Dafaallah Yazuli, en su primera conferencia de prensa, pero que las autoridades cairotas no parecen, en absoluto, dispuestas a satisfacer.

Algo inquieto por esta evolución, el jefe de Estado egipcio, Hosni Mubarak, llamó la semana pasada inesperadamente a consulta a su embajador en Jartum, Ahmed Mesharafa, un gesto cuyo significado no tardaron en interpretar los responsable sudaneses.

Inesperadamente, el primer ministro de Jartum se esforzó en tranquilizar a los egipcios explicando que el establecimiento de relaciones por parte de Sudán con cualquier Estado "no se hará a expensas de otros Estados".

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