Los nuevos cardenales
Como ya informara en su momento la Prensa, el pasado día 24 de abril, el papa Juan Pablo II notificaba al mundo entero la convocatoria de un nuevo consistorio en el que crearía 28 nuevos cardenales procedentes de diferentes países del mundo. Una vez analizada esta noticia desde una postura crítica, no puedo menos que hacer pública mi decepción ante el cariz profundamente integrista, politizado e interesado que tamaño acontecimiento ha tenido, y no puedo menos que mirar con cierto recelo y temor las perspectivas que se divisan en el seno de la comunidad católica mundial en general y en la española en particular de consolidarse todavía más la línea ostensiblemente conservadora que el Santo Padre está trazando en los destinos de la Iglesia, como lo demuestra el hecho de que de los 28 cardenales creados pueda asegurarse sin miedo a error que al menos 25 pertenecen a los sectores más arraigados de la estructura eclesial, destacando sobre todo el nombramiento del arzobispo de Managua, monseñor Obando Bravo, conocido como "la oveja negra de la teología de la liberación".Por otra parte, como miembro seglar de la comunidad católica española, me creo en la obligación moral de expresar mi más profunda sorpresa ante la discriminación con que el Santo Padre ha tratado a la Iglesia española, elevando al purpurado únicamente al arzobispo de Madrid, monseñor Ángel Suquía Goicoechea, en contraposición a los dos cardenales que han obtenido Francia, Estados Unidos y Polonia, lo que evidentemente nos sitúa en clara desventaja ante las estructuras vaticanas.
Y además, observo anonadado y perplejo el clarísimo aspecto político que ha tenido la designación del arzobispo de Madrid, pues este hecho le convierte en un futuro no muy lejano en virtual presidente de la Conferencia Episcopal Española, en deterioro de prelados como don Gabino Díaz Merchán, arzobispo de Oviedo y actual presidente, o don Carlos Amigó Vallejo, arzobispo de Sevilla, que, al no ser, elevado al cardenalato, pierde prácticamente todas las posibilidades de convertirse en sucesor de monseño Díaz Merchán al frente del episcopado español, con lo cual el actual espíritu renovador y conciliar de la Conferencia Episcopal se va a ver seriamente amenazado en unas fechas nada lejanas.
Con todo, me gustaría finalizar esta nota destacando uno de los muy esporádicos aspecto; positivos de este acontecimiento, y que ha sido el merecidísimo nombranúento de monseñor Luigi Dadaglio, antiguo nuncio apostólico en España y uno de los artífices de la renovación en el seno de la Iglesia española, junto con el cardenal Tarancón y el papa Pablo VI, al que se había excluido y negado el capelo rojo en el anterior consistorio. Así pues, con la conocida frase de que "no hay mal que por bien no venga", creo que puedo cerrar esta modesta opinión sobre tan sigular acontecimiento.-
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