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Reportaje:

Olvidar Bandung

Hace 30 años nacieron en Indonesia el decálogo de la descolonización y el Movimiento de los No Alineados

ÁNGEL SANTA CRUZEl presidente indonesio, Suharto intenta aprovechar el 30º aniversario de lo que fue una magna asam. blea contra el colonialismo par relanzar la decaída irnagen inter nacional de su país. Los indone sios han invitado a casi un cente nar de representantes de los dos continentes, virtualmente a todos los países soberanos, además de movimientos de liberación como la OLP o la SWAPO de Narnibia. La extensión de la lista refleja hoy la proliferación de Estados independientes alumbrados por el espíritu de aquella reunión de hace 30 años.

La agenda de esta edición reducida de Bandung es corta y genérica. Los diplomáticos indonesíos elaboraron hace meses unos cuan tos proyectos de resoluciones que pudieran suscitar el consenso de los participantes sobre temas como el desarme, la justicia eco nómica o el nuevo orden informativo mundial. No se sabrá hasta dentro de unos días qué ha queda do de este programa después de la criba a que ha sido sometido, primero por los patrocinadores de la conferencia de 1955 (India, Pakis tán, Ceilán y Birmania) y después por los ministerios de Asuntos Exteriores o los responsables de los restantes 92 invitados.

Otra época, otros nombres

Pero si de Bandung queda el nombre legendario, el espíritu de aquella ocasión hay que darlo definitivamente por muerto. Entre los días 22 y 24 de abril de 1955, la pequeña ciudad universitaria indonesia vio juntos, por primera y en algún caso única vez, a personajes como Nehru, Zhou Enlai, Nasser y Nkrumah. No menos importante que cualquiera de ellos era el pa dre de la idea de aquella, asamblea de notables, el presidente indonesio Sukarno.

El incendiario discurso inaugural de Sukarno ha sido juzgado por los historiadores como una de esas piezas oratorias que definen una época. Y para sus partidarios, justificaba por sí mismo los claroscuros de una presidencia como la del líder indonesio.

La génesis del Movimiento de los No Alineados es el afroasiatismo, y la cuna del afroasiatismo es Bandung. La conferencia había sido preparada en reuniones pre vias, la más importante de ellas, la mantenida el año anterior, 1954, en Colombo, por representantes de Birmania, Ceilán, India, Indonesia y Pakistán. En Colombo, como después sucedería en Bogro, cerca de Yakarta, la capital indonesia, en diciembre de 1954, ya se colocaron sobre el tapete los temas de lo que Bandung iba a proyectar urbi et orbi en la primavera de 1955: la condena del colonialismo, de las armas atómicas, el rechazo de los grandes bloques militares, el apoyo a la candidatura de China Popular para las Naciones Unidas... Veinticuatro de los 25 países invitados acudieron a Bandung (la federación Rhodesia-Niasalandia se autoexcluyó para no ser crucificada por su política racial). Junto con los cuatro organizadores y el anfitrión se dieron cita allí dirigentes que representaban a la mitad de la población del mundo para hablar de colonialismo, no alineación política y desarrollo económico.

La declaración final de aquella asamblea sigue siendo considerada el catecismo de la descolonización el espíritu de un momento irrepetible. La personalidad carismática de los líderes reunidos, las especiales circunstancias mundiales del mornento (plena guerra fría, Berlín y Corea habían estado a punto de llevar al mundo por dos veces al borde de un nuevo conflicto) y las fuerzas unificadoras liberadas por ideas tan difusas como panafricanismo o asiatismo, generaron esperanzas enormes y dieron conciencia de sí mismos a impulsos nacionales que carecían de ella.

Los diez principios de la declaración de Bandung incorporaron por vez primera los cinco puntos del tratado que India y China habían firmado un año antes, y que han quedado como el modelo doctrinal irrebatible de la coexistencia pacífica: respeto recíproco de la soberanía y la integridad territorial de todas las naciones; solución de todos los conflictos internacionales por medios pacíficos; no intervención y no injerencia en los asuntos internos de otros países; igualdad y provecho mutuo en las relaciones; abstención de actos o amenazas de agresión o empleo de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia de un país.

Otros puntos del decálogo, que en realidad transcribía a un marco subdesarrollado la Carta de las Na- ciones Unidas, eran el respeto de los derechos humanos, el reconocimiento de la igualdad de todas las razas y naciones, el rechazo de los acuerdos de defensa que sirvieran a los intereses de las grandes potencias, la promoción de los intereses mutuos y el respeto de la justicia y las obligaciones internacionales.

Pero el espíritu de Bandung estaba destinado a perecer a manos de la misma ambigüedad y las mismas contradicciones que se daban en aquella asamblea. No había una ideología del no alineamiento, sino, a lo sumo, un acuerdo moral para acabar con los residuos del colonialismo. No podía haberla para aquellos países en 1955, cuando Argelia iniciaba su revolución e Indochina era todavía una incógnita militar, por citar dos casos relevantes.

El no alineamiento, que adquiriría carta de naturaleza formal sólo en 1961, en la Conferencia de Belgrado, tras la vigorosa y forzada irrupción de Tito en el movimiento perfilado en Bandung, era tan difuso y heterogéneo como la lista de los Estados presentes en Indonesia hace 30 años. Muchos de ellos formaban parte inequívoca de uno de los dos bloques: China y Vietnam del Norte estaban en una órbita; Japón, Vietnam del Sur, Filipinas o Pakistán, en otra. Había muchos más ejemplos.

Los intereses de Nehru, uno de los padres fundadores del movimento, poco tenían que ver con los de Nasser, para quien la Conferencia de Bandung representaba la posibilidad de utilizar un arma diplomática que permitiera a Egipto transitar entre los dos grandes bloques...

Demasiadas diferencias

Desde 1961, y a medida que fue aumentando el número de miembros de los No Alineados, hasta llegara los 101 actuales, lo que fue quedando de Bandung es casi nada. Los problemas y las discrepancias ideológicas fueron mucho más aprisa que el propio movimiento, y hoy, el Tercer Mundo, como han mostrado las sucesivas conferencias de Colombo, La Habana y Nueva Delhi (las tres últimas), se encuentra dividido por una frontera similar a la que separa al mundo industrializado.

De ahí que el interés de la reedición conmemorativa de esta semana se centre sobre todo en aspectos marginales y diplomacia bilateral: si Vietnam flexibilizará más su posición en Camboya, si acudirá a Bandung una delegación china de alto nivel, tras más de 20 años de ruptura, o si Rajiv Gandhi, el primer ministro indio y jefe por turno de los No Alineados, se dignará abrir la reunión indonesia.

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