El 'bailaor' Enrique el Cojo fue enterrado ayer en el cementerio sevillano de San Fernando
Superó las deformidades físicas y fue maestro de figuras del baile flamenco
SevillaLos restos mortales del bailaor Enrique Jiménez Mendoza, conocido como Enrique el Cojo, fueron inhumados ayer en un cementerio de Sevilla. Falleció en su domicilio la tarde del viernes como consecuencia de una trombosis cerebral. Había sido ingresado en un hospitale pasado día 18. Maestro de Manuela Vargas y Lola Flores, entre otras, poseía varias distinciones honoríficas, y participó, junto con Plácido Domingo y Ruggero Raimondi, en la película Carmen dirigida por Francesco Rosi
Enrique el Cojo cumpliría hoy 73 años. El día 18 fue ingresado en el hospital Universitario de Sevilla al habérsele reproducido una trombosis cerebral que ya padeciera hace 10 meses. Por entonces se recuperaba de una hemiplejía que le mantenía apartado de sus clases en la academia que había fundado y por la que es mundialmente conocido.
El afamado bailaor había pedido el pasado martes ser trasladado a su domicilio, donde vivía con su hermana Julia, porque era allí donde deseaba fallecer. Entre otras personalidades y amigos, ayer visitó su domicilio el ministro de Cultura, Javier Solana. Después de una misa de cuerpo presente celebrada en la parroquia de San Andrés, sus restos fueron inhumados en el cementerio de San Fernando de Sevilla.
Enrique el Cojo nació en Cáceres el 31 de marzo de 1912, hijo de Enrique Jiménez Ávalos, y Julia Mendoza Espino. A los tres años sus padres se trasladaron a Sevilla, y el cabeza de familia comenzó a trabajar en una cervecería de la popular calle de Sierpes. Desde muy niño comenzó a sentir la llamada del baile, pese a que su familia no veía con buenos ojos esa afición.
Cuando contaba la edad de ocho años sufrió un tumor en la pierna izquierda que los muchos médicos que le observaron no lograron sanar. Por indicación de su madre se aplicó un ungüento conocido como el purgante de la calle Relator, por venderse en una botica de esa calle sevillana. Poco a poco sanó la calentura, pero su cuerpo quedó contrahecho y en sus andares permaneció la cojera.
Aunque intentó trabajar como fotógrafo y como enfermero, su pasión por el baile fue superior a la contrariedad física, y pronto se dio a conocer en fiestas y ferias, tanto que su fama fue creciendo y comenzó a tener propuestas de alumnos. Instaló su primera escuela de baile en la calle del Peral, y poco después en la del Espíritu Santo, que sigue funcionando regentada por la hija de su sobrino Enrique, María del Carmen García. De sus enseñanzas han bebido actuales figuras del baile flamenco, como Manuela Vargas, Lola Flores o Cristina Hoyos. También gente de tronío, como la duquesa Cayetana de Alba, que quedó impresionada de su maestro y que se interesaba asiduamente por él.
Siempre prefirió el autodidactismo frente al academicismo.
Estaba en posesión de la Medalla del Trabajo, el Premio Puente de Plata y la Medalla de Plata de las Bellas Artes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.