El Papa destaca en una carta a la juventud la dimensión "eterna" del hombre
El papa Juan Pablo II ha dirigido "a los jóvenes del mundo" una carta apostólica con ocasión del Año Internacional de la Juventud. Es casi una encíclica, aunque el papa Woftyla ha querido presentarla en forma coloquial, en recuerdo de las cartas apostólicas de los discípulos de Jesús de Nazaret a las primeras comunidades de creyentes.
Roma En esta carta, hay un poco de todo: dogma, moral, sociología, filosofía y hasta metafísica. El tono a veces es lírico, cargado de poesía; otras, desafiante, en el mejor estilo wojtyliano. Resuenan en la misiva los ecos de su antigua pasión por el apostolado de los jóvenes polacos en Cracovia, cuando hacía con ellos días enteros de ejercicios espirituales itinerantes, a través de los bosques y de los ríos, en tiendas de campaña y paseos en canoa.Ha resumido buena parte de las ideas ético-filosóficas de sus estudios sobre el fenomenologismo de Max Weber y sobre sus teorías acerca de la teología del cuerpo y el amor humano.
El motivo de todo el diálogo con los jóvenes en esta carta es el texto evangélico del encuentro del joven rico con Jesús de Nazaret, aunque el Papa le ha dado una interpretación distinta a la riqueza material que poseía aquel judío que se fue triste cuando Cristo le dijo que si quería alcanzar la vida eterna debía repartir sus riquezas con los pobres y seguirle.
El Papa afirma que dicha situación de riqueza material es hoy sólo característica de unos pocos, mientras que todos los jóvenes son ricos, porque es la juventud misma la que es una riqueza que es necesario saber sacrificar al servicio de los demás; y Juan Pablo II dice que la pregunta sobre el destino final del hombre, sobre su eternidad, sigue siendo hoy dramáticamente urgente frente a una generación "a la que el mundo y el progreso temporal llenan completamente el horizonte de la existencia", mientras "que el hombre, sin Dios, no puede comprenderse a sí mismo".
Cambiar la sociedad
Por lo que se refiere a los métodos que los jóvenes deberán adoptar para cambiar la sociedad, el papa Wojtyla, haciendo una crítica implícita a la teología de la liberación, afirma que no debe tratarse de "una lucha contra el hombre en nombre de cualquier ideología o práctica alejada de las raíces del Evangelio", sino más bien "contra el mal y contra todo lo que ofende a Dios". "No hay que tener miedo de llamar por su nombre al primer artífice del mal: al Maligno", ya que la táctica del demonio, explica el Papa a los jóvenes, "es la de no revelarse para que el pecado aparezca en el mundo cada vez más como estructural y menos como pecado personal". Pone en guardia a los jóvenes contra el programa de ética sexual y matrimonial, que "se autoprociama progresista y moderno", en el cual, según el Papa, la mujer en realidad es sólo un "objeto", el amor es sólo "placer", y el hijo, "una añadidura fastidiosa", y les exhorta: "Queridos jóvenes amigos, si es necesario ser decididos para ir contra corriente de las opiniones que circulan y de los eslóganes propagandísticos, ¡no tengáis miedo de un amor que presenta exigencias precisas al hombre!". Juan Pablo II acaba pidiendo a los jóvenes que pregunten a los mayores, a quienes les han preparado esta sociedad, "por qué tantos hombres viven en extrema miseria y mueren de hambre, mientras, simultáneamente, se emplean cifras vertiginosas en la producción de armas nucleares".
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