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Entrevista:Las nuevas españolas

Marina Saura

Marina Saura vive en un piso de la calle Colegiata, entre la de Toledo y la Plaza de Progreso, o así, cerca del Rastro, en los barrios natales de uno mismo, en un inmueble que es un puro desastre literario y a cuyas alturas hay que llegar andando. "No, no es una moda, ni es una cosa de París, o sí que lo es, pero a mí me da igual, lo cierto es que los alquileres, por aquí, son mucho más baratos, y los pisos muy grandes, yo necesito pisos grandes, mucho espacio, lo único cuando bajo a la calle, por las mañanas, que veo muchos tullidos y me da miedo, o me daba, porque ya me he acostumbrado a este inframadrid y sé que no pasa nada y que esta gente es encantadora". Marina se ha vestido de su pelo, más ropas negras y verdes, más medias indecibles, más el rouge de labios, quizá porque esperaba que conmigo iba a venir el fotógrafo, pero el fotógrafo vendrá otro día, Marina, la señorita, tiene buena presencia escénica, ha estudiado cinco años en Londres, se lo hace en escena, y es muy bella, nada que ver con las cómicas madrileñas, está físicamente entre Geraldine Chaplin y una egresada de los cursos para extranjeros que dan las universidades madrileñas. "La estatura la he heredado de mi padre, ya sabes que mi padre es muy alto".-¿Quién es María Saura?

-Una mujer trilingüe.

Comprendo que no lo dice haciendo méritos, como lo diría una secretaria o aspirante, sino resumiéndome la complejidad biográfica de su persona. Estamos en una habitación norte de este inmueble, que uno conoce bien, con una estufa eléctrica y un cuadro de Saura. Yo no me quito el abrigo, por el frío, y por hacer ostensible mi incomodidad.

-¿Qué tal pinta Saura?

-A mí, de niña, me daba miedo la pintura de mi padre. Veía los lienzos puestos a secar o yo qué sé, veía figuras extrañas, al despertarme, y eso me daba miedo. Le han reprochado que se repite. Lo que hace es buscar siempre en una misma dirección".

Las habitaciones Norte son malas para la conversación, porque enfrían todo lo que se dice. Las habitaciones Sur calientan la amistad. Uno también cree en la geografía de la entrevista. Nos vamos al Sur de la casa, torciendo pasillos, como en una larga expedición, con una botella de whisky Black & White, con unos vasos y poco más. Marina Saura tiene andares de sueca. La pequeña habitación Sur está llena de sol que se va. Por la ventana se ve una cancha de cemento y unos chicos juegan al baloncesto, entre el viejo caserío madrileño y como aldeano. Cerramos la ventana. Hay una cama y una mesa. Marina toma el whisky seco y yo con agua.

-He sido una niña de todas partes. Ahora sé que tengo mis raíces en España. Cuando vine a Madrid no me gustaba. Ahora estoy dispuesta a quedarme.

-Al final va a resultar que los patriotas oficiales tienen razón.

Ríe con sus labios pintados, con sus ojos azules, con sus dientes grandes y bellos, excesivos, que revelan un hermoso y sólido y saludable esqueleto (uno se enamora mucho de los esqueletos).

-Yo no sabía, Umbral, que este tirón podía ser tan fuerte. Yo vivía con un fotógrafo y andaba detrás de él por toda Europa. Aquí he hecho, ya sabes, una bruja de Macbeth, y una puta pasajera, y cosas así. Un día, en Londres, vi un espectáculo que comenzaba con una masa negra que crecía lentísima, y con la masa, una luz y una música. La cosa se llamaba "El nacimiento de las montañas rocosas". Salí fascinada. Decidí hacer algo en el teatro, o hacerlo todo. En esta función, los trajes de las chicas los he dibujado yo.

-¿Te gusta dibujar, pintar, has heredado algo de tu padre?

Creo que no. Es un mundo muy lejano el mío. Sólo diseño algún vestido, pero muy mal.

-¿Por qué llevas el pelo tan largo?

-Mi sueño es cortármelo al cero, pero no me dejan.

-¿Por qué tienes los ojos azules?

-Por mi madre.

-¿Por qué no llevas pendientes?

-Hoy no me los he puesto pero me encantan las joyas.

Por la casa hay libros en todos los idiomas, menos en castellano Marina Saura está leyendo una cosa sobre Joyce, pero en inglés Y suplementos de arte en francés Los chicos del bajomadrid juegan al balón en la imprevisible cancha, entre tejados de tejas y chimeneas negras. Sus gritos no me llegan, con la ventana cerrada. El sol se va ahuyentando, como una gigante que muere. Le sirvo a Marina Saura más whisky seco. Ella mueve sus manos grandes, de nórdica, para hablar, y cruza y descruza mucho las hermosas piernas, como en las funciones. Siempre parece que se le van a ver las bragas, pero no se le ven, como en las funciones. Hago un silencio y pongo mi mejor voz:

-Has asesinado a tu padre.

-Bueno, pues quizá sí. Mi padre ya no significa para mí lo que significaba. Mi madre, sí.

-Marina, ¿qué tienes contra tu padre?

-No, nada. Pero nuestra relación ya no es tan profunda.

-Marina, ¿crees en la pareja?

- Sí.

Todas las mujeres creen en la pareja. Es como si no se hubiera implantado el divorcio en España, querido Paco. Todas las mujeres quieren emparejarse. Marina es bella, grande, adorable, armónica, inarmónica, Marina es como todas las novias que ha tenido uno en los cursos para extranjeros.

-Marina.

-Qué.

-La pareja la deteriora el tiempo. Si va bien, uno se convierte en el eco del otro. Si va mal, todo es una mala comedia, un malentendido.

No le gusta esta conversación. Ella cree en la pareja y no le gusta esta conversación. Marina Saura me parece que fuma. Uno le diría que todas las relaciones las erosiona el tiempo como ha erosionado la relación con su padre. Pero me parece como que no quiere oírlo. Estamos solos al fondo de una casa intemporal y tampoco hay por qué plantearse cuestiones últimas.

-No es fácil ser fiel a varias personas a la vez, Umbral.

-Mucho más fácil ser fiel a cinco personas que a una. En la pareja hay un como voluntarismo que me da asco. "Qué bien nos llevamos" y todo eso. Marina, ¿podrías hacer comedia?

_Claro que sí, me encanta, estoy deseando. Lo que pasa es que no tengo oportunidad.

-Lo digo porque en la obra del Martín estás muy bien, pero como demasiado abrumada, demasiado trágica. ¿Por qué no un poco de frivolidad?

-Sí, me encanta el humor. Ahora lo hago diferente del día del estreno. La otra noche pensé que era una lástima que no lo vieras. He cambiado.

-¿Actúas siempre pensando en alguien? -Desde luego. El público, para mí, no es algo impersonal.

-¿Y cuando no hay nadie conocido en el patio de butacas?

_-Me lo invento. Yo necesito dedicar mi trabajo a alguien.

-Eso, Marina, me parece como poco profesional.

-No quiero ser profesional si eso consiste en caer en la rutina. Le pongo más whisky seco. Me pongo más whisky con agua. Marina Saura es una hermosa mujer de veintitantos años que se ha vestido de rara y de moderna, quizá porque esperaba al fotógrafo. Marina Saura, en escena, es cálida y bella, verdadera, pero cree demasiado en lo que hace. Diría uno que cree demasiado en lo que dice. El distanciamiento (no brechtiano, didáctico, sino irónico) podría darle ironía, y la ironía puede darle aún más vida.

-¿Por qué tienes ojeras?

-Son de familia, nada grave.

Le he puesto más whisky seco. Marina es una española nueva que casi no parece española. Marina Saura, hija de pintor famoso y de sueca, tiene 27 años, le ha dado muchas vueltas a Europa y se vino, al fin, a vivir a España, como con un poco de asco.

-Ahora dicen que Madrid es la capital del mundo, Umbral.

-No hagas caso, Marina, tú sigue con tu asco.

-Es que veo tullidos por las mañanas.

-Claro, en París sólo se ve a Verlaine y a Rimbaud, por las mañanas, dándose por retambufa.

-Hombre

-Mujer.

-Yo escribo, ¿sabes, Umbral?

-Cuenta, cuenta.

-No, nada, escribo para mí, cosas. Nada publicable. Pero me gusta mucho escribir.

-El cine.

-Yo iba a los rodajes de mi tío Carlos. Me parecía milagroso que de aquel mundo, de aquella desgana, de aquel plató pudiese salir algo, y resulta que salía. Hacía un papel en Los zancos, que luego se suprimió.

-Me dijiste al principio que tú eres trilingüe. ¿Eso quiere decir, asimismo, que eres tres mujeres?

-Soy dos, yo y la otra. -¿Cómo es la otra?

-Esa mujer que ha andado por el mundo. Esa mujer sin raíces, que no sabía cuál era su sitio. -

-¿Y cómo es ésta?

-Esta que ves.

Marina Saura, inteligente y bella, no creo que sea sólo dos mujeres, sino muchas. Cualquier desdoblamiento la simplifica. Flor rara que ha dado Europa, feminidad sensible en busca de un calor. Demasiada biografía para estos ojos azules. Su destino, quizá, será ser múltiple. Ya nadie juega al balón en la modesta cancha vecinal.

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