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Todos fuera de ambiente

LUIS M. MORCILLO No había ayer ambiente taurino en Las Ventas. Había llovido minutos antes del inicio del espectáculo y los escasos espectadores remoloneaban por los pasillos del coso sin decidirse a entrar a los tendidos. Aunque al salir los toreros por el portón se asomaba el sol, nadie se metió en ambiente. El público estuvo lejano y frío.

Los novillos de Palha tuvieron presencia, cómodas cabezas, falta de casta y cierto peligro. Apenas pelearon en varas y hubo que porfiarles mucho para sacarles algunos pases. Cuando embestían se paraban en el centro de las suertes y a los toreros no les quedaba más recurso que mover las zapatillas, para evitar el salir por los aire. Cuando fijaban los pies en la arena, surgía el intento de vuelo, como le ocurrió a El Porteño en el quinto. Como los espectadores se hallaban fuera de ambiente, no se dio importancia al hecho de que los tres espadas despacharan con decoro la novillada.

Plaza de Las Ventas

19 de marzo.Novillos de Palha, bien presentados, sin casta. Antonio Camarena: silencio; silencio. El Porteño: silencio; palmas. El Sevillano. silencio; algunas palmas.

El silencio indiferente con que se acogieron casi todas las faenas fue cicatero y casi hostil y los que pitaron al porteño cuando salió a recoger las palmas en el quinto no se habían dado cuenta de que el venezolano había sacado los mejores muletazos de la tarde a fuerza de arrimarse y de echarle mucho coraje al asunto.

Camarena tuvo un primer novillo muy flojo y parado, por lo que su insistencia y tozudez para sacar faena terminó por aburrir. Acabó con el bicho de una estocada que asomaba por la tripa. En el cuarto, volvió a porfiar en los terrenos del nueve, sin mucha idea de las querencias, pues insistió en dar los pases hacia los terrenos de fuera, cuando era evidente que el toro se le iba al estribo.

Estocada en el rincón

El Porteño parecía más apagado y menos bullidor que otras veces. Estaría también fuera de ambiente. Pero, a cambio, estuvo valeroso y seguro, aguantando las tarascadas del pitón izquierdo de su segundo enemigo, y entendiendo bien al quinto, al que le sacó un par de derechazos vistosos. Lo mató de estocada en el rincón.

El Sevillano lo intentó todo y si no sacó más se debió, sin duda, a que fue el que más agitó los pies. Los novillos que le correspondieron apenas pasaban. Se peleó muy bien con el tercero y lanceó de salida con cierto estilo al sexto de la tarde. La faena en este último de la novillada no alcanzó el lucimiento buscado, porque el novillo embestía sin fijeza y desparramaba la vista en ocasiones.

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