Falta de imaginación
El último programa de la RTVE, confiado al director del coro, Pascual Ortega, resultaba interesante por dos razones: el estreno de la Cantata hispánica, del madrileño Francisco Cano (1940), y la audición del oratorio de Haydn Las siete palabras de Cristo en la cruz, escritas a petición del marqués de Valde-Íñigo, José Sáenz de Santamaría, para la Santa Cueva de Cádiz.Instrumental en principio -con versiones para cuarteto y para orquesta-, mucho se habló y escribió sobre la dudosa paternidad de la transformación de la obra en oratorio. Adjudicada por muchos a Michael, hermano del autor de La creación, la hipótesis fue firmemente desechada por Neukomm, discípulo y amigo de Michael Haydn.
Orquesta y Coro de RTVE
Director: Pascual Ortega. Solistas: Juan Porras, Teresa Bordoy, Ifigenia Sánchez y Carlos Chausson.Teatro Real. Madrid, 14 y 15 de marzo
No parecen caber dudas en cuanto al gestionador de la partitura en nombre de Valde-Ínigo: no fue otro sino el segundo marqués de Méritos, Francisco de Paula María de Micón, hijo de Tomás Miconi, un emigrado genovés, escritor, músico y científico entre cuyos proyectos se mencionan algunos tan diversos como el destinado a mejorar el aceite andaluz, construir el canal del Guadalquivir o colonizar las marismas de Lebrija.
Cuenta José María Sbarbi -en un escrito de 1886- que el compositor austriaco recibió de los hermanos gaditanos en prueba de afecto un barril del más exquisito vino deJerez que pudiera hallarse a la sazón. Cosa que Haydn, poco experto en caldos españoles, no agradeció y aun rechazó con indignación: "¿Qué es esto?", vino a exclamar, "¿Me han tomado por un borracho?".
Haydn y España
Del mayor interés para conocer las relaciones entre Haydn y España son los trabajos y la correspondencia con la Casa de Osuna, que publicó Solar-Quintes en el Anuario musical, 1947, aunque aquí, como es lógico, no aparezca noticia sobre Las siete palabras, aunque sí sobre otras composiciones enviadas por Haydn a España a través de Tomás de Iriarte y Carlos Alejandro de Lelis.
De cualquier modo, Las siete palabras... (estrenada en Cádiz probablemente durante la Semana Santa de 1787), por su función de meditaciones para separar las distintas partes del sermón de Viernes Santo, no parecía en principio material idóneo para un oratorio debidamente articulado al estilo de La creación o Las estaciones. El carácter lento de casi todos los fragmentos limita el juego de contrastes y el total no alcanza la estructuracion dramática propia de Haydn en sus mejores oratorios.
La versión dirigida por Pascual Ortega -siempre probo ensayador- careció de imaginación y fuerza expresiva, más necesaria en este Haydn que en ningún otro, y todo se movió a unos niveles de discreción superados por el trabajo de los solistas, Teresa Bordoy, Ifigenia Sánchez, Juan Porras y Carlos Chausson.
El tenor Juan Porras, con la Sinfónica de RTVE, protagonizó el estreno de la nueva partitura de Francisco Cano: una Cantata hispánica sobre textos pertenecientes a tres culturas -árabe, sefardí y cristiana- como resultado de la lectura por el compositor de España en su historia, de Américo Castro. Cano añadió, por su cuenta, un fragmento de la Oda a Juliano, de Romualdo Molina, para representar la romanidad.
Todo es sencillo hasta la simplicídad y, como es habitural en el músico, está bien peinado, pero su tendencia bien sonante acaba por llevarlo en esta ocasión a un lenguaje rezagado que de no conocer al autor nos impediría situarlo adecuadamente en el tiempo.
Pudo escribirse la Cantata hispánica ahora, como así ha sido, o antes de las primeras producciones del grupo del 27. Esta atemporalidad, unida a una excesiva moderación en los contrastes, cualifican la obra en su amable ingenuidad dentro de un casi naivismo que, en otras obras de Cano, no aparece o responde a razones de mayor enjundia.
Cano saludó por tres veces, en unión de Ortega Porras, la Orquesta y Coros de RTVE, para recoger unos aplausos más prolongados que intensos.
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