_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sin peleas

Las pocas ganas de pelea pública y privada que les han quedado a los comunistas catalanes repercutirán en la celebración de un VII Congreso del PSUC, tan aparentemente tranquilo como radicalmente tenso. Y esa tensión procede de la apuesta por el ser o no ser inmediato y futuro de un partido que llegó a tener el 20% de voto en Cataluña y que en la actualidad se debate entre lo poco y la nada. Consciente de que uno de los problemas del partido era el desgaste de sus principales figuras políticas, López Raimundo dio la lección a amigos y antagonistas de anunciar su dimisión irrevocable como presidente del partido. Se abría así un proceso de renovación direccional que el VII Congreso debe solucionar por encima de tópicos de última acuñación.Y el tópico más fuerte de última acuñación ha sido el de que no hay sustituto para la secretaría general, que no hay sustituto consensuable. Es probable que no haya sustituto consensuable si utilizamos el sinónimo pastelear por consensuar, pero mal asunto el que un colectivo de miles de personas no pueda autodotarse de un secretario general que pueda ofrecer a la sociedad extramuros la evidencia de una nueva imagen, sublimada de nuevos propósitos de dirección. Se trata de que un partido pueda ofrecer a la sociedad soluciones inteligibles y no componentes introvertidos que proceden de viejos y nuevos problemas internos.

Todas las fuerzas vivas y muertas del PSUC han dado la necesaria lección de un período precongresual sin escándalos, pero flaco favor a sí mismo y a la sociedad harían unos congresistas imbuidos de su impotencia para elegir un secretarlo general radicalmente nuevo, es decir, de nueva raíz. Y no se trata de encontrar un chivo expiatorio para un evidente fracaso histórico, sino de encontrar un caballo blanco para el necesario futuro. El congreso ha de practicar su soberanía, directa, espontánea, previa a la atribuible a un comité central. Y en su momento, el comité central ha de obedecer la soberanía del congreso y el respeto a la sociedad que no debe ser desaírada. Es una regla moral generalizable, que un PSUC, sin apenas pesebres, debe autorrecetarse.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_