Devolvemos la conexión a nuestros estudios
Apenas 15 minutos faltaban para las dos de la tarde cuando un sector del público que asistía en el polideportivo Mendizorroza al partido de baloncesto Caja de Álava-Estudiantes comenzó a levantarse de sus asientos. Algo había ocurrido, y el nerviosismo afloró pronto en todos los presentes. Los árbitros suspendieron el encuentro, el público se dirigía hacia las bocas de salida, los telespectadores mascaban el aire de los acontecimientos fatales, los locutores no entendían nada y las cámaras apuntaban, como siempre, para otro lado.Había que dar alguna explicación, y por eso uno de los dos comentaristas que narraban el partido para Tiempo y marca, Nacho Rodríguez Márquez, anduvo presto en dar pábulo a los primeros rumores, y dijo que se acababan de producir unos disparos y que un policía había resultado muerto. Aseveración tan grave, basada en algo tan riguroso como los datos que corrían de boca en boca, fue matizada por su compañero de cabina, José Félix Pons: "Es solamente un rumor". El partido seguía suspendido, y a ambos profesionales del periodismo no se les ocurrió otra cosa que devolver la conexión a Madrid. Pero en Madrid nadie respondía, y las cámaras continuaban enfocando a tierra de nadie. El presentador desde Madrid, Alfonso Azuara, tuvo el don de aparecer en pantalla, tomando la invitación de sus compañeros, varios minutos después: justo cuando por los altavoces del estadio se iba a dar una explicación. Y nos quedamos sin ella. La voz de la amable persona que tranquilizó al público quedó cubierta por el diálogo de sordos entre los dos presentadores.
En fin, pasaron más de diez minutos hasta que uno de los dos comentaristas se atrevió, confesando su nerviosismo, a acercarse hasta la pista. Preguntó a la amable persona que había informado al público, aunque nunca supimos exactamente quién era. Y ya por fin conocimos que se había producido un atentado, pero por defectos de sonido fue difícil discernir si causó víctimas mortales y si ocurrió dentro del recinto o fuera de él.
Y en todo esto, ni una imagen del suceso. Las cámaras del polideportivo se convirtieron, por lo que parece, en graníticos monumentos soldados al suelo. Se deduce además que no había ninguna cámara portátil en todo el equipo desplazado a Vitoria. El realizador, el veterano Ramón Díez, debió de pensar en el caso de la perdiz posada sobre el cañón de la escopeta. Un atentado ocurría ante varios camiones de unidades móviles y sin embargo nadie era capaz de fimarlo. Era el cuchillo de palo en la casa del herrero.
Ahí estaba Radio Nacional para salvarnos (y seguramente otras emisoras): poco antes de las dos de la tarde, y en el informativo que comienza a esa hora, despejaba las dudas: al menos dos policías y dos empleados de televisión resultaron heridos en un ametrallamiento a una de las unidades móviles. A las 14.55 -más de una hora después del suceso-, Alfonso Azuara daba información fidedigna desde Madrid, con datos seguros y los nombres de los dos heridos que pertenecen a la plantilla de televisión. Lo que con tanta seguridad había contado quedó en duda, cinco minutos después, con los sucesivos "al parecer" de Felipe Mellizo en el Telediario de las tres de la tarde, que en principio ni siquiera repitió los nombres de los técnicos alcanzados por los disparos (aunque sí al final, sobre las tres y medía).
Los locutores que tantos minutos nos tuvieron en vilo habían pedido "misericordia", al despedir la transmisión, por no haber estado "a la altura de las circunstancias", y rogaban que las críticas no fuesen severas. Habían tenido una noticia, para ellos dos, a menos de 50 metros de donde se hallaban. Y había ocurrido justo en una de sus unidades móviles. Estaban heridos dos de sus propios compañeros. Les habríamos disculpado los nervios si hubiese sido porque sabían, todo eso.
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