Familiares, canciones y estandartes acompañan a los mineros británicos en su regreso a los pozos
La casi totalidad de los 187.000 mineros británicos regresó ayer al trabajo en una ceremonia más propia de una romería que de la terminación de la huelga más larga en la historia de las relaciones laborales del Reino Unido. Estandartes, canciones, mujeres y niños acompañaron el retorno de los mineros.Sólo dos zonas mineras, Escocia y Kent, mantuvieron el paro como protesta por la decisión de la Empresa Nacional M Carbón (NCB) de no readmitir a los despedidos.
Pero incluso en Escocia, el 57% de los 12.000 mineros que componen las diversas cuencas se ha incorporado paulatinamente a las minas en las últimas semanas. A pesar de los piquetes colocados ayer a la entrada de los pozos escoceses, más de 700 mineros volvieron al trabajo. La zona de Kent, la más pequeña de las 19 en que está dividido el país, envió piquetes volantes a Gales del Sur para intentar detener la vuelta al trabajo. Pero 19.000 de los 21.000 mineros de Gales entraron en las minas.
La entrada al trabajo, tras casi un año de huelga, constituyó todo un espectáculo de solidaridad entre los miembros de las distintas comunidades mineras, que tienen a gala no haber sufrido una humillación por parte de la Empresa Nacional del Carbón. Precedidos por las bandas locales y con los estandartes del sindicato nacional minero desplegados, los mineros desfilaron, junto con sus mujeres y, en muchos casos, con sus hijos, por las calles de los pueblos a lo largo y ancho del país entonando canciones hasta la llegada a la entrada de los pozos. El lema más coreado en las procesiones era "United, we shall never be defeated" (Unidos jamás seremos vencidos). En Yorkshire, patria chica del líder minero Arthur Scargill, el estribillo constante era "Scargill, we will support you ever niore" (Scargill, te apoyamos más que nunca).
El propio Scargill dirigió la vuelta al trabajo en la mina de Barrow, cercana a Barnsley, localidad que alberga la sede regional del sindicato de Yorkshire. Los trabajadores, dirigidos por Scargill, regresaron a sus casas al negarse a cruzar la línea de piquetes enviados desde Escocia para disuadir a sus colegas de Yorkshire en el sentido de no volver al trabajo hasta que se consiga una amnistía para los despedidos. Como declaró el propio Scargill, "hasta que no se consiga una amnistía no habrá paz en las minas".
La batalla por la amnistía
El tema de la amnistía para los 700 obreros despedidos a lo largo de la disputa ha hecho pasar a un segundo plano la cuestión del cierre de minas y pérdida de puestos de trabajo, que eran las causas que motivaron la huelga en marzo de 1984.La posición de la empresa, fuertemente apoyada por el Gobierno, es que una amnistía general es impensable, especialmente para aquellos piquetes que han cometido delitos contra la propiedad de la compañía, tales como la quema de autobuses y la destrucción de locales, o han sometido a los mineros que rompieron la huelga a una campaña de intimidación. La NCB está dispuesta a readmitir sólo a los trabajadores que cometieron delitos considerados como menores (por ejemplo, la sustracción de carbón de los almacenes con destino a sus calefacciones locales). Para el sindicato, esta actitud no es suficiente, y continúa exigiendo la readmisión de todos los despedidos, una postura apoyada en el Parlamento por la izquierda laborista, encabezada por Tony Benn y Denis Skinner, pero no compartida por el líder del partido, Neil Kinnock, quien tiene la responsabilidad de presentar al laborismo como una alternativa moderada, y que considera que los culpables de incendios y destrucción no pueden ser amnistiados. La huelga minera ha constituido una experiencia traumática en el resto del movimiento sindical británico, que, como escribía ayer el liberal The Guardian, pensará dos veces antes de "convocar un paro político frente a los poderes del Estado".
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