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Politizar la despolitización

Las elecciones de hoy pueden permitir averiguar si Zia Ul Haq logrará legitimar su poder o, pese a todos los instrumentos coactivos empleados por él contra sus rivales, carece de la confianza de su pueblo.Los comicios de hoy se ínterpretan como un ensayo general encaminado a conseguir, mediante los votos, politizar el proyecto despolitizador del general Zia Ul Haq. En otros términos, el general Zia Ul Haq quiere que se diga que en Pakistán puede hacerse política, pero en clave islámica, esto es, excluyendo a los partidos y las instituciones políticas tradicionalmente presentes en la vida social de su país. En síntesis, zanjando de cuajo la pluralidad política.

La estructura social de Pakistán es arcaica y el proceso de islamización, dirigido desde el poder, arcaizante. Aherrojados y proscritos en la práctica partidos e ideologías -el islam es otra cosa para los dirigentes de Islamabad-, Mohamed Zia Ul Haq intenta sin demasiado éxito convertir el islam en el sucedáneo universal de cualquiera y de toda idea política, económica o social. Una pretensión metafísica muy similar a la de algunos dígnatarios del vecino y bien relacionado Irán islámico.

El islam es sobre todo una respuesta religiosa que adquiere una configuración cultural y se convierte en una forma de organización de la vida cotidiana. Empero, bajo su manto pueden coexistir diferentes concepciones políticas. La entraña tolerante del islam, negada por tanto fanático musulmán, no sólo las permite, sino que exige la pluralidad política, el debate y el acuerdo.

Sin embargo, el islam es, para Zia, el marco referencial dentro del cual todo lo que se ajuste al Corán puede tener vigencia, quedando para la tiniebla exterior todo lo que no corresponda al Libro y a una interpretación determinada de los preceptos islámicos. Numerosos organismos consultivos islámicos se encargan desde 1982 de decir a lo que se atiene y lo que chirría con los textos sagrados.

Pakistán, independiente desde 1947, país islámico por antonornasia, fue el fruto de la lucha de la, Liga Islámica de Mohamed Ali Jinnah, padre de la patria que sólo sobrevivió un año a la independencia.

Gobernado bajo ley marcial o regímenes militares desde 1958 hasta ahora, salvo el lapso de Ali Bhutto, entre 1972 y 1977, Pakistán ha asumido habitualmente un designio político exterior grandioso, distanciado de sus capacidades y de su riqueza real.

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En el umbral nuclear

Este designio se vio marcado presumiblemente por el drama de la guerra civil y consiguiente pérdida de la zona oriental paquistaní, hoy Bangladesh, en diciembre de 1971. Artífice de este designio fue Ali Bhutto, que consiguió para su país el acceso al umbral del club atómico con ayuda de otros países islámicos.

Apoyado hoy por Washington, vinculado a Pekín y a Tokio y en frentado desde casi siempre a Nueva Delhi y a Moscú, dentro de una estrategia diseñada por Estados Unidos para reemplazar a los extintos pactos de Cento, tras la revolución iraní, y a la OTASE, disuelta en 1977, el régimen de Islamabad es una pieza decisiva del esquema norteamericano en Asia. China ha vendido a Islamabad, entre otras cosas, hexafluoruro de uranio y detonadores nucleares, con el visto bueno de Washington, que ha concedido al general Zia aviones de combate F-16.

Más de 2.500.000 afganos viven hoy en Pakistán, a donde comenzaron a llegar desde el derrocamiento del príncipe Mohamad Daud y en oleadas sucesivas tras la intervención soviética en el país, en diciembre de 1979. Islamabad recibe por ello una pingüe ayuda norteamericana, a la que corresponde con apoyo generalizado a los rebeldes afganos.

Pero Islamabad teme que un incremento de los arsenales de la guerrilla afgana acarree represalias contra los campamentos de los rebeldes en suelo paquistaní, como en ocasiones, ha sucedido por parte afgana.

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