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Entrevista:

Mohedano: "Existe una involución autoritaria en materia de libertades"

"El poder corrompe siempre" - "El PSOE no hace política de izquierdas" - "Se han cegado los cauces de participación política"

José María Mohedano, madrileño de 36 años, casado, con dos hijos, ha decidido no presentarse a la reelección como presidente de la Asociación pro Derechos Humanos (APDH), por entender, desde siempre, que es conveniente renovar los cargos. Contestatario desde su época universitaria, en pleno mayo del 68, perteneció durante cuatro años al Frente de Liberación Popular (Felipe), hasta su autodisolución, en 1969, y durante los diez años siguientes, al PCE. Para Mohedano, "el poder corrompe siempre", y en el momento actual se está produciendo "una involución autoritaria en materia de libertades".

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Hombre sin partido, desde que abandonó el PCE, en 1979, antes de que se produjera la desbandada de otros destacados militantes, la actividad más descollante de Mohedano es la de abogado, desde la que ha participado en procesos sonados, como el de la matanza de Atocha o el de la colza, y que le ha permitido compartir su despacho, durante años, con quienes hoy ocupan altos cargos en la vida pública española: Gregorio Peces-Barba, presidente del Congreso de los Diputados; Tomás de la Quadra-Salcedo, ministro de Administración Territorial; Pedro González Gutiérrez-Barquín, secretario general técnico del Ministerio de Justicia, y Mariano Muñoz Bouza, vocal del consejo de administración de RTVE.Pregunta. Después de cuatro años de presidir la APDH, ¿qué diagnóstico hace usted de la vida pública española?.

Respuesta. Lo más preocupante es que se está produciendo una involución autoritaria en materia de libertades, que supone un retroceso respecto a la Constitución. Resulta curioso que la Constitución, en vez de punto de partida desde donde desarrollar los derechos y libertades, se ha convertido en punto de llegada o meta. No me refiero sólo al desarrollo legislativo, que sería caer en un juridicismo estrecho, sino también a las pautas institucionales.

P. En el campo de los derechos humanos, ¿qué diferencias cabe apreciar entre la etapa de UCD y la del PSOE?.

R. Las diferencias esenciales no son muy grandes. Partiendo de que la frontera del cambio estuvo marcada por la Constitución, la única diferencia entre la última legislatura de UCD y la del PSOE es un mayor desarrollo legislativo en esta última, pero que se ha visto truncado porque la óptica con que se ha realizado ha sido la de una ideología muy precisa de orden público, que ha reducido el contenido de algunos anteproyectos de ley socialistas.

Concentración de poder

P. ¿Cómo se está resolviendo el equilibrio entre libertad y seguridad?

R. Mediante una gran concentración de poder en los aparatos de seguridad del Estado, a los que se ha dotado de mayor autonomía y se ha reforzado la militarización de algunos, con lo que ello conlleva en las técnicas de seguridad ciudadana. No se han modificado los criterios en materia de protección al refugiado y al asilado y se ha endurecido el trato hacia los inmigrantes y exiliados. En general, el desplazamiento del poder desde la sociedad hacia el Estado ha cegado cauces de participación política, por ejemplo, en materia de régimen local. Un dato es el carácter presidencialista de los ayuntamientos.

P. En relación con el standar europeo occidental, ¿cuál es la situación de España en materia de derechos humanos?.

R. En conjunto, es el mismo standar, porque la involución autoritaria se ha producido también en otros países de nuestra área. Pero desde luego no existe en Europa una legislación antiterrorista que elimine tantas garantías como la española. En ningún sitio se puede permanecer 10 días detenido fuera del ámbito judicial. Estamos decididamente por debajo de ese standar en materia de torturas. Es mejor ser detenido por la policía sueca que por la Guardia Civil.

El 'sentido del Estado'

P. Usted tiene amigos personales en el poder. ¿Cómo explica que muchos de ellos vean el respeto a los derechos humanos de forma tan distinta a cuando estaban en la oposición y no digamos en la clandestinidad?.

R. Yo creo que los que lo ven de forma tan distinta es porque se han investido de un discutible sentido del Estado que les ha alejado de la realidad de los problemas y les ha impedido darse cuenta de que el Estado no es nuevo, sino el orden que existía anteriormente, y que por el hecho de estar ellos no se han modificado las pautas institucionales que eran tributarias de épocas anteriores.

P. ¿Cree usted que el poder corrompe siempre y es esa la razón de que usted no haya aceptado ningún cargo público?.

R. Desde el punto de vista ideológico, el poder corrompe siempre, en el sentido de que deforma el modo de ver las cosas. Ahora bien, si yo no acepté la propuesta de integración en el Ministerio del Interior que se me hizo fue porque creí que iba a poder influir muy poco en las decisiones políticas y porque además me interesa mucho más la política ejercida desde la sociedad que desde el Estado. Con esto lo que quiero decir es que me interesa más la política como creación social, sin profesionalizar el ejercicio del poder, que la política disciplinada a obediencias que nunca se sabe muy bien de donde proceden y que te obliga a contradecirte con todo lo que has hecho y has pensado antes.

P. ¿Qué hay de la preparación de una coalición eletoral a la izquierda del PSOE?.

R. Es cierto que he tenido con tactos con personas y movimientos sociales, porque comparto la idea de que en España es necesa ria una opción de izquierdas netamente diferenciada de la política liberal democrática del PSOE, que ha dejado de hacer política de izquierdas, porque ha dado la espalda a la transformación de la socie dad. En esa futura coalición yo no jugana otro papel que el de animador de esa opción que, de momento, la veo muy difícil y complicada, por la situación de deterioro electoral e ideológico en que se encuentra esa izquierda en España. Me parece imprescindible esa al ternativa de izquierda, porque no basta sólo con realizar manifestaciones contra la OTAN y denunciar lo que el PSOE no hace bien sino que es preciso una alternativa que no pretenda alcanzar el poder y que aglutine una franja de unos tres millones de votantes con la referencia política de que la única forma de superar la situación actual es la transformación de la sociedad y no la mera reestructuración o puesta a punto del sistema capitalista.

P. Su salida de la presidencia de la APDH coincide con una cierta crisis de identidad de esta asociación, que parece debatirse entre dos tendencias encontradas: una que le conduce hacia la burocratización y otra que le impulsa hacia la contestación al poder. ¿Cuál es, desde la atalaya de estos cuatro años de mandato, el camino mejor?.

R. Ante la opinión pública no ha aparecido esa crisis de identidad de la asociación, que siempre ha procurado tener una actitud crítica frente al poder. Lo que ha ocurrido es que en los últimos tiempos se ha generado una cierta estructura de aparato interno, con tendencia al conservadurismo, a convertirse en órgano de control político, a una cierta soberbia organizativa. Esto puede hacer que la APDH pierda su carácter espontáneo, en alguna medida utópico, y que deje de curriplir lo que la gente espera de ella: su capacidad de decir lo que otros no dicen.

P. En 1984, la APDH ha obtenido casi 76 millones de pesetas en subvenciones, de los que más de 65 millones proceden del Gobierno. ¿Hasta qué punto esa dependencia económica le permite independencia de criterio para cumplir su función fiscalizadora de los poderes públicos?.

R. Asumo solidariamente la responsabilidad con la junta directiva, aunque siempre he estado en minoría frente al hecho de que casi el 90% del presupuesto proceda de subvenciones del Estado, y de ese 90%, el 80%, de la Administración Central. Mi posición en esta materia es clara: la APDH, como la mujer del César, no sólo debe ser honrada, sino también parecerlo. Yo creo que en 1984 no se ha producido una hipoteca respecto a los poderes públicos, pero es cierto que se corre ese riesgo. La independencia política empieza por la independencia económica y es preferible ser independientes, aunque pobres.

Independencia

P. ¿Qué alternativa de financiación existe para asociaciones de este tipo, sin que peligre su independencia?

R. Aparte de las cuotas de los socios, la alternativa sería, como ocurre en otros países europeos, la ayuda económica de fundaciones privadas. Pero en España, no se producen estas ayudas. Así las cosas, la única solución sería que en los Presupuestos Generales del Estado se incluyera una partida para prestar apoyo financiero a este tipo de entidades, siempre y cuando el sistema de distribución fuera público, objetivo y transparente y no condicionado a la prestación de ninguna actividad previamente preestablecida por la Administración.

P. ¿Qué consejo daría a su sucesor en el cargo y a la junta directiva que surja de las elecciones del 13 de abril próximo?.

R. No voy a dar ningún consejo, pero sí expresaré mi opinión de que es importante que la APDH mantenga el trabajo colectivo de los órganos rectores y de los diversos grupos de trabajo, y preserve, incluso si es necesario con exageración, su independencia respecto a los poderes públicos. Cuando falla esta última premisa, en gran parte se pierde la razón de ser de estas asociaciones.

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