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Superar la división de Europa

Es paradójico que los defensores de Yalta, lo mismo que quienes desearían liberarse de ello, se vean unidos en la convicción de que el mundo de hoy fue repartido en Yalta por medio de un acuerdo común entre la URSS, EE UU y el Reino Unido, y que toda variación de esta situación significa poner en duda tales acuerdos y los resultados de la II Guerra Mundial. Pero la idea del reparto de Europa, o del mundo, en Yalta no se basa en ningún documento de esta conferencia ni en ningún testimonio de los participantes.Por el contrario, entre los documentos de la Conferencia de Yalta hubo una declaración sobre la Europa liberada, en la que las tres potencias afirman su voluntad de "prestar asistencia a los pueblos liberados de la dominación nazi, con el fin de resolver, por métodos democráticos, los problemas políticos y económicos ( ... ) y crear instituciones democráticas de su elección ( ... )". Las tres grandes potencias "ayudarán de común acuerdo a todos los pueblos de la Europa liberada ( ... ) a formar Gobiernos provisionales, ampliamente representativos de todos los elementos democráticos, que se comprometerán a establecer lo antes posible, por medio de elecciones libres, Gobiernos que correspondan a la voluntad de los pueblos".

Así pues, no hubo complicidad de las grandes potencias contra Europa como tal, sino, como dice Jean Laloy, "la absorción de la Europa del Este por una de ellas" (*). Lo que dividió a Europa fue la concepción soviética según la cual todo país que se convertía en comunista debía seguir siéndolo para siempre, y cada intento de democratizar o de reformar este sistema era considerado por la URSS como contrarrevolucionario, por lo que Moscú podía intervenir militarmente o por otros caminos también violentos. Esta concepción crea una desigualdad en las relaciones internacionales y, por tanto, una permanente tensión.

Pero el problema más importante es saber si podemos salir de esta lógica de la participación del mundo que existe entre ambas superpotencias, forme parte o no de los acuerdos de Yalta.

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La vía principal lleva a la necesidad de reforzar y desarrollar a la Comunidad Europea, aunque sea consciente de que, por el momento, ésta representa solamente una parte de Europa y, por tanto, no puede hablar en nombre de toda Europa, a la que pertenecen también los pueblos de Europa central. Para ampliar la comunidad y dotarla de más fuerza para superar la crisis económica y defender y desarrollar la democracia, la opinión pública democrática debería apoyar el proyecto europeo de unión, aprobado en febrero de 1984 por el Parlamento Europeo y apoyado por el presidente Mitterrand. El proyecto representa una amplia reforma de los Tratados de Roma y deberá transformar a la comunidad en una verdadera unión europea, política, económica, cultural y también en el campo de la seguridad común.

Otra vía es la promoción de una distensión justa, que no es la confirmación y ni siquiera la consolidación del statu quo político, es decir, la división de Europa, sino, por el contrario, su superación por medio de reformas y por la voluntad de los pueblos para permitirles elegir sus propias vías de desarrollo y modos de vida, sin que corran el peligro de una intervención armada de una u otra superpotencia.

La diferencia práctica entre estas dos concepciones de la distensión se refleja en el campo de los contactos de Occidente con los países del Este. Cuando me preguntan si hay que aceptar las invitaciones e ir a los países del Este, yo digo siempre que sí, pues pienso que la política del aislamiento no puede resultar útil para los pueblos del bloque soviético. Así pues, digo que sí, pero que hay que evitar la unilateralidad de las relaciones y exigir, por tanto, el derecho de poder visitar también a las personas que no están en el poder y que piensan de otra manera diferente de la del Gobierno. Pero ¿cuántos hombres políticos, cuántos partidos en el Gobierno o en la oposición que decidieron ir a Moscú para reunirse con los dirigentes soviéticos trataron de reunirse con, por ejemplo, el académico Sajarov? ¿Cuántos hombres políticos han ido a Varsovia sin pedir visitar a Lech Walesa y a los dirigentes de Solidaridad? Lo mismo es válido para Praga, Berlín, Budapest, etcétera. ¿Cuántos abogados, que demostraron mucho valor al ir a ver a los presos políticos de Chile, de Turquía o de Uruguay, han ido a Praga a visitar al socialista Rudolf Battek, encarcelado desde hace cinco años, o a su familia?

Todo esto es válido para todas las relaciones entre los países del Este y los del Oeste, tanto políticas como económicas, culturales, científicas y de otro tipo. Si deseamos contribuir a superar la actual división, debemos favorecer todos los contactos directos que tienen que ver con las poblaciones que rompen el aislamiento, que difundan el espíritu europeo y la solidaridad en general.

En el campo cultural existen grandes posibilidades. En primer lugar, reforzar la identidad cultural europea a través del conocimiento de las obras de arte de los grandes artistas y escritores europeos, del pasado y contemporáneos. Sería necesario, sobre todo, ayudar a los escritores de los países del Este que están condenados al silencio, o bien que han quedado limitados al medio restringido del samizdat, traduciendo sus obras, publicándolas y difundiéndolas en Occidente. Las universidades y las instituciones científicas pueden invitar a dar conferencias y ofrecer becas de investigación a profesores y estudiosos que en sus países hayan sufrido la prohibición de ejercer sus profesiones. Y no olvidemos, sobre todo, a los jóvenes, ofreciendo becas a los estudiantes, intercambios de grupos e individuos, participación en campamentos de vacaciones, etcétera.

Todo ello puede realizarse pa

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ralelamente con intercambios y contactos oficiales que cubran al menos a una pequeña porción de la sociedad del Este.

Uno de los campos que podría contribuir de manera decisiva a superar la división de Europa es la televisión por satélite, que cruzará las fronteras de los países y de los bloques. Por desgracia, los Gobiernos occidentales no son conscientes de esta gran posibilidad y, por el momento, se preparan para la era de la televisión sin fronteras en las batallas jurídicas sobre quién va a pagar la publicidad y los derechos de autor.

Los cambios y las reformas en los países del Este, que son absolutamente necesarios para salir de la división actual gradualmente, no son posibles sin el acceso a la información y sin una cierta posibilidad de libertad de expresión, aun limitada. Por esta razón, el problema de los derechos del hombre se convierte en el centro de la lucha política en los países del Este. Y es nuestro deber apoyar esta tendencia, defender a los ciudadanos que son perseguidos por su compromiso en esta lucha y darle, la mayor publicidad posible en Occidente.

Asimismo, y sobre todo, la lucha por la paz, que amplias masas de Occidente consideran como la tarea principal, está ligada estrechamente -en los países del Este- a la lucha por los derechos cívicos. Pues si queremos llegar a una Europa sin armas nucleares desde Portugal a los Urales, no podremos hacerlo sin la presión de la opinión pública, simultáneamente sobre ambos bloques y sobre ambas superpotencias. Pues la paz no se alcanza por medio de acciones unilaterales, sino por medio de acciones universales. Se podrá garantizar la paz mucho mejor cuando sea posible manifestarnos contra la carrera de armamentos en la calle y no sólo en Roma, Londres o Bruselas, sino también en Praga, Varsovia, Berlín Este y también en Moscú.

Rechacemos, pues, el mito del reparto de Europa y del mundo en Yalta hace 40 años y volvamos más bien a los principios de la declaración sobre la Europa liberada, adoptada en Yalta, que reconoce a todos los pueblos europeos el derecho a elegir, por métodos democráticos, el régimen en el que quieren vivir. La actual división de Europa es una fuente de sufrimientos para muchos pueblos, a los cuales se niega este derecho. No garantiza la paz ni la estabilidad: al contrario, es origen de tensiones permanentes y de posibles conflictos y explosiones. Superar gradualmente y por caminos diferentes la mencionada división de Europa corresponde a las aspiraciones profundas de los pueblos europeos y representa la mayor contribución al mantenimiento de la paz mundial.

1. Entre guerre et paix. Plon, París, 1983. Jiri Pelikan fue director de la televisión checoslovaca hasta 1968. Es diputado en el Parlamento Europeo por el Partido Socialista Italiano.

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