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Eutanasia social y comités de ética

Uno de los hechos más espectaculares de la medicina actual es su capacidad para mantener en vida a personas que de otra manera ya la hubieran perdido, dice el autor de este trabajo. La muerte en el hospital se extiende cada vez más, y sobre los médicos recae muchas veces la responsabilidad de decidir el momento de la muerte. De ahí que en algunos países existan ya comités de ética en los centros médicos para decidir sobre este tema.

Cuando el apóstol San Pablo exclama: "¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, sepulcro, tu victoria?", tras exponer la esperanza del cristiano en la resurrección, da las ideas directrices que a lo largo de los años han permitido abordar con esperanza y resignación el trance de la muerte. La progresiva descristianización del mundo occidental quita a este fenómeno biológico su aura de paso a un más allá tal vez venturoso y lo reduce a un trance penoso y mal soportado no sólo por el propio afectado, sino por quienes le rodean.Unido ello a la aparición de una tecnología médica capaz de mantener en vida a personas en las que ya no funcionan espontáneamente los órganos principales, ha hecho que la muerte en el hospital sea ya la regla en ciertos países y un fenómeno cada vez más corriente en otros. Esta defunción en el hospital deposita en el médico la dura responsabilidad consistente en decidir cuándo el enfermo está realmente muerto o, lo que es todavía más problemático, cuándo la asistencia que se le aplica sirve sólo para prolongar la vida y no ofrece ya ninguna esperanza de curación.

Ello ha planteado en algunos países, singularmente en el Reino Unido, el problema de la llamada eutanasia social, esto es, de la eutanasia motivada por consideraciones referentes sólo al costo de la asistencia. De cuando en cuando surgen polémicas suscitadas por familiares o amigos de un enfermo al que se ha cortado la atención médica por considerarla ya inútil. El caso más reciente es el de un enfermo afecto de insuficiencia renal crónica, de 44 años de edad, al que los responsables del hospital Churchill, de Oxford (Reino Unido), han decidido interrumpir definitivamente la diálisis porque no mejoraba la mediocre calidad de su vida. El médico generalista que le trataba fuera del hospital ha reaccionado violentamente y ha declarado que "es evidente que el tratamiento ha sido detenido por razones no médicas".

Hace ya tiempo que las autoridades responsables del Servicio Nacional de Salud inglés decidieron que no instalarían aparatos de diálisis para todos los insuficientes renales que podrían necesitarla, lo que ha conducido, evidentemente, a la necesidad de efectuar una selección, encomendada en general al médico tratante. Éste rechazaría con agrado tal responsabilidad, y de hecho, cuando se plantean situaciones del tipo de la indicada, pide que no se le deje decidir solo, sino que las autoridades sanitarias, los familiares o el propio enfermo den su opinión al respecto. En. Estados Unidos, cientos de hospitales están organizando con la mayor discreción, y sin (que nadie les obligue, comités de ética que habrán de tomar decisiones cruciales en problemas de tanta trascendencia como los siguientes: empleo de aparatos de diálisis, aplicación de procedimientos de reanimación, interrupción de la terapéutica en niños prematuros y atención al deseo de ciertos enfermos de que se les deje morir en paz. El presidente de la comisión para el estudio de los problemas éticos en medicina, de Estados Unidos, ha estimado que en 1982 sólo existían esos comités en el 1 % de los 6.915 hospitales del país, mientras que en la actualidad existen ya en el 10%. Incluso los hospitales católicos siguen ese movimiento, y así 39 de los 44 hospitales católicos de California cuentan ya con comités de ética.

Morir en paz

El problema principal que se plantea a tales comités de ética es el de los enfermos que, hartos de verse sometidos a una terapéutica reanimadora sofisticada y que, en general, tiene poco de agradable, desean y piden que se les deje morir en paz. Los médicos que tienen la responsabilidad directa de la atención de esos enfermos tienden a desatender tal petición y a mantener los medios extraordinarios de mantenimiento de la vida hasta que se produce la muerte cerebral.

Justamente, la existencia de esos comités descarga a los médicos directamente responsables de la asistencia de una compleja responsabilidad. Los componentes del comité se encargan de hablar con el enfermo y ¿le esclarecer sus auténticos deseos, de conocer la posición de la familia ante la situación planteada y de obtener una información precisa sobre la evolución y el pronóstico de la enfermedad.

Son ya numerosos, en distintos países, los casos de enfermos que deseaban morir, en contra del parecer de los médicos, y que directamente, o por intermedio de familiares o de asociaciones, han llevado su situación ante los tribunales. Éstos se hallan muy lejos de tener un cuerpo de doctrina uniforme. Así, en los Países Bajos, el Tribunal Supremo ha revocado recientemente la condena adoptada por el tribunal de rango inferior contra un médico que atendió el deseo de una enferma de que la dejara morir. Por el contrario, un tribunal estadounidense dictaminó que no podía permitirse que muriera de inanición a la enferma Elizabeth Bouvia, afectada de parálisis cerebral, y que quería que sus médicos la dejaran fallecer de esta manera.

Es evidente que la existencia de los citados comités de ética va a facilitar la tarea de los tribunales. De hecho, ha habido ya casos en que un tribunal determinado se ha dirigido a dos o tres comités de ética para obtener su opinión acerca de un caso que había de juzgar.

La complejidad de los problemas éticos que actualmente ha de afrontar el médico exige que reciba auxilio no sólo de sus pares, sino de las autoridades académicas, judiciales y administrativas. En este sentido, es ejemplar la acción de la Academia Suiza de Ciencias Médicas, que estudia y propone directrices para ayudar a los médicos a resolver los problemas que se les plantean en su ejercicio profesional, como son las 'directrices para la definición y el diagnóstico de la muerte'.

La sociedad presiona a los médicos para que mejoren constantemente el nivel de su asistencia, presión a la que tiene legítimo derecho, pero al propio tiempo ha de procurar que el médico disponga de los instrumentos administrativos o jurídicos que le permitan resolver del mejor modo posible la problemática con que se enfrenta a diario.

es médico, especialista en temas de sociología médica.

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