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El imperio del dólar

Le Monde Diplomatique"Con un nivel muy bajo de inflación y la perspectiva de una economía en crecimiento, muchos se sienten atraídos por Estados Unidos y colocan sus capitales en nuestro país. Esto, además, resulta necesario desde un punto de vista contable, dado que tenemos un déficit comercial considerable (...) y necesitamos como contrapartida que capitales extranjeros afluyan a nosotros". Así se expresaba el pasado 10 de enero Evan Galbraith, embajador de Estados Unidos en Francia, guardándose muy mucho de mencionar las causas del desequilibrio de la balanza comercial.Sin embargo, el mecanismo es bien conocido. Monstruosamente inflado por los gastos militares, el presupuesto federal estadounidense registra un déficit anual de más de 200.000 millones de dólares. Para enjugar este déficit, Washington se endeuda en el mercado financiero, y la fuerte demanda contribuye a que aumenten los tipos de interés, lo que sirve como señuelo para que capitales extranjeros busquen acomodo en Estados Unidos, al tiempo que el cambio del dólar se incrementa, haciendo aumentar los precios de los productos norte americanos. En consecuencia, las exportaciones son cada vez más difíciles. Tanto el déficit comercial como el aflujo de capitales extranjeros tienen una causa común: el desequilibrio presupuestario, que el Gobierno de Reagan se niega a reducir mediante un aumento de los impuestos.

El déficit comercial estadounidense ha pasado de 42.700 millones de dólares en 1982 a más de 70.000 millones de dólares en 1983, alcanzando los 100.000 millones en 1984. Felix Rohatyn, de la banca Lazard, de Nueva York, calculaba hace unos meses, que los elevados tipos de interés y la fuerte posición del dólar atraerían en 1984 unos 80.000 millones de dólares de capitales extranjeros. Pero parece que se trataba de tina estimación demasiado comedida. Martín Feldstein, ex jefe de los consejeros económicos de Reagan, evalúa este flujo de capitales extranjeros hacia Estados Unidos "en más de 100.000 millones de dólares", cifra que también ha recogido el semanario Tírne.

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Evidentemente, el problema no puede ser contemplado, como lo hace Evan Galbraith, bajo la sola y estrecha óptica de los términos contables. Las leyes del equilibrio, que tanto Estados Unidos como el Fondo Monetario Internacional se esfuerzan en hacer respetar, y con firmeza, a los países más débiles y endeudados, no existen en el panorama económico estadounidense. Tanto el Gobierno federal como cada Estado, al igual que cada familia o negocio, todo el sistema reposa, en un grado desconocido hasta el día de hoy, en el déficit y en el crédito. Tal es el único medio de que dispone Estados Unidos para asegurarse un oneroso relanzamiento económico, así como para que el pueblo estadounidense viva muy por encima de sus posibilidades. Sólo puede permitirse ese lujo el país que controla el dólar. Las demás naciones pagan un alto precio por ello.

10 de febrero

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