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Dinero maldito

Dos nuevas cartulinas amenazan seriamente nuestra economía de bolsillo. Como si no fuera suficiente con las tarjetas de crédito, del cajero automático, de los grandes almacenes, de las sociedades recreativas y las que me olvidaré en la cartera repleta de plástico, nos salen ahora con las tarjetas de débito y de la Telefónica. Mientras los diseñadores del Banco de España, henchidos de patriotismo literario, emiten billetes con caricaturas naturalistas de Galdós, Clarín, Rosalía y Juan Ramón, las sociedades anónimas, limitadas y trilaterales contraatacan prosaicamente con la moneda electrónica, plastificada y multinacional. La peseta de 1985 es teóricamente única e indivisible, pero hay dos clases de pasta española: esos dineros contantes y molientes que invitan a la lectura de nuestros clásicos y los dineros informáticos, inmateriales e infalsificables, que excitan la lectura de esos ordenadores de importación.Llevar dinero encima se ha convertido en un clamoroso signo exterior de pobreza. Los ricos de ahora van por la vida sin un duro en el bolsillo, ostentosamente desprovistos de billetes literarios, protegidos contra las inclemencias callejeras por ese chaleco blindado de tarjetas plastificadas a prueba de sablistas, navajeros y microbios. El dinero en efectivo es cosa de arruinados, de miserables, de tipos carentes de cualquier clase de crédito bancario. Porque la opulencia ya no se mide por el dinero que tienes en el instante de pagar, sino por la capacidad de empeño, débito y moratoria que exhibes con esas cartulinas.

Han fabricado a lo tonto dos nuevos tipos de españoles: los desgraciados que pagan los pufos a tocateja con urgentes billetes verdinegros firmados solidariamente por el gobernador, el interventor y el cajero del Banco de España, y los privilegiados que con gesto cuatrero desenfundan las tarjetas de crédito, de débito, de pasividad y de prestigio para aplazar la deuda otro mes y pico. Los españoles del naturalismo de papel y los españoles del símbolo plástico. Una de las dos Españas ha de helarnos la cartera.

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