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Un supermercado de anticuarios

Un grupo de anticuarios madrileños ha concentrado sus actividades bajo un techo común en pleno centro del barrio de Salamanca, en el número 36 de la calle de Lagasca. Se ha hecho realidad, de esta forma, una vieja aspiración de los anticuarios de contar con un centro moderno donde se ofrezca al público toda una gama de productos relacionados con las antigüedades.La idea no es nueva. Madrid tiene una vieja tradición de centros como éste en las galerías del Rastro. Las condiciones en que se mueve aquella zona han impelido a los anticuarios a concentrarse en el barrio de Salamanca. Con este nuevo centro se potencia una de las zonas clásicas del comercio de las antigüedades en Madrid. Hay noticias de que, en breve, otros grupos de anticuarios van a abrir más tiendas, lo que, unido a las múltiples ya existentes, convertirá a esta zona en visita obligada para coleccionistas y aficionados.

El gremio de anticuarios parece caminar de este modo hacia la reagrupación. Después de años de dispersión e incluso de incomunicación, las ferias, primero, y los centros, más tarde, nos devuelven ahora la imagen que tuvieron los anticuarios en España y que aún perdura en Europa. El local, moderno y transparente, quiere ser un modelo de la nueva imagen del anticuario y acabar con el secretismo y el oscurantismo que a menudo han rodeado a la profesión. El centro acoge en dos plantas a 11 prestigiosos anticuarios. Algunos ya tenían establecimiento en Madrid. Otros han iniciado de esta forma su aventura cortesana. En Lagasca, el aficionado se encontrará con Zenón Sierra, Luis Cárabe, Luis Codosero, Lorenzo Martínez-Pedro Alarcón, Pedro Baptista: Lepina, Arte Moreira, Consuelo Vidal, Antigüedades Guzmán y Rincón de Arte.

El centro no quiere ser sólo un lugar estático, donde la gente puede ir a contemplar y a comprar obra de arte. En palabras de sus componentes, quiere llegar a ser un museo viviente, un animador cultural y artístico de las antigüedades madrileñas, donde se puedan dar conferencias, presentar piezas importantes, realizar, exposiciones monográficas.

La misma concentración de anticuarios dará la oportunidad de llevar un control firme de la calidad de los objetos y un asesoramiento fiable. Entre los mismos anticuarios hay especialistas de toda la gama de antigüedades: pintura, tablas, muebles, relojes, alfombras, cerámica, escultura, etcétera.

La compra realizada en un local abierto, de grandes cristaleras diáfanas, contrasta con el arquetipo de anticuario encerrado en un lóbrego cuchitril y rodeado de infinitos enseres que no dan lugar a la más mínima transparencia.

La desconfianza innata del coleccionista, agravada por las innumerables falsificaciones que se descubren cada día, se podrá despejar en un centro como éste. Ante cualquier dificultad que pudiera ocurrir, será un accidente o una equivocación, que siempre dará lugar a la devolución del importe de la pieza comprada. Es imposible que en estos lugares se pueda dar la más mínima tentación de engaño. La concentración de anticuarios y las condiciones del local lo impiden.

QUE SE PUEDE COMPRAR

El horario del centro es de once de la mañana a dos de la tarde y de cinco de la tarde a 20.30, en días laborables. El sábado, sólo de once de la mañana a dos de la tarde. Los domingos cierran.

La gama de piezas que se puede encontrar es amplísima. Hay de todo. La calidad es muy alta. Además, cada tienda se encuentra especializada de alguna forma en algún género, debido especialmente a la afición de cada anticuario.

Allí se puede comprar un buen Vernet (Lorenzo Martínez), tabla española del siglo XVI

(Consuelo Vidal), un bargueño italiano con incrustaciones de carey y hueso del siglo XVIII (Zenón Sierra), bargueños y tablas flamencas (Luis Cárabe), relojes y joyas (Pedro Baptista), porcelana de la Compañía de Indias (Lepina), abundante pintura del siglo XVII (Antigüedades Guzmán), un piano del siglo XIX (Pedro Alarcón), dos excelentes cuadros de Lupiáñez (Luis Codosero), etcétera.

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