La cuenca alta del Manzanares un parque regional / y 2
El autor, que defendió en la primera parte de este artículo la intervención pública para la protección del medio natural en Madrid, explica ahora las razones quehan llevado a optar por la fórmula del parque regional en el caso de la cuenca alta del río Manzanares y a excluir de su ámbito el monte de El Pardo.
Aplicar la filosofía más tradicional de área protegida, de parque nacional o natural a espacios marginales alejados o aislados por razones históricas o morfológicas de las actividades humanas constantes y recurrentes y conservarlos como reservas o hitos naturales puede ser no sólo razonable, sino conveniente. Ahí quedarían englobados la Pedriza, la sierra de Hoyo y el propio monte de El Pardo y su extensión inmediata natural. Se trata de mantener unos testigos naturales para la contemplación, el estudio o el refugio de determinadas especies naturales y vegetales.Por el contrario, en espacios con una persistente y fuerte presencia humana, configuradora del propio paisaje, excluir al hombre y sus actividades tradicionales, con una óptica conservacionista de manos fuera de la naturaleza, es un factor seguro de desequilibrio que enuncia la ruina próxima de los propios territorios que se quieren proteger. La calificación de parque agropecuario para las grandes extensiones de pastizales, fresnedas, colmenares, dehesas, etcétera, que constituyen el continuo rural que inunda el ámbito definido, anuncia y asegura la apuesta por una protección positiva donde la actividad agropecuaria, la caza controlada, la silvicultura, etcétera, renazcan y, más aún, se potencien con el apoyo de subvenciones o actuaciones públicas complementarias, una vez eliminadas las expectativas de plusvalores urbanísticos parasitarios.
La presencia constante del ir y venir de pastores, agricultores, junto con el paseante urbano, que usa la misma senda tradicional, es la mejor garantía de conservación corresponsable cuando se expulsa al hombre del campo. Hay que buscar los guardas forestales que sustituyan a aquéllos en sus tareas tradicionales, y posiblemente con menor pericia. Nada más alejado del proyecto de ley que un intento de erradicar, y menos expropiar, aquellas actividades y propietarios que usen el parque regional potenciando y respetando sus recursos naturales.
Quedan, por fin, ciertamente acotadas, aquellas áreas de desarrollo urbano enclavadas en el parque regional cuya regulación urbanística se remite a las figuras tradicionales del planeamiento municipal, con dos únicos condicionantes: que los vertidos no contaminen los recursos acuíferos y que las nuevas edificaciones no supongan un impacto visual negativo en la percepción del paisaje rural. Espacios acotados, o mejor, ajustados, no por una prepotente invasión de las competencias municipales, sino porque la labilidad y el valor dominante del territorio en que se asientan así lo exige, en una lógica jerarquizada de prioridades colectivas. No obstante, queda claro que la contención propuesta no ahoga la posible y legítima acción constructiva. Si hoy pueden estimarse en unas 5.000 las viviendas existentes en las zonas urbanas incluidas en el parque regional, dentro de la misma hay suelo vacante para la construcción de otras 5.000 nuevas viviendas, como mínimo.
El monte de El Pardo y su entorno
Proteger el monte de El Pardo sin incluir el monte de El Pardo en el ámbito del parque regional puede parecer una afirmación cínica o una irresponsable paradoja. No obstante, cabe afirmar con absoluta responsabilidad que proteger el entorno del monte de El Pardo, y muy especialmente el espacio que liga la tapia norte de El Pardo con la Cuerda Larga, como primer paso, es una forma segura de preservar este gran cercado, hoy en gran medida vedado, pero ciertamente reservado y controlado.
Con independencia de los errores que puedan haberse cometido y aún continúen cometiéndose en la gestión del monte de El Pardo como reserva natural y de la necesaria potenciación futura como espacio público, integrado en una gestión común con el parque regional que ahora se propone desde la Comunidad Autónoma de Madrid, las amenazas más fuertes que se ciernen sobre El Pardo proceden del exterior del mismo.
Estos continuos desarrollos urbanos han ido confinando el monte de El Pardo, aproximando un muro de cemento capaz de ahogar la vieja cerca de Felipe IV, invadiendo con ruidos, intrusiones visuales abusivas, con vertidos urbanos incontrolados en este recinto a la vez histórico y actual.
En los últimos años, desde los Ayuntamientos y la propia Comunidad Autónoma de Madrid se han abortado los intentos más simbólicos de este proceso de acogotamiento. Han quedado definitivamente borradas promociones como Valverde, El Garzo, el sector oeste de Tres Cantos, y acotadas otras muchas iniciativas inmobiliarias. Desde la plena responsabildad de la Comunidad Autónoma de Madrid, la acción más decidida es garantizar en su integridad natural el tan repetido corredor verde que une El Pardo con la sierra, pasillo para aves, aguas y vientos, espacio aún recuperable que presta unidad y coherencia a ese gran ecosistema que venimos a denominar la cuenca alta del Manzanares.
Abierta queda desde el proyecto de ley la coordinación con el Patrimonio Nacional para una gestión unitaria de los dos ámbitos: el monte de El Pardo y el parque regional. Abierta queda al futuro, en el marco de una deseable próxima ley de protección de la naturaleza, una refundición de los dos regímenes jurídicos y una más operativa constitución de un órgano de gestión único.
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