El colonialismo francés
Con respecto al artículo aparecido en EL PAÍS del 20 de enero, Asignatura pendiente en el Pacífico, y la anacrónica situación de potencia colonial que Francia mantiene aún en el Pacífico sur, me gustaría que no se olvide a la Polinesía francesa: Tahití y las islas cercanas, islas Marquesas, archipiélago de atolones de Tuamotu y Australes. Es una superficie de agua con granos de tierra que se extiende sobre una longitud que puede compararse al Mediterráneo, incluyendo la Península Ibérica dentro.Oficialmente se llama Territorio de Ultramar Francés, goza de limitada autonomía interna, es presidido por un haute commissaire (ex gobernador), y en los atolones de Mururoa y Fangataufá se hacen estallar bombas atómicas en la atmósfera desde 1967 hasta 1979; después, pruebas submarinas en el corazón mismo del atolón.
¿Qué sabe la opinión pública europea de esto? Casi nada. La Polinesía francesa disfruta, junto a Nueva Caledonia, de asociación al Mercado Común (CEE), pero un ciudadano francés o de la CEE que quiere ir a Tahití debe presentar a la aduana de entrada un billete de ida y vuelta y dinero para su estancia en el país. La Polinesia francesa tiene una población de 143.000 habitantes (1981), y en Papeete (Tahití), de 63.000 (1977).
La mayoría de la poblacíón es de origen maorí y mezclada con blancos y chinos, mestizos o demi, como suelen ser llamados allí. Hay un 20% de población que es de chinos o descendientes de chinos. Los blancos son muy pocos.
Tarde o temprano, la Polinesia francesa se hará independiente porque la juventud polinesia maorí y mestiza comprende que no se puede continuar así con la nodriza Francia, que gasta millones de francos en sustentar una economía inexistente. Ejemplo: 1979; importaciones, 36.700.000 francos; exportaciones, 2.215.000 francos. Economía artificial que mantiene un elevado nivel de vida en Tahití para que la gente se quede calladita, sin protestar, para que Francia pueda salir adelante con las experiencias atómicas en Mururoa.-
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