La Fundación Jiménez Díaz, ¿una reconversión más?
La clínica de la Concepción, que es como se conoce popularmente a la Fundación Jiménez Díaz, arrastra un abultado déficit que hace insostenible su situación económica, dicen los autores de este trabajo, facultativos de dicha institución. Sin embargo, los servicios que presta siguen siendo necesarios y requeridos por la sociedad, por lo que la Administración debería tomar cartas en el asunto.
La Fundación Jiménez Díaz, clínica de la Concepción, lleva, desde hace años, acumulada una serie de desequilibrios que, hoy, se traducen en un abultado déficit que hace insostenible su situación económica. También hoy sabemos que todo aquello que no se sostiene económicamente no se sostiene de ninguna otra manera. Hoy lo que debiera interesar a la Fundación Jiménez Díaz son los errores cometidos en el pasado, en la administración y diseño de su compleja estructura, para no repetirlos en lo sucesivo.Hoy aquello que la Fundación Jiménez Díaz proporciona son servicios asistenciales, docentes y de investigación a un nivel cuya calidad pueden certificar miles de personas y muchas instituciones nacionales y extranjeras.
Dada la secular carencia de recursos dedicados a algunos de estos objetivos, la consecución de los mismos depende, a veces, de un esfuerzo personal continuo. Pero los resultados penden de un hilo y cualquier perturbación puede acabar con años de dedicación. La actual incertidumbre que rodea el futuro de la clínica de la Concepción no es el mejor estímulo para las aspiraciones cotidianas a los mejores servicios posibles.
Pero lo más sorprendente a propios, y seguramente sorprenderá también a extraños, es que los servicios que la clínica de la Concepción proporciona siguen siendo necesarios y requeridos. ¿Existe cuestión de marketing o falta de valentía para reconocer pasados errores -que algunos habrá-, cortar por lo sano -muy propio-, y seguir, más y mejor, hacia adelante? En estas tareas, junto a los médicos particípan muchos otros profesionales y oficios, y también, sobre todo, los pacientes aportan su optimismo, su fe en nuestros métodos y, por qué no, su desconfianza y su desesperación. Si el barco en el que todos estos pasajeros navegan se hundiera, sólo unos pocos encontrarían chalecos salvavidas. Los demás encontrarían la desasistencia, la frustración y el desempleo. Si la clínica de la Concepción desaparece o si reduce sus actividades cuando más necesarias son éstas para la salud de los españoles y el progreso de nuestra ciencia y nuestra docencia universitaria, se habrá cometido el error de reconvertir un sector con futuro.
Contra la mala salud económica hay técnicas y remedios que los médicos desconocemos pero que a buen seguro no serán incompatibles con aquellas que restauren la salud de nuestros pacientes, si se aplica la voluntad y decisión necesarias y se actúa con rapidez. La Administración lleva, en el reparto de papeles, el de protagonista.
Si, por el contrario, se permite que la situación de la clínica de la Concepción se deteriore, el trabajo y el esfuerzo de muchos años no habrá dado su fruto y será como si uno de los pocos motores que tiene el tren del progreso y la ciencia en España hubiera dejado de funcionar.
Causas
La quiebra y desaparición de una institución (cualquiera que ésta sea) puede explicarse según un amplio conjunto de causas que, sin embargo, se reducen a tres causas básicas: una mala gestión, un diseño defectuoso y una escasa vigencia (por falta de valoración o necesidad de sus potenciales usuarios o, en otras palabras, lo que los economistas, tan influyentes hoy, llamarían un defecto de la demanda) de sus objetivos. Muchas empresas y, en ocasiones, algunos sectores enteros desaparecen por una combinación, más o menos equilibrada, de estos tres tipos de causas básicas.
Es urgente preguntarse a cuál (o cuáles) de estas tres causas genéricas debe la Fundación Jiménez Díaz la contemplación de los negros nubarrones que se le avecinan. La respuesta, creemos, nunca incluiría la tercera de las causas. Hoy, y cada vez más, la sociedad española necesita y valora la buena asistencia, la buena docencia y la buena investigación médicas. La clínica de la Concepción cumple dignamente estos objetivos, y la pregunta relevante que surge en función de la respuesta anterior es, a nuestro juicio, la siguiente: ¿qué piensa hacer la Administración para afrontar los problemas de la clínica de la Concepción? La respuesta a esta última pregunta es, si cabe, más urgente todavía.
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