La iglesia de Sant Jaume de Frontanyà
Un modelo perfecto del más puro románico catalán
Aseguran los expertos que la iglesia de Sant Jaume es uno de los más perfectos ejemplos del románico rural catalán. A mí me pareció bellísima; simple sin ser en nada torpe; recogida, sin llegar a convertirse en masa cerrada; sencillamente perfecta. El entorno hace el resto y completa la postal como si fuera de encargo: un paisaje intrincado de montaña, prolíficamente arbolado, en el que se asienta la diminuta población que se extiende en torno a la iglesia.Estos perdidos lugares se hacen cristianos ya a comienzos del siglo IX y pasan a los dominios del célebre conde Wifredo el Velloso. Según cuentan los archivos de la época, la iglesia de Frontanyà habría sido fundada justo en los primeros años del siglo X y consagrada al apóstol cuya devoción ya se estaba extendiendo por todos los reinos cristianos, Sant Jaume, el mismísimo San iago.
Destinada a atender las necesidades religiosas de la población recientemente asentada, fue también comunidad monástica según la regla de san Agustín, y así se mantuvo hasta el siglo XVI, época en la que comienza el abandono, no sólo de la iglesia, sino también de toda la zona. Hoy la iglesia, sin embargo, se conserva casi como en el siglo XI.
La fachada, sencillísima, con portada de doble arco sin decoración alguna, está estructurada en dos niveles mediante arcuaciones ciegas, que constituyen a su vez el único elemento decorativo del exterior, en los tres ábsides y en el cimborrio. La doble espadaña y la ventana circular fueron añadidas posteriormente.
El interior, de una sola y esbelta nave cerrada con bóveda de cañón, es, a pesar de sus reducidas dimensiones, impresionante. La piedra desnuda, el juego de las superficies lisas de los muros y las curvas de los tres ábsides y los cinco absidiolos del central, la rotundidad de la cúpula del crucero, donde se levanta el cimborrio, todo contribuye a crear un espacio especialmente propicio para los fines perseguidos.
La iglesia se encuentra normalmente cerrada. Para visitarla habrá que pedir la llave, que se encuentra en el vecino hostal Sant Jaume.
CÓMO IR
Junto con sus justas alabanzas los libros y guías advierten de la inaccesibilidad al templo. En los últimos tiempos, sin embargo, tal advertencia carece absolutamente de sentido. De la carretera que une Berga con Sant Quirce de Besora, exactamente a la altura de Borreda, nace hoy una magnífica desviación que en nueve kilómetros llega hasta Sant Jaume. Amplia, recién hecha la carretera sustituye a la difícil pista de antes, internándose en hermosos, intransitados parajes de montaña, bosques espesos de la Sierra de Matamala, aisladas masías que se han conservado perfectamente iguales a sí mismas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.