'Caravana de mujeres' para los solteros de Plan
"Mosén, con este frío es muy difícil pecar contra el sexto...". "Pues sí". Jacinto Brallans, de 50 años, párroco del valle pirenaico de Gistau (Huesca), vive exactamente en Plan, el pueblo donde los solteros han decidido hacer un llamamiento a las mozas casaderas del mundo entero con vistas a modificar su estado civil. En principio, cuando un grupo de mozos dio los 15 duros para poner el anuncio en El Heraldo de Aragón, ellos creían que el llamamiento lo estaban haciendo a un círculo geográfico más reducido, la provincia de Huesca o poco más
.Una semana después han empezado a pensar que no es así. Solteras de varias latitudes y periodistas de Europa y América bloquean, prácticamente durante todo el día, el teléfono 50 60 48 de Huesca, donde la soltería de Plan y de media docena más de pueblos del valle -142 recios miembros de la raza pirenaica, de un total de 750 habitantes ha establecido el cuartel general de recepción de candidatas.
"Candelaria, ¿cuánto mides? ¿Uno y pico?, ¿y cuánto es el pico?", habla Luis con Canarias.
Luis es sano, curtido, prácticamente sin enfermedades de transmisión sexual -según Guillermo Bernués, el médico, de 28 años-, con estudios. "El colegio de aquí", dice José Servet, un candidato de 42 años, ganadero, aunque también hay algún universitario-, es menos religioso de lo que le gustaría al mosén y espiritual dentro de un orden. "El único puticlub de la zona, Monteperdido, que estaba a veintitantos kilómetros, en Parzán, quebró por falta de clientela, y eso que a última hora pusieron cuatro negras fondonas traídas de Guinea", como explica el médico. El pirenaico de Plan y pueblos cercanos incluidos en el motivo de esta historia tiene entre 20 y 60 años, trabaja en la ganadería o en la madera y está acostumbrado a que le den los 14 grados bajo cero a base de calcetines de artesanía de pura lana hechos en el valle, y que vende al forastero a 500 pesetas.
Agencia matrimonial
El pasado 2 de enero un grupo de lugareños estaba en el bar Ruché, de Plan, actualmente convertido en agencia matrimonial y centro de recepción de llamadas, viendo por televisión la película Caravana de mujeres; y decidió que si un buen día se había repoblado California no había motivo alguno para no hacer lo mismo con el valle de Gistau, donde las casas se vienen abajo porque muchos hombres y algunas mujeres se han ido quedando solos con los padres, mientras las chicas "no tenían más alternativa que irse a servir a Huesca o a Barbastro o casarse con un guardia civil", como cuentan en el bar, y eso que la segunda opción tampoco está muy fácil ahora, porque en Plan hay un cabo, que está casado ya, y dos números, uno soltero y el otro a punto de acercarse al altar.
Fue, pues, Caravana de mujeres el motivo que hizo pensar a los solteros del pueblo que, "aunque no podíamos mandar a Robert Taylor a recoger chicas" -en frase de Luis, aspirante de 54 años, de profesión carpintero-, "pues si subían 10 o 20 a los carnavales, bueno sería". Pepe Elfau, el secretario del Ayuntamiento, que no busca novia porque ya la tiene en Huesca, apunta que "Azorín decía que no hay nada nuevo bajo el sol, porque cabría hacer un paralelismo en plan rapto de las sabinas y recordar que Roma se fundó en una de éstas, aunque como aquí vamos de cultos y civilizados, no, vamos a ir a secuestrarlas al pueblo de al lado". Nadie sospechaba la repercusión de la propuesta de los recios pirenaicos.
El perfil de la candidata media en la mente de los solteros de Plan tiene matices muy tradicionales, pero no exentos de algún toque de liberalidad. José, de 29 años, la prefiere delgada, pero sobre todo "sencilla y hogareña, sin más". "No se trata del atractívo risico, sino, ante todo, de la moral y el flechazo", dice un albañil de 56 años que no quiere darsu nombre. Y Luis, el carpintero, pide "que sea limpia, que sepa hacer una comida con los recursos que tenemos, como las gallinas, las judías verdes y un huertecito, y criar y educar a los hijos, si llegaran". Mariano Loste, de 37 años, pretende "una chica de unos 30 que esté bien, que sepa hacer los quehaceres de casa y que sea una mujer decente". El toque liberal lo pone el hecho de que para ninguno parece ser problema una madre soltera, de las que, por cierto, no faltan llamadas. Incluso se ha puesto en contacto con ellos una viuda zaragozana que reside en París. Para todas las candidatas, que serán trasladadas a Plan en autocares -posiblemente pagados por el Ayuntamiento- y alojadas en las casas del pueblo, se dará una gran fiesta, con comida y orquesta incluidas. Los mozos no saben aún la fecha, porque ahora la nieve impediría incluso llegar a las aspirantes -"con el frío que hace no correrían ni los espermatozoides", dice poéticamente Pepe Elfau, secretario del Ayuntamiento-, pero tampoco quieren aplazarlo demasiado, porque "la fiesta hay que hacerla en caliente", como apunta, con abierto eufemismo climatológico, uno de los solteros más jóvenes.
Utima boda
En medio de todos, acostándose prácticamente el último y disfrutando como salsa de todos los guisos, está el mosén, que lleva en el pueblo más de 13 años y parece tener poca actividad profesional. Celebró la última boda hace año y medio, y responde a la pregunta de cuál es el sacramento que administra con más frecuencia diciendo: "La extremaunción". "Pero, padre, ¿y la confesión?". "Hombre", hace una pausa, "sí..., también se confiesa la gente". A mosén Jacinto Brallans, la idea de los 142 solteros del valle le pareció "un tema humano e interesante que puede interpretarse humorísticamente", y está dispuesto a celebrar las bodas que vengan, aunque "si a los cuatro días se van a tirar los platos a la cabeza, pues no merece la pena". "Y si acudieran muchas chicas y sobrara alguna, ¿a usted no le vendría bien un ama de llaves?". "Pues, a la larga, tendré que pensarlo", contesta el párroco, "porque a medida que pasan los años puede ser un problema". El cura estuvo de fonda al principio, pero ahora se hace él la comida: "La cocina no se me da mal".
El último pueblo señalizado antes de llegar a Plan se llama Sin, como avisando de qué va la fiesta allá arriba. La ruta Sin-Plan transcurre por varios túneles con estalactitas de hielo y conduce a una planicie que, según algunos, ha dado nombre al pueblo de esta historia y a otro situado a un kilómetro, San Juan de Plan, que tiene un museo etnográfico, una alcaldesa socialista y varias mozas casaderas, casi todas las cuales tienen novio de fuera. Es el caso de Pili, de 20 años, que trabaja en hostelería en Ainsa, un pueblo a 40 kilómetros, y piensa que "en el valle hay muchas chicas que se habrían casado aquí si los mozos les hubieran dicho algo". Ella no acepta la excusa de la timidez de los lugareños, porque "yo, si un chico me gustara, se lo diría descaradamente".
La alcaldesa, Josefina Loste, dice que quizá la explicación de la pertinaz y numerosa soltería de los pueblos de Gistau sea el refrán de que "el pan de casa no es bueno". Ella está encantada con la publicidad que esta fervorosa campaña matrimonial ha dado al valle, y aprovecha para recordar que hay allí condiciones para montar unas magníficas pistas de esquí, que necesitan ampliar el trayecto del coche de línea, mejorar las carreteras. Al fin y al cabo, con este clamor de los solteros estos pueblos no hacen sino acercarse un paso más a su entrada en la posteridad. Un día pasó por el Pirineo de Huesca un republicano, le gustó la danza de los mayordomos de San Juan de Plan y Benasque y, sin encontrar problema alguno en que fuera un baile religioso, tomó la música y la incluyó en su empresa política. La historia se encargaría de añadir a esta música el nombre del plagiario: era el Himno de Riego.
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