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Los 35 niños gitanos de Vicálvaro entraron al colegio protegidos por la policía

Los 35 niños gitanos de Vicálvaro comenzaron ayer sus clases en el colegio nacional Doctor Severo Ochoa, aunque pudieron entrar en el colegio sólo gracias a la protección brindada por una veintena de policías municipales, que formaron un cordón de seguridad ante las puertas del centro y resistieron los empujones de un numeroso grupo de madres de niños payos que intentaron por todos los medios impedirles el acceso. Al no conseguirlo, un grupo de madres decidió llevarse a sus hijos del colegio, en un ambiente de gran crispación y entre gritos que exigían la dimisión del director del centro.

Aunque las clases comenzaron a las nueve de la mañana, los 35 niños gitanos fueron convocados ante las puertas del colegio a las 9.30, para evitar los posibles incidentes. Sin embargo, al menos dos centenares de personas, la mayor parte madres de alumnos del centro, se quedaron esperando para observar los acontecimientos y afirmaron desde el primer momento que se opondrían con todas sus fuerzas a que los niños gitanos comenzaran las clases.Las puertas que dan acceso al patio del colegio estaban guardadas por una veintena de policías municipales, algunos de los cuales se encontraban siempre en estrecho contacto con los niños motivos de la polémica. Ningún gitano adulto apareció por el colegio, excepto dos mujeres de edad, que acudieron aproximadamente a las 10.30 de la mañana y que reclamaron a voz en grito el derecho de los niños gitanos a recibir educación.

Durante casi dos horas los forcejeos contra la Policía Municipal y los gritos de protesta fueron continuos. Primero para impedir que los policías municipales abrieran las puertas que dan acceso al patio del colegio y permitir la entrada de los niños gitanos. Después, cuando los niños pudieron entrar al colegio por un estrecho pasillo que losagentes abrieron entre la gente, los manifestantes pugnaron de nuevo con los policías municipales para conseguir a su vez entrar en el edificio y sacar a sus hijos de las clases en señal de protesta.

Algunos lo consiguieron. Otros tuvieron que esperar hasta las 11, hora en que los niños salieron al recreo, para hacerlo. A partir de entonces la situación se normalizó, aunque nadie se atrevió a pronosticar lo que podía pasar hoy.

Las mujeres que aguardaban en las inmediaciones del colegio mostraban una gran excitación y un enojo generalizado contra los medios de comunicación, a los que acusaban de haber tratado el problema de forma muy superficial. Para las manifestantes, la ecuación rechazo a los niños gitanos igual a racismo no es exacta. Varias de ellas, que prefirieron conservar el anonimato, señalaron que nunca ha habido problema alguno con las familias gitanas asentadas desde hace muchos años en el barrio.

"Es desde que llegaron los gitanos portugueses", afirmaron, "cuando han comenzado los conflictos. Niños de la misma edad que los que se han admitido en el colegio han asaltado a punta de navaja a nuestros hijos y les han robado las cazadoras y otros objetos personales". "Estamos hartos" era otro de los argumentos comunes, "de que los gitanos no paguen impuestos, reciban atenciones gratuitas, campen por sus respetos sin que nadie les haga nada por el miedo que tenemos a las represalias, y que luego se nos quiera imponer su presencia".

"Por supuesto que cualquier niño tiene derecho a recibir una educación, y de hecho hay ya dos niños gitanos que asisten desde septiembre a la clase de preescolar, pero en este caso se deberían haber buscado fórmulas menos conflictivas, y no con el ordeno y mando que han utilizado las autoridades educativas. Lo que nosotros planteamos es que los niños gitanos se repartan por todos los colegios de Vicálvaro, incluidos los privados que reciben subvención".

De nada sirvieron las admoniciones de algunos miembros de la asociación de vecinos, que defendían la postura de que el problema de los niños gitanos debía plantearse en el marco de las negociaciones que se siguen actualmente con el Ayuntamiento, la Comunidad de Madrid y el delegado del Gobierno en Madrid. Estos contactos están encaminados a eliminar el importante asentamiento gitano -cifrado en unas 400 familias, la mayoría de ellas de origen portugués- en el barrio.

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