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VIAJES

En el centro de El Bierzo, el monasterio de Carracedo

Un fantástico asentamiento abandonado en una de las comarcas más bellas de España

Palacio real, monasterio benedictino, iglesia. Todo lo fueron esas piedras de siglos diferentes que se tambalean hoy en Carracedo ante un abandono despiadado. Montes y colinas que se alternan con huertos: la comarca del Bierzo, tierra de cenobios y ermitaños, fue la elegida por Bermudo II para levantar un pequeño palacio, allí justo donde su padre, Orduño III, había construido también una de sus residencias. El rey de León quería hacer de Carracedo su morada, e incluso del lugar, su panteón y el de sus herederos. El proyecto completo no se llevó a cabo; sin embargo, palacio y monasterio gozaron de todos los privilegios reales.Doña Sancha y Alfonso VII añadieron dependencias y riqueza a la primitiva construcción; por su parte, el Císter se hizo en los primeros años del siglo XIII con estos dominios. Entre todos convirtieron Carracedo en el monasterio más poderoso de todo el Bierzo, sito en las últimas etapas del camino europeo que converge en el vecino Santiago.

Difícil resulta seguir hoy, entre ese laberinto de ruinas y muros, salas y pasadizos las diferentes estructuras del conjunto. La primitiva iglesia románica del siglo X desapareció casi prácticamente bajo otra gótica, hoy, a su vez, negada por la construcción neoclásica del siglo XVIII. La hermosa sala capitular, pensada Dara Danteón de reyes. lo fue de abades, y mantiene su bóveda, de nervaduras góticas y buenos capiteles labrados. Justo a su lado se abren las dependencias del palacio real, las mejor conservadas. No hay duda de que, en una época de forzada austeridad, fue concebida para el lujo. Estancias sorprendentemente abovedadas, portadas y tímpanos labrados dan paso a la famosa Cocina de la Reina.

Se trata de un amplio salón, que debía ser el eje del palacio, cuya techumbre, hoy prácticamente desaparecida, estaba sostenida por cuatro preciosas columnas. Se abre al exterior por una hermosísima galería -el llamado Mirador de la Reina-, una exquisita obra de comienzos del gótico, de tres arcadas sostenidas por finísimas columnas y primorosamente labradas.

LA VISITA

El monasterio se encuentra en las afueras del pueblo, a tan sólo un par de kilómetros de la carretera general que de Ponferrada se dirige a Villafranca del Bierzo. Un guarda suele acompañar la visita. Si no lo encuentra en las mismas puertas del monasterio, en el pueblo le darán razón. Durante más de 30 años se dedicó a este oficio Isidro Castro, ilustrando con toda la prolijidad del mundo la complicada y remota historia de las distintas construcciones y tratando de separar, entre las piedras, fechas y reyes. Hoy está ya jubilado, pero se suele acercar irremediablemente al lugar de sus amores. Si tiene ocasión, no lo dude: él le introducirá con anécdotas inverosímiles por las ruinas de lo que fuera tan poderoso y real sitio.

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