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Proselitismo

Rosa Montero

Últimas palabras es un programa de televisión que se emite al final de todo, al filo de la madrugada y el dormir.Es un espacio religioso. Es decir, católico y romano, porque religiones hay muchas por el mundo. He de añadir que está bien hecho. A veces, cuando la pereza me ha impedido levantarme del sofá y apagar el aparato en su momento, el espacio me ha prendido y me lo he visto cuidadosamente hasta el final. Son testimonios: personas de todo tipo y condición, que con desparpajo sin igual cuentan frente a la cámara por qué son católicos y en qué consiste su relación con Dios. Como es lógico, las intervenciones varían mucho: unas son más curiosas, otras más aburridas y hay algunas verdaderamente despampanantes, como la de un hombre que se confesaba yonqui añejo y que explicó que, tras muchos años de intentar desengancharse de la heroína, un buen día se encomendó a Dios y, zas, se acabó todo, no volvió a picarse más y ni tan siquiera sufrió mono. Milagroso.

A mí lo del programa religioso me parece bien. Ya digo que incluso me interesa. Echo de menos que TVE no dé cabida a otras creencias, siquiera de vez en vez. Pero sobre todo echo de menos que no haya un espacio semejante para los agnósticos y los ateos, que son legión en este país. Así como Ultimas palabras hace proselitismo de la fe, resultaría justo que también pudiera hacerse proselitismo del descreimiento. En el mismo tono que utiliza el programa religíoso, que es respetuoso y muy discreto. Simplemente una exposición sensata y razonada de otra postura ante la vida.

Creer o no en Dios es cuestión íntima, sin duda, y como tal, una elección fundamental y perfectamente lícita. Lo que me preocupa un poco es la utilización que luego determinados poderes y partidos hacen de la masa anónima de católicos. Me preocupa que se les invoque constantemente para respaldar acciones terrenales. Por eso, y puestas así las cosas, reclamo mi derecho a predicar un mundo ateo. Si los católicos pueden propagar la palabra de Dios a través de una TVE que es también nuestra, ¿por qué un agnóstico no va a poder propagar la voz de su conciencia?

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