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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La Corona, con la democracia

FRENTE A LOS intentos de la derecha reaccionaria orientados a establecer una vinculación entre la Corona y las Fuerzas Armadas u otras instituciones de la vida pública, marginando o evitando la autoridad política del Gobierno, don Juan Carlos ha defendido siempre los inequívocos rasgos de la monarquía parlamentaria: el Rey, como jefe del Estado, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación en las relaciones internacionales y ejerce las atribuciones expresamente atribuidas por nuestra norma fundamental y por las leyes. Siendo su persona inviolable y no estando su conducta sujeta a responsabilidad, los actos del Rey deben estar siempre refrendados -salvo para la designación de los miembros civiles y militares de su casa- por el presidente del Gobierno, por el del Congreso o por los ministros competentes.Los usos de nuestro sistema político han ido creando, sin embargo, los espacios de comunicación social necesarios para que don Juan Carlos, sin apartarse de su papel constitucional, pueda dar expresión pública a sus funciones de arbitraje y moderación. Los mensajes de Navidad han sido en este marco un punto de referencia para adivinar las preocupaciones del Rey y conocer sus valoraciones acerca de la situación.

En el mensaje de este año el Rey señala que los problemas acuciantes de la convivencia española no han impedido -"ni uno solo de ellos, ni todos en conjunto"- que "las instituciones democráticas hayan funcionado". Don Juan Carlos glosa la dimensión del sexto aniversario de la Constitución, cuya conmemoración ha servido para probar "la consolidación de principios, derechos y deberes en cuyo acatamiento estamos de acuerdo la gran mayoría de los españoles", y para mostrar "la seguridad de que nuestro camino es irreversible".

Cancelando definitivamente tramos anteriores de nuestra historia, el Rey subraya que "reconocemos ya como nuestras, en toda su función y vitalidad, las instituciones de nuestro Estado" y recuerda que "en ellas y con ellas se abren las posibilidades de convivencia pública y política que deseamos". El hilo que recorre el mensaje es precisamente la reiterada invitación a enterrar las añoranzas del pasado y a situar la voluntad de futuro -"quisiera que esta palabra, futuro, sirviera para cerrar estos 12 meses cargados de vicisitudes y fuera también la primera con que abriéramos esperanzados el año"- como clave de arco de nuestro sistema democrático.

El mensaje considera "una realidad objetivamente cierta y confortadora" el hecho de que España "cierra filas en sus proclamados objetivos de asentar el progreso en libertad" y de ser "una nación moderna", identificada con el grupo de países que, gravemente afectados por la aguda crisis mundial, saben "que el único camino digno de recorrer en esta etapa final del siglo XX es la superación diaria, consciente y libremente asumida". En el terreno de la política concreta el Rey ha reiterado la necesidad de proseguir la lucha contra el terrorismo y se ha hecho eco de los problemas de los parados y de la impaciencia de los jóvenes que no encuentran oportunidades. Mientras nuestro sistema económico no pueda integrar a los desempleados, señala, no estaremos en condiciones "de avanzar hacia la modernidad".

Por último previene a la clase política contra las exageraciones nacidas de la vehemencia, la pasión y el derrotismo y exhorta a los agentes de nuestra vida pública para que muestren "prudencia en la polémica, cordialidad en el planteamiento y resolución de las discrepancias, con amplitud de miras en el análisis de la realidad nacional". El horizonte de la conmemoración del Descubrimiento -"una nueva frontera en la civilización"- debe ayudar a tomar conciencia del lugar que debe ocupar España en las relaciones internacionales. En última instancia, el Rey, que evoca los progresos logrados "por los años de construcción de nuestra democracia", pide a los españoles la "ilusión colectiva" necesaria para poder "conquistar una sociedad mejor".

El mensaje se trata en definitiva de un hito más en el compromiso personal del monarca con el régimen democrático y una expresión fehaciente de que la Corona está irresoluble e irreversiblemente unida al sistema de libertades.

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