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Thomas P. O'Neill

El veterano político norteamericano lleva 34 años en la Cámara de Representantes

Thomas P. O'Neill, Tip, el presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, acaba de cumplir 72 años, y como además de político es jugador de golf, reconoce que 72 es el par del campo. Todo parece indicar que los dos próximos años de legislatura que va a presidir serán su canto del cisne. Los republicanos han intentado presentarle como un hombre del pasado, más preocupado por la forma que por el contenido, y con la ayuda de los caricaturistas de prensa le han utilizado como esperpento de un tiempo que ya no volverá.

Tip no es, sin embargo, el tipo de hombre que se confunde fácilmente con otra persona. Lleva 50 años en la vida pública, 34 de ellos en el Congreso, desde la época de Franklin D. Roosevelt a la de Ronald Reagan, lo que no es poco. Y pese a los ceños fruncidos y a las protestas dentro de su propio partido, acaba de ser reelegido por aclamación.Una razón de este respaldo casi unánime es que ha sido leal a su partido durante dos generaciones, y la veteranía en la Cámara es un dato importante, aunque no vive de los recuerdos del New Deal, con el que se estrenó en la política. Es un hombre entregado a su partido, que posee en común con su gran adversario Richard Nixon la visceralidad en algunas de sus enemistades.

Luchó contra Gerald Ford durante años, cuando ambos estaban en la Cámara, y siguió haciéndolo más tarde, cuando Ford llegó a la Casa Blanca. Pero a nivel personal continuaron siendo buenos amigos y compañeros en el campo de golf. Juzga al presidente Reagan como uno de los políticos más brillantes de este siglo, aunque con ironía añade que su visión del mundo se extiende desde Hollywood hasta Santa Bárbara (California). Pese a ello, ambos se respetan, aunque Reagan lo hace a regañadientes.

O'Neill es un legislador paciente, como lo fue su antecesor, Sam Rayburn. Comprende, aunque no le agraden, a los extremistas de ambos partidos; mantiene su puerta abierta y escucha los problemas de sus colegas de ambas márgenes del pasillo central. Esto incluye todo tipo de enredos políticos y personales, muchos de ellos nunca conocidos. Desde comprender con simpatía la oposición a un decreto-ley de un congresista porque dañaba los intereses de su comunidad, hasta tener una intuición especial para algunos problemas íntimos de los congresistas.

En tales situaciones, se equívoque o no, logra llegar a acuerdos duraderos, de los que se sostienen años si hace falta, al tiempo que demuestra ser un virtuoso en contrabandear votos de uno y otro partido desde las profundidades de su sancta sanctórum en el Capitolio.

En esto consiste para él la política. El eterno tira y afloja entre lo que es esencial y duradero y lo que es temporal, superficial y popular.

Durante los próximos dos años, sin embargo, las mayores batallas sobre el presupuesto y el déficit comercial se librarán en la Cámara de Representantes, donde los demócratas tienen una mayoría clara y O'Neill ejercerá la presidencia.

Tip proviene de una época en la que mediaba una. comunicación muy sincera con la Prensa. A menudo habla con un claridad rayana en la imprudencia, y se muestra sorprendido e incluso irritado cuando se publica textualmente todo lo que es capaz de decirle a la implacable cinta magnetofónica. Sus enojos, sin embargo, son de corta vida.

Como la mayoría de los bostonianos, O'Neill es simpatizante del equipo local de rugby o fútbol americano. Su apodo, Tip (en inglés, golpecito), le viene de su costumbre de acariciar rápida y regularmente las pelotas de golf, como tanteando, hasta que consigue el swing adecuado. Juega así los 18 hoyos, sin dejar en ningún momento de refunfuñar ante los fotógrafos mientras balancea el palo. Tip O'Neill nunca da, pese a todo, una bola por perdida.

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