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La ejecutiva socialista se presenta al Rey

Sobre Juan Alarcón, amigo de Felipe González y conductor de su coche, descansaba la responsabilidad de llevar a la ejecutiva del PSOE a presencia del Rey. Era el 12 de diciembre de 1978, seis días después del referéndum constitucional. "Bueno, Felipe, ¿y por dónde se va a la Zarzuela?", se interesó aquél. "Tira por ahí, por el hipódromó". Y todos los coches siguieron disciplinadamente al primero, incluida la recién estrenada escolta policial de los dirigentes socialistas.

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La caravana motorizada apareció en una de las entradas, Alarcón bajó la ventanilla y dijo: "Buenas, aquí don Felipe González y la ejecutiva del PSOE, que tienen audiencia con el Rey". Y el guardia civil, tras dudar unos segundos, reaccionó: "Ah, bueno..., pues me tienen que dejar los carnés de identidad". La caravana pasó, llegó hasta el palacio y después se enteraron de que les habían estado esperando en otra entrada, por la que normalmente llegaban los visitantes.Durante el invierno de 1978 se realizaron los primeros contactos para la operación del consenso constitucional, que cristalizaron en las negociaciones secretas de junio de ese año, protagonizadas por el vicepresidente del Gobierno, Fernando Abril, y el dirigente socialista Alfonso Guerra.

Pero eso no fue óbice para que el PSOE mantuviera hasta el final una cierta intriga sobre su actitud ante la Monarquía. El propio Felipe González había escrito a finales de 1976: "Cualquier salida monárquica es profundamente inestable para la institución, salvo la constitucional con todas sus consecuencias, sin limitaciones ni mixtificaciones". (Epílogo de Felipe González al libro Juan Carlos, escucha, de Pedro Calvo Hernando. Madrid, 1976).

El PSOE mantuvo su enmienda republicana hasta el debate parlamentario del proyecto de Constitución, pero permitió su derrota sin protesta alguna, en un juego perfectamente aceptado por los sectores del consenso. La dirección del partido socialista estaba suficientemente convencida de que debía apoyar la Monarquía de don Juan Carlos, y de ahí que la propia enmienda republicana, defendida por Luis Gómez Llorejite, reconociera que "si en la actualidad el partido socialista no se empeña ( ... ) en cambiar la forma de gobierno es en tanto en cuanto puede al bergar razonables esperanzas en que sean compatibles la Corona y la democracia, en que la Monarquía se asiente y se imbrique como pieza de una Constitución, que sea susceptible de un uso alternativo por los gobiernos de derecha o de izquierda".

Sin duda era un gran cambio para un partido cuyos parlamentarios se habían negado a aplaudir a don Juan Carlos en las Cortes durante el acto inaugural de la primera legislatura democrática. Y por eso la audiencia colectiva del Monarca a la dirección del PSOE merece figurar entre los actos protocolarios de mayor carácter simbólico durante la transición.

La frustración de 1979

Seis meses antes del referéndum, Javier Solana había expuesto ya un programa de gobierno en el Club Siglo XXI, en su calidad de portavoz de la ejecutiva. El Gobierno socialista -dijo- debería resolver la modernización y democratización del aparato del Estado y encontrar una salida a la crisis económica, que "nos evite un camino que la derecha intenta presentar como único posible y que pasa por un empobrecimiento de hecho de la mayoría de la población". En esa intervención Solana había calificado de "explosivo" el dato de que en España hubiera medio millón de desempleados.Después de aprobada la Constitución, Adolfo Suárez disolvió las Cortes y convocó nuevas elecciones legislativas.

Confianza en la victoria

La dirección del PSOE abordó esta campaña con grandes esperanzas, pero no hay unanimidad en sus miembros y ex miembros: unos aseguran que estaban convencidos de la victoria; otros dicen que eso no era así, "sino que lo decían las encuestas". Es cierto que Felipe González era presentado sistemáticamente en los mítines como "el futuro presidente del Gobierno", lo cual constituía un recurso de campaña como cualquier otro. Unión de Centro Democrático (UCD) contrarrestó las expectativas de voto al PSOE con acusaciones como "no están preparados para gobernar", y "son marxistas".El PSOE recibió cinco millones y medio de votos, resultado globalmente muy bueno pero insuficiente para materializar el acceso al poder. Julio Feo, director de campaña de Felipe González, atribuyó gran importancia al miedo creado a última hora por Suárez, cuando agitó ante el electorado el fantasma del PSOE como un partido marxista y abortista. El partido revalidó su alta votación en las elecciones municipales de abril, pero se vio obligado a recurrir al PCE para completar las mayorías necesarias en los principales ayuntamientos.

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