Australia y el Pacífico sur
LOS ESTUDIOS de prospectiva sobre la evolución de las relaciones internacionales coinciden en que la zona del Pacífico va a desempeñar un papel creciente, incluso preponderante, en el mundo de mañana; se está convirtiendo, de modo paulatino, en el centro de gravedad de las grandes contradicciones. Conviene, pues, prestar, desde Europa, mayor atención a los acontecimientos que se desarrollan en aquel hemisferio. En el mundo de hoy las distancias geográficas desaparecen; los medios de comunicación universalizan ideas y actitudes; y por eso no es sorprendente que los fenómenos políticos de fondo se reflejen, con unos u otros matices, en los lugares más lejanos. Algunos aspectos de las recientes elecciones en Australia, por ejemplo, no resultan nada extraños para nuestras mentes, inmersas en la política europea. El Partido Laborista australiano, encabezado por Bob Hawkes, un antiguo dirigente de los sindicatos, ha obtenido una victoria escasa; tiene por delante un período de tres años de gobierno, pero en condiciones bastante peores que antes de la convocatoria de las elecciones.Aquí precisamente reside la sorpresa: Hawkes no necesitaba disolver el Parlamento; si lo ha hecho es porque estaba convencido (y los sondeos así lo indicaban) que podría obtener una mayoría superior y causar a su rival, el Partido Liberal, asociado al Partido Nacional, una derrota aplastante. No ha ocurrido así: los laboristas conservan la mayoría, pero han perdido votos y diputados. El laborismo australiano es un partido de reformas, con un fuerte componente nacionalista. Australia por encima de todo ha sido su lema de cara a las elecciones. Se presentaba con un balance francamente positivo, sobre todo en el terreno económico: ha sacado el país de la terrible crisis de 1983; la inflación ha descendido de un 11 a un 3,6%; se han creado unos 270.000 puestos de trabajo y el paro ha bajado de un 11 a un 8,6%. Algunos han atribuido el relativo fracaso de Hawkes precisamente a una confianza excesiva en sí mismo; a una campaña electoral personalista en demasía, cuando la población australiana, por su origen e idiosincrasia, rechaza todo lo que huele a caudillismo y demagogia. Este puede ser uno de los factores, pero en ningún caso el único. Un elevado número de electores ha sido sensible a los argumentos de la oposición sobre algunas cuestiones vitales: entre los jubilados, que representan un alto porcentaje de la población, un proyecto laborista de revisión de pensiones ha causado temor; aunque el objetivo era reducir exclusivamente los escalones más altos, la reacción de miedo ha abarcado a todas las categorías. Se ha manifestado una actitud bastante general contra el incremento de los gastos del Estado, contra zonas de corrupción y despilfarro en su administración.
Pero Hawkes es atacado también por su izquierda en cuestiones económicas y de política exterior. Para sus opositores ha representado, desde el poder, una derechización del laborismo australiano. Sus presiones a los sindicatos para que acepten acuerdos con los empresarios han sido un eje de las críticas. En política internacional, en contraposición al partido laborista de Nueva Zelanda, que mantiene desde el Gobierno la prohibición de la entrada en sus puertos de barcos con armas nucleares, el laborismo australiano, con Hawkes, ha abandonado las netas posiciones antinucleares que ha defendido en el pasado, evolucionando hacia una política de acercamiento y lazos estrechos con la Administración de Washington: aceptación de entrada en los puertos de barcos nucleares, mantenimiento de las bases estadounidenses en territorio australiano. Frente a tales actitudes se pronuncia un ala de izquierda dentro del laborismo, y ha surgido incluso un nuevo partido, el Partido del Desarme Nuclear (PDN), al que se han adherido personalidades de prestigio, como el cantante Peter Garrett y el escritor Patrick White. A pesar de que acaba de nacer, en septiembre último, ha obtenido resultados significativos: el 9% de los votos en el Estado tan importante de Nueva Gales del Sur. Entre los jóvenes de menos de 24 años, se calcula que cerca del 25% ha votado en favor de este nuevo partido. Sus reivindicaciones, en las que coincide con la izquierda laborista, son el total desarme nuclear, la supresión de las bases militares de EE UU y el cese de la producción de uranio. Australia es uno de los principales productores y exportadores de dicho mineral, básico para la fabricación de armas nucleares.
El laborismo entra en Australia en una nueva etapa de gobierno en condiciones complejas: con una presión creciente de los liberales, pero con corrientes de izquierda que pueden poner en discusión, dentro de algún tiempo, el liderazgo centrista de Bob Hawkes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.