Habermas cree que los intelectuales adoptan una postura defensiva ante el sistema
El filósofo alemán occidental ha pronunciado dos conferencias en Madrid
Los intelectuales están adoptando una posición más defensiva que ofensiva ante el sistema, según el filósofo alemán occidental Jurgen Habermas. Los nuevos movimientos sociales y sus portavoces cumplen la nueva misión de poner al alcance del dominio público los conflictos que la sociedad tecnocrática mantenía en el apartado de los expertos. Habermas, escéptico ante la noción de la vanguardia, habla del neoconservadurismo de los intelectuales en Occidente, y afirma que no cree en el poder de influencia de los intelectuales, salvo en casos de defender ciertos principios amenazados.
"Yo siempre he sido muy escéptico frente a la tecnocracia desde los años sesenta en adelante, y sobre todo en relación a aquella gente que defiende su posesión. La idea es que nuestra sociedad se hace cada día más compleja y que la información nos lleva a ser más especializados y, por tanto, sólo los expertos pueden decidir en las cuestiones políticas. Yo lo dudo profundamente. Es cierto, claro está, que nuestra sociedad vive del conocimiento de los expertos, pero si se va a asuntos políticos básicos, entonces la cuestión no es estar familiarizado con la más remota información de los expertos, sino que este conocimiento puede ser expuesto en la forma más sencilla al gran público", declaró Habermas a este periódico.Jürgen Habermas, de 55 años, concluye hoy su visita a Madrid tras haber ofrecido una conferencia el lunes, invitado por el Congreso de los Diputados, sobre el tema La pérdida de confianza en sí misma de la cultura occidental, y otra, el martes, en la universidad Complutense, con el tema Reflexiones sobre la ética del discurso. El filósofo y sociólogo alemán occidental está considerado como el heredero y continuador de la Escuela de Francfort. Autor de trabajos tan importantes como Conocimiento e interés, Historia y crítica de la opinión pública, su obra más reciente, Teoría de la acción comunicativa, le lleva a reflexionar sobre el horizonte comunicativo final y la convicción de que no hay sociología posible sin contar con los criterios y racionalidades que moldean el desarrollo de la sociedad.
Habermas, en una anterior visita a Madrid, en diciembre de 1983, sostuvo que el papel del filósofo en la sociedad actual es el de traductor e intérprete en una sociedad dominada por las elites de la tecnocracia. En estos últimos años, Habermas ha estado desarrollando su teoría de la acción comunicativa, que contempla los aspectos pragmáticos del discurso.
"Doy un ejemplo de algo importante que ocurrió el año pasado en la República Federal de Alemania, y fue la discusión sobre el empleo de los misiles. Hasta el año pasado, toda la discusión sobre desarme y control armamentista estuvo restringida a unos pocos enterados. Pero luego, cuando se llegó a la pregunta de si se debían o no emplear los misiles de medio alcance, entonces se pudo ver cómo ciertos contraexpertos, en especial los expertos de los movimientos pacifistas, lo planteaban muy claramente", añadió Habermas. "Los puntos principales eran mucho más simples; se trató abiertamente el asunto de si los Pershing eran armas defensivas u ofensivas. Todo el mundo pudo estar ampliamente informado de estos aspectos. Fue la primera vez que el conocimiento de los expertos en el control de armas se hizo una posesión compartida por un amplio público".
Neoconservadores
Habermas no muestra, sin embargo, esa misma fe en el papel del filósofo como traductor, ya que su lenguaje y su especialización tiende a alejarlo cada vez más del lenguaje común. "Soy un profesor y soy también un intelectual. No me gusta la idea de una vanguardia. Tenemos en la RFA y en Estados Unidos un nuevo grupo intelectual neoconservador, y uno de los asuntos que les conciernen es la nueva clase. Ellos piensan que los intelectuales, profesores, teólogos, sociólogos y otros forman una nueva clase que tiene una difícil e incómoda influencia. Según el punto de vista de estos neoconservadores, yo refería el hecho de que los intelectuales poseen actualmente una limitada influencia. Algunos de ellos sí pueden, a veces, dar a los asuntos públicos un punto de vista, una formulación nueva o arriesgada, pero ellos no inventan los asuntos. Para Foucault, Sartre fue el gran ejemplo del intelectual en general. Yo pienso que el intelectual puede haber terminado. Lo que no quiere decir que cuando se trata de violaciones a los derechos humanos u otras situaciones de defensa, los intelectuales todavía juegan cierto papel".
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