Aristóteles y Rousseau
En la edición internacional del 29 de octubre publicó EL PAIS una reseña del libro de V. Gómez Pin El orden aristotélico, por F. Savater. No es nuestro propósito emitir un juicio sobre tal reseña, tanto menos cuanto que no hemos tenido ocasión todavía de leer el libro reseñado y cuanto que cualquier información contenida en EL PAIS tiene, cuando se vive en otros medios culturales tan distintos, un insustituible valor, no sólo y mucho más que puramente informativo.Lo que resulta sorprendente es que se haya agregado a la reseña la foto de una escultura con el nombre de Aristóteles, sin aclaración alguna. Es inexplicable, en efecto, que a un periódico de la probada seriedad de EL PAIS se le haya deslizado precisamente en la sección cultural un gaffe de esta envergadura. Se trata, evidentemente, de una reproducción fotográfica del busto en mármol de Jean-Jacques Rousseau (hoy en el Museo Rousseau de la biblioteca pública y universitaria de Ginebra), que Jean-Antoine Houdon, uno de los más célebres escultores franceses del siglo XVIII, esculpió después de la muerte de Rousseau sobre la base de la máscara mortuoria que él mismo había tomado el 3 de julio de 1778. Es verdad que Houdon esculpió éste corno otros bustos en el modo de un Rousseau à l'antique; pero esto no se debió a que pretendiese helenizar ni menos aristotelizar a Rousseau más de la cuenta, sino a razones técnicas (sólo dispone de la máscara mortuoria, no del modelo vivo) y a una cierta moda de vestimenta exótica que tenía su sentido en el siglo XVIII y una intención consciente en Rousseau, que la siguió a veces; moda e intención a las que Floudon de esta manera podía hacer alusión muy discretamente en su escultura.
Lo que pudo dar lugar a la confusión es cierta similitud del peinado de Rousseau con el de un Aristóteles o un Platón en las muchas esculturas que hay de ellos (Sócrates, en cambio, aparece representado siempre muy calvo por sobre la frente) y que el busto de Rousseau por Houdon no lleva peluca, tan frecuente en las representaciones plásticas de personajes del siglo XVIII, también en las de Rousseau. Pero tampoco lleva barbas, y esto sí es impensable en una representación de Aristóteles (ni siquiera se olvidaron de ella
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muchos siglos después el desconocido escultor del pórtico de la catedral de Chartres y Rafael en su representación de Aristóteles para el fresco La escuela de Atenas, en el Vaticano, para el que utilizó modelos vivientes).
Por lo demás, la confusión es lamentable porque no hay paralelo alguno entre la filosofía de Aristóteles y el pensamiento de Rousseau, quien, al decir de Federico el Grande de Prusia, seguramente molesto por la aparición del Contrato social, sólo "renueva después de 2.000 años la secta de Diógenes" (el del tonel), lo cual "no compensa la pena de andar comiendo forraje y de pelearse con todos los filósofos contemporáneos".-
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