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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vuelve la música de Wagner

El festival de Wagner, programado para el fin de semana por López Cobos y la Orquesta Nacional, ha tenido una excelente realización. Tras la obertura para el Fausto de Goethe, compuesta en 1840 y revisada 15 años después, escuchamos una lírica e incisiva versión de los Wesendonk-lieder, escritos para voz y piano en 1858 e instrumentados por Félix Mottl, con todas las bendiciones de Wagner, quien, a su vez, había trascrito uno de los lieder, En sueños, para violín y orquesta.Cantó los poemas la mezzosoprano Florence Quivar y lució, junto a una voz hermosa, una técnica excelente, puesta al servicio de muy rectos y expresivos valores musicales. La colaboración de López Cobos y la orquesta fue muy buena, tanto como en la obertura juvenil antecedente de lo que sería el Wagner maduro. Y es que al genio no se accede de improviso, sino paso a paso, que unos dan lentamente y pies a rastras, y otros, como Wagner, agalleantes zancadas. Para los curiosos recordaré que la primera canción del ciclo Wesendonk que se escuchó en Madrid la cantó en la primavera de 1905 la mezzosoprano Lulla Mysz-Gmeiner, acompañada por el entonces pianista y más tarde relanzador de la moderna música italiana Alfredo Cacella.

Algunos lieder de Wesendonk nacieron al calor de la inspiración tristanesca (En el invernadero, En sueños), y el idilio de Sigfredo (1870) se nutre de temas procedentes de la ópera del mismo nombre, terminada por Wagner casi al mismo tiempo del nacimiento de su hijo. Aparece además la cabeza temática de una nana tradicional alemana y el conjunto, escrito para una formación de cámara con arcos a razón de seis primeros violines, fue respetado en esta ocasión por Jesús López Cobos, sin la ampliación que suelen practicar otros maestros.

En esta forma la ejecución resulta más difícil, por la transparencia de la textura y la imposibilidad de ocultar imperfecciones aisladas dentro de la masa orquestal. De hecho las hubo al comienzo de la obra, aunque después todo siguió un curso cada vez más denso hasta llegar a niveles tensos y emotivos. No quiso López Cobos añadir el riesgo de un tiempo verdaderamente idílico. Pero, a pesar de cierto apresuramiento, logró que los tan depurados pentagramas wagnerianos evidenciasen su belleza objetiva y preparsifaliana.

El Preludio y muerte de Isolda sonó con gran cohesión y excelente densidad sonora, de modo que la tarde wagneriana quedó redondeada y supuso un buen éxito tanto para el director, Jesús López Cobos, como para la cantante Florence Quivar y la Orquesta Nacional de España. El final de Tristán e Isolda lo concibió el director más desde el arrebato que desde el éxtasis, como se dedujo del rápido acelerando. en la progresión en paralelo con el consiguiente crescendo. Muchos asistentes comentaban lo acertado de esta vuelta de Wagner pues, a decir verdad, se escucha hoy de tarde en tarde, salvo cuando se abordan actos completos de sus óperas.

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