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Tribuna
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La elipse

13 martesMi entrañable Ángel García Moreno, con quien siempre tenemos pendiente un Tennessee Williams, ha hecho una versión delicada y distanciada de Sublime decisión, una de las más completas comedias de Miguel Mihura (últimos cincuenta), con Verónica Forqué, esa maciza que hace ironía delicada de su propia macidez. El carácter memorable de homenaje a Mihura -el mejor escritor de teatro de los 40/40resultó lo más emocionante del "estreno". Sublime decisión es la obra más explícitamente progresista-feminista de Mihura. Así se da un mensaje progre, sin cognazos teorizantes. De un artículo de Heberto Padilla, el gran poeta cubano: "Tal vez por eso uno de los libros qué leí con más gusto en España, el invierno pasado, fue Trilogía de Madrid, de Francisco Umbral. Libro elogiado y atacado con fiíerza". "A Madrid le faltaba este libro. Hermoso, tajante, imprescindible, cruel". "Cela y Umbral son los dos únicos prosistas de raza, como se decía antes, que ha producido la España de hoy". "En 1965, Cela, que había estado en La Habana, me recomendó la lectura de Travesía de Madrid. En mi habitación del hotel Suecia devoré entonces aquellas páginas". "Umbral nos basta". "No hay escritor de nuestra lengua que haya dado a Madrid en su literatura con más intensidad y amor". Burson/ Marsteller: me envían el "Trivial Pursuit", juego que, una vez lanzado por Time y Playboy (y cuya primera víctima fue Reagan), comprende 6.000 preguntas. El Trivial va a ser la moda otoño/invierno en España. Luego jugaremos a eso. Jeannine Mestre prepara un Shakespeare. Carmen Romero, presidenta, me dice una cosa muy lúcida sobre la educación literaria de adolescentes obreros: "Para ellos, todo lo que no es de este siglo es cultura que hay que conocer o no. La cultura de este siglo, para ellos, ya es vida". Carmen Alvear, ese Gil Robles peinado por Llongueras, va de Manolita Malasaña de la derecha en el XXI, defendiendo la enseñanza que llaman libre y que es la más condicionada de las enseñanzas. Tápies es Manchón.

15 jueves

El jueves, día vagamente festivo, desde el colegio, es bueno para jugar el Trivial Pursuit. He aquí algunas preguntas: "¿Dónde está el mar de la Tranquilidad?". En la Luna, donde aún no patrulla la Sexta Flota. "¿Qué personaje de Yonathan Swift estuvo en la isla Voladora de Laputa?". Gulliver y, más tarde, Fraga, que a todos nos ve lilipollas. "¿En qué país se originó la pelota vasca?". En ETA.

17 sábado

Juan Ramón Martínez Sánchez, "técnico afinador de pianos", me escribe ofreciéndome sus servicios. Pero yo no tengo plano. Bueno, sí, tengo un piano abrasado, ganga del desguace de un hotel en llamas, que compré como objeto casi daliniano, y que no toca. Sólo Conchita Barral, milagrosamente le arranca unas notas de medio teclado. Van desapareciendo los afinadores de pianos, como los lañadores de cazuelas (hoy se compra otra cazuela) o los paragüeros (hoy se compra otro paraguas). Pienso que la música, Bach y Beethoven, Mozart y Mahler, se ha quedado un poco en el afinador de pianos de nuestra sensibilidad histérica. Entre el hilo musical y el director/espectáculo -Bernstein, von Karajan-, la música es ya otro electrodoméstico, el electrodoméstico que, como viera Wilde, "nos inventa un pasado que no conocíamos". (Rilke diría cosa parecida). La mala política musical de España (hoy es peor que nunca) ha saltado del solfeo de la niña a la cuadrafonía consumista, sin pasar jamás por la músical educación. La música, aquí, ha pasado de no existir a ser un frigorífico que canta. Nunca ha sido música. Beethoven y Wagner, Dellapicola y Falla (en arreglos) no son hoy otra cosa que los afinadores del piano de nuestra hiperestesia dopada de consumismo, ciega de Casera. Lo que el Ministerio de Cultura ha hecho por la música, por la cultura, es traer a Bernstein de reventa. Todos, con esta política cultural, nos hemos quedado en afinadores de pianos a domicilio.

18 domingo

El socialismo, como tiene la "mala conciencia" de haber quemado iglesias cuando la guerra (han. llegado a creerse la propaganda de la derecha, que siempre les está haciendo luz de gas), decide propiciar/auspiciar la terminación de la Almudena, y acaba de comprometerse firmando papeles al respecto. Como quien tiene que aportar la pela larga, mayormente, es la feligresía, confiamos en que la Almudena no se termine nunca. (Los obreros españoles en Alemania se filiaban como católicos, pero en cuanto les informaban de que había que pagar por eso, se decían ateos.) Tiene uno escrito que la Almudena, eternamente inacabada, es el monumento a la pereza, la indiferencia y el laicismo de Madrid.

vio las catedrales como una vaca gótica" sobre la ciudad respectiva. Amamos las catedrales, naturalmente, hemos leído a Ruskin, nada tenemos contra las catedrales, pero lo tenemos todo contra la Almudena, que es un boceto de catedral como de plastilina jesuita. Ya Gómez de la Serna, de niño, oía martillear, hace como un siglo, desganadamente, a los picapedreros de la Almudena. Pasaron Ramón y las vanguardias, y los picapedreros siguen igual de desganados. El pueblo de Madrid ni repara. Sólo la falsa mala conciencia, ya digo, del socialismo, respecto de las leyendas de la guerra (había que crearle también a la izquierda una "leyenda negra" paralela), y el afán electoral de recaudar votos indiscriminados, puede llevarnos a la reconversión industrial/espiritual de la Almudena, esa formidable y espantosa máquina que no sirve ni servirá para nada (los madrileños tienen templos barrocos, neoclásicos y de Fisac, o sea, modernos, donde rezar). La Almudena es un alcázar inacabado que no se rinde, pero que tampoco crece ni muere. Galeón del mal gusto, anclado en el Manzanares, no ha captado jamás la atención de Madrid, y mucho menos del Madrid rezador, que siempre reza en Medinaceli. La fe necesita un besapié, y a ver qué pie metemos en la Almudena. Sólo un socialismo acollonado ha podido, con la perplejidad de sus bases, patronear la aventura de terminar la Almudena. En esto, como en la música, la política cultural no es política ni cultura.

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