Un encuentro frustrado
Se viene aceptando una cierta comunicación entre el jazz y el flamenco como un aire de familia entre dos artes, sin embargo, evidentemente distantes y ajenas.Si buscamos afinidades formales seguramente nos quedaremos con las manos vacías, pero aun así no podremos desechar el convencimiento de que afectivamente el jazz y el flamenco tienen que estar conectados en alguna forma por algo así como por un cordón umbilical incorpóreo -y no estoy pensando en la famosa razón de don Antonio Mairena- todavía no identificado.
Dos pueblos 'morenos'
Los paralelismos entre flamenco y jazz, las correspondencias, son insoslayables, como Brook Zern desvelaba en parte en un artículo revelador: dos músicas creadas por dos pueblos morenos que se asentaron en tierras para ellos extrafias donde sufrieron agravios y discriminaciones.Dos tierras, países, habitados por razas blancas, que fascinados por esas músicas las asimilaron y actuaron a su vez sobre ellas imprimiéndoles su propio sello: la equivalencia soul-duende, etcétera.
El encuentro programado en el 5º Festival de Jazz de Madrid (véase crítica de la sesión del miércoles en esta misma página) era por ello sumamente interesante.
Después resultó que no, que ése no es el camino. Yo no sabría explicar muy bien cuál puede ser la naturaleza de un concierto de jazz-flamenco, pero sí sé que debe estar en la raíz de la propia música, en su núcleo conceptual, y no en que flamencos y jazzmen o salseros caribeflos suban juntos a un escenario para hacer cada uno lo suyo y a su aire.
El invento funcionó mejor con u Rivera, Cepero, Núñez e Indio Gitano. Cepero se las sabe todas, es un profesional con reflejos que sabe adaptarse a las circunstancias, y lo demostró de manera brillante, bien secundado por Gerardo Núñez, que ya tiene experiencia en estos trances, puesto que acompaña habitualmente a José Antonio Galicia.
Pero la conjunción raramente se produjo. Sólo el formidable y sensible piano de Michel Camilo se integró a veces en lo jondo, y el saxo de D'Rivera y la trompeta de Roditi en algunos esporádicos fraseos.
En lo demás, unos u otros llevaban la voz cantante y la otra parte se limitaba a seguir el ritmo. En la soleá que cantó espléndidamente el Indio Gitano, aunque de salida el cantaor apareciera un tanto desconcertado por el toque del saxo, éste se limitó a poner un agradable contrapunto a la guitarra de Cepero, ocupando en realidad el espacio que éste dedicaría normalmente a sus falsetas, aunque hacia el final pudo meter una, tremenda y largamente ovacionada.
Con Ray Barreto fue muy poco lo que puedo salvarse, pues además este grupo de caribeños afincados en Nueva York hizo salsas, no jazz.
Las guitarras de Tomatito Carmano quedaron prácticamente sumergidas por los timbres altísimos de la percusión y los metales y en contadas ocasiones pudimos oírlas. Y Ramón El Portugués cantó muy bien por tangos, a pesar de la conga de Barreto.
Babelia
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