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Crítica:V FESTIVAL DE JAZZ DE MADRID
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Creí ver un lindo gatito

Gato Barbieri irrumpió en el mundo del jazz como una bengala. Su imagen era más o menos la de ahora, una especie de versión hortera de El Coyote enmascarado, pero tenía sonido. Además, era argentino, con lo cual le podía sacar partido a lo de Latinoamérica y el Tercer Mundo. Tocó con todos los buenos del jazz libre, y críticos hubo que le proclamaron sucesor de Coltrane. Para colmo, hizo la música de El último tango, que la verdad es que no estaba mal. Entonces la bengala llegó a lo alto, estalló -o se quemó- y se convirtió en lo que se convierten las bengalas: en nada. Una nada que Gato ha venido repitiendo desde entonces en discos iguales los unos a los otros y que se han editado incluso aquí, o sea, que se venden. La verdad es que uno no entiende quién se los puede comprar.Lo curioso de Gato, y lo que le debe hacer atractivo para los especialistas en dobles lecturas -si es que quedan-, es que en cada uno de sus solos repite toda su trayectoria como músico. Empieza el hombre muy prometedor, rugiendo en los graves que más que un gato parece un oso, y en cosa de 10 segundos ya está en los sobreagudos, aullando como si no se le ocurriera nada mejor. Y come es eso lo que pasa, que no se le ocurre nada, pues repite la jugada una y otra Vez. 0 sea, que nos cuenta su vida por capítulos.

Ahmad Jamal Quartet-McCoy Tyner Trío-Gato Barbieri

V Festival de Jazz de Madrid. Palacio de los Deportes. Madrid, 30 de octubre de 1984.

En el Palacio de los Deportes Gato hizo eso y además canturreó cosas que casi no se entendían; gesticulé como si dirigiese a sus músicos, que tiraban por el lado de la salsa, siempre socorrido; también señaló mucho hacia arriba, como si lo interesante fuera el vídeo que allí han puesto, aunque lo que por él sale es lo mismo del escenario, sólo que peor.

Antes, McCoy Tyner había iniciado su parte del concierto muy bien, tocando Just in time y Manhá de Carnaval en trío, y hasta. anunciando los temas: parecía como si McCoy aceptase peticione. A la batería estaba Louis Hayes, que para más coincidencia estuvo con Peterson en tiempos que es un Peter Pan del jazz, porque no envejece ni en aspecto ni en energías. El bajista Avery Sharpe se E!anó al público con sus dos primeros solos: arrancaba notas y acordes con tanta determinación que alguna espectadora seguro que se sintió identificada con el contrabajo grande, recordando lo que éste tiene de Fay Wray. Pero Sharpe se cansó luego de tan voluptuosa pareja y se pasó al bajo eléctrico, no se sabe bien por qué, porque se equivocó muchísimo y todos los solos le salieron iguales. Aquello había empezado a ir para abajo desde antes del cambio tan funesto y no decayó del todo porque la actuación fue cortita.

Todo había empezado con Ahmad Jamal, que tocó para un montón de asientos vacíos y un público que entraba y salía sin restar atención. Creo que es una injusticia traer de telonero a un músico como Ahmad Jamal, que puede llenar él solo un programa completo. Conste que lo digo más por lo que Jamal significa que por lo que hizo esta vez, pues se limitó a sacar algunos de sus recursos de viejo zorro -no todos- y a presentar algún que otro arreglo ingenioso de temas que ya son -clásicos. Eso sí, dio una de las notas exóticas del festival presentando a un intérprete de steel drums que pareció eficiente, aunque no se le oyó bien, y que respondía al maravilloso nombre de Othello Molineaux.

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