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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dos años después

EL SONDEO de opinión realizado por EL PAIS a comienzos de esta misma semana se propone ofrecer una panorámica general de las actitudes de los españoles frente a los grandes problemas del país, del juicio que merece a los ciudadanos la gestión llevada a cabo por el Gobierno socialista durante los dos primeros. años de legislatura y de las intenciones de voto del cuerpo electoral hacia el futuro. Aunque la advertencia debiera resultar ya superflua, la desconfianza hacia las investigaciones demoscópicas, propagada por los profesionales de la política (cuyas fantasías triunfalistas suelen ser desmentidas con preocupante frecuencia por la terquedad de los hechos), obliga, una vez más, a recordar los límites y los objetivos de cualquier sondeo.Proyectada la encuesta para ser publicada en el segundo aniversario de la victoria electoral del PSOE, las entrevistas fueron realizadas el lunes, martes y miércoles de esta misma semana, esto es, durante la víspera del debate sobre el estado de la nación y los dos primeros días de su desarrollo. Los resultados del sondeo arrojan dos conclusiones diferentes, sólo aparentemente contradictorias. Mientras que son mayoría relativa (por encima del 37%) quienes estiman que las cosas han empeorado (frente a un 34,8% que considera que la situación ha mejorado y un 16,1% que afirma que todo sigue igual), los ciudadanos que enjuician como un éxito la gestión del Gobierno (un 45%) superan cómodamente a quienes califican esa actuación como un fracaso (un 36,1%). Esa orientación genéricamente favorable al Ejecutivo sube espectacularmente al referirse de manera específica a Felipe González, ya que un 60% de encuestados cree que el presidente del Gobierno está haciendo bien su trabajo. Esas dos actitudes, que reflejan a la vez un cierto desaliento frente al estado actual de las cosas y una cierta confianza en que el equipo de gobierno está realizando de manera satisfactoria su labor, se complementan con una tercera postura, que desvanece el eventual carácter contradictorio de esa coexistencia entre una visión poco rosada de la situación y un mantenimiento de los apoyos al Gobierno. En efecto, el análisis comparativio de las intenciones de voto en el otoño de 1933 y el otoño de 1984 señala que la caída del PSOE (del 37,4% al 36%) resulta notablemente menor que el descenso de Coalición Popular (del 18,7% al 14,9%), y no está amenazada aún por el estancamiento del PCE (situado por debajo del 5% en los dos años).

Seguramente el error básico de la estrategia de la coalición conservadora haya sido suponer que la percepción por la sociedad española de las dificultades -en el ámbito de la economía (paro creciente, deterioro de salarios reales, aumento de la presión impositiva), de la seguridad ciudadana y las libertades (incremento de los delitos oficialmente registrados, persistencia de la amenaza terrorista, permanencia del modelo militizarizado de orden público) o de las relaciones exteriores (ambigüedad respecto a la OTAN, retrasos en el ingreso en la Comunidad Económica Europea)- implicaba automáticamente un juicio de valor condenatorio del Gobierno y un deslizamiento de las intenciones de voto hacia la opción presidida por Manuel Fraga. Si los resultados del sondeo Son correctos, habría que concluir que los españoles son gente lo bastante sabia como para no dejarse engañar sobre la situación del país, pese a balances tan triunfalistas como el dibujado por el presidente del Gobierno durante el debate sobre el estado de la nación, pero también saben desconfiar de las promesas de felicidad y prosperidad universal que Alianza Popular trata de vender a los electores.

Si los españoles consideran que las cosas van peor que antes o no mejoran sustancialmente y, a la vez, mantienen su apoyo mayoritario al Gobierno socialista y a Felipe González, la causa decisiva de esa doble actitud aparentemente contradictoria es la ausencia de una alternativa razonable. Manteniéndose las cosas igual, el PSOE no tendría, en una futura confrontación electoral, enemigos que pudieran preocuparle, ni a su derecha ni a su izquierda. Y no parece, vistos los resultados de este primer bienio socialista, que Manuel Fraga o el PCE puedan variar sustancialmente, durante los próximos dos años, el estado de esa situación. El incremento de la intención de voto en favor de Adolfo Suárez, que no deja de hacer política un solo día, y el espectacular lanzamiento, en el debate sobre el estado de la nación, de Miquel Roca como líder de la operación reformista para toda España podrían ser interpretados como indicios de una reconstrucción del espacio centrista. El aumento de la bolsa de indecisos y de los abstencionistas, reflejado también en la encuesta, puede tal vez encerrar posibilidades electorales para una opción que, a la derecha política del PSOE y a la izquierda ideológica de Fraga, tratase de encauzar en su provecho el desgaste de la acción del Gobierno.

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Otro aspecto interesante de la encuesta es la sostenida mayoría anti-OTAN registrada, que sin duda será difícil de cambiar por el Gobierno en los próximos meses. El Ejecutivo tiene por delante una larga tarea de explicaciones y convencimientos si efectivamente quiere hacer y ganar el referéndum, una vez que ha hecho pública su decisión de mantener a España en la Alianza.

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