Los norteamericanos que viven en Beirut temen un atentado para antes del 6 de noviembre
La Embajada de Estados Unidos en Beirut vive en un clima de auténtica psicosis por temor a un nuevo atentado contra sus locales antes de las elecciones presidenciales del 6 de noviembre, y por este motivo ha reducido drásticamente el número de sus funcionarios destacados en Líbano.
Antes de que el portavoz del Departamento de Estado norteamericano reconociese, el miércoles por la noche, que disponía de "nuevas indicaciones a propósito de las amenazas que pesan sobre los ciudadanos norteamericanos residentes en Líbano, incluidos los corresponsales de prensa", la representación diplomática estadounidense tomó precauciones suplementarias.A lo largo del pasado fin de semana, 15 diplomáticos fueron evacuados a Chipre, con lo que quedó reducido a 30 el número de funcionarios norteamericanos residentes en Beirut, la mitad de ellos dedicados a tareas de seguridad.
Antes de que se produjese, en abril de 1983, la primera acción violenta contra la Embajada de EE UU -hubo que lamentar 63 muertos-, nada menos que 195 ciudadanos norteamericanos trabajaban en sus dependencias, secundados por unos 150 empleados libaneses, casi todos los cuales se encuentran ahora en vacaciones forzosas.
"No hay ningún plan para cerrarla", declaró el portavoz de la Embajada, John Stewart, poco después de que se llevase a cabo la evacuación parcial. El cierre es una medida que tampoco prevén tomar Francia, el Reino Unido ni Alemania Occidental, que reforzaron espectacularmente estos últimos días la seguridad de sus representaciones diplomáticas en Beirut.
Aunque el consulado de Estados Unidos no está clausurado, prácticamente ya no se expiden visados y los diplomáticos norteamericanos tampoco pueden ausentarse de sus despachos o vivíendas más que para acudir a importantes citas profesionales y, en ningún caso, para cenar en restaurantes o asistir a cócteles en casas de otros diplomáticos.
Psiquiatra y dinero
El retén de funcionarios estadounidenses que permanece encerrado en los locales de la cancillería o en la residencia del jefe de misión, protegida por una docena de carros de combate, se encuentra desmoralizado tras el atentado de septiembre y, para tratar de animarles, el Departamento de Estado les ha ofrecido a todos nuevos destinos o, a aquellos que opten por quedarse, fuertes incentivos económicos, al tiempo que les ha enviado un psiquiatra.La obsesión por la seguridad llega a tales extremos que ningún representante estadounidense se atrevió a asistir el martes al funeral en memoria de los 214 marines fallecidos hace un año a consecuencia de la explosión, en su cuartel general de Beirut, de un camión repleto de explosivos.
A falta de poder, por ahora, golpear nuevamente al "símbolo del imperialismo norteamericano" para poder influir en el proceso electoral de Estados Unidos -como ya lo hicieron, en 1980, los "estudiantes en la línea del imán" iraníes, provocando con el secuestro de los rehenes la derrota de Jimmy Carter-, los extremistas islámicos secuestraron durante 24 horas a cuatro empleados libaneses de la agencia de Prensa norteamericana Associated Press. Un periodista de la Cable News Network, un sacerdote presbiteriano y un diplomático, todos ellos estadounidenses, permanecen, por su parte, secuestrados desde antes del verano.
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