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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un Nobel oportuno

EL PREMIO Nobel de la Paz ha sido otorgado, por el comité designado por el Parlamento de Noruega, al obispo anglicano Desmond Tutu, un negro de África del Sur, secretario general del Consejo de las Iglesias de África del Sur. El significado de este premio trasciende, a todas luces, la personalidad del obispo Tutu; según el texto hecho público por el comité encargado de la concesión, se trata de llamar la atención de la opinión mundial sobre la lucha no violenta que se desarrolla contra el apartheid, y en la que Desmond Tutu viene desempeñando un papel esencial, unificando diversas corrientes que se oponen a la inhumana y terrible discriminación de que son víctimas los negros en África del Sur.Con un criterio particularmente acertado, el Premio Nobel de la Paz ha sido otorgado en los últimos años, y en reiteradas ocasiones, a personalidades que se han dedicado, en circunstancias muy diversas, a la defensa de los derechos humanos. Es obvio que la lucha por la paz no se puede separar de esa causa de los derechos humanos. En 1980 obtuvo el premio Pérez Esquivel, campeón incansable y audaz de la lucha contra el terror desencadenado por la dictadura militar argentina; ello representó un estímulo valioso para una causa que luego cosechó un importante triunfo político con la elección del presidente Alfonsín. El año pasado, el premio correspondió al dirigente de Solidaridad Lech Walesa, símbolo de la lucha por las libertades obreras en Polonia frente al régimen militar de Jaruzelski; no cabe duda de que el Premio Nobel fue uno de los factores de presión que obligó a dicho régimen a conceder una amnistía que ha aliviado las tensiones polacas. Sería absurdo exagerar, a partir de los ejemplos citados, la efectividad política del galardón. Pero son casos que ayudan a comprender por qué el Comité Nobel de Noruega se inclina no tanto a destacar victorias ya logradas y asentadas (como ocurre con la democracia en España), sino más bien personalidades que están en plena batalla, atravesando situaciones difíciles, como la que viven hoy los combatientes contra el apartheid en África del Sur.

Por otra parte, la oportunidad del premio de este año está ligada a una coyuntura política más concreta. Estamos asistiendo a grandes operaciones diplomáticas y constitucionales del presidente surafricano, Pieter Botha, para obtener en el mundo occidental una legitimación de su régimen, reiteradamente condenado por las Naciones Unidas. En el plano de la política exterior, y apoyado, en su aplastante superioridad económica y militar, África del Sur ha concluido un acuerdo de coexistenzia pacífica y cooperación con el régimen marxista de Mezambique. Algo parecido se está preparando en las relaciones con Angola. Al mismo tiempo, Botha ha introducido en el sistema constitucional surafricano ciertas reformas, creando dos nuevas cámaras: una elegida por los mestizos y otra por los indios; con ello se quiere dar la sensación, no confirmada en la práctica del ejercicio del poder, de que el, monopolio de los blancos está ya surierado por un sistema más plural y flexible. En una reciente gira por diversas capitales de Europa occidental, el presidente Botha pretendió dar de sí mismo la ¡magen de un reformador, capaz de adaptarse a los valores del mundo contemporáneo, dejando en la sombra el tema específico del apartheid, que sigue vigente a pesar delas reformas indicadas.

La concesión del Premio Nobel de la Paz tiene siempre una dimensión política; en el caso actual tiene el valor de una respuesta a los intentos del presidente surafricano: la corciencia universal no puede contentarse con reformas que dejan intacto el odioso régimen del apartheid. No se puede olvidar que, después de las reformas, los negros -es decir, el 70% de la población de África del Sur- siguen totalmente privados de derechos políticos, incluso delas mínimas garantías de un régimen de derecho.

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La concesión del Nobel de la Paz al obispo Tutu sintoniza con un estado de conciencia muy generalizado en el riundo entero: el apartheid viola los principios mismos que hacen posible la convivencia humana; que aún siga vigente es un escándalo político y moral para el mundo contemporáneo.

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