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Los sevillanos consideran imprescindible la celebración de la Expo 92 para sacar a Andalucía del subdesarrollo

Las autoridades de Andalucía y de Sevilla, y los demás sectores influyentes interesados, esperan con ansiedad el nombramiento del comisario de la Exposición Universal de 1992, y hasta que tal se produzca no renacerá en la ciudad la confianza en que la Expo 92 se celebrará efectivamente en una ciudad que confía en que dicha exposición sea una ocasión para mejorar las comunicaciones en Andalucía occidental y, por tanto, un motor de progreso quizá de suficiente potencia para sacar a Andalucía de su atraso. La Junta de Andalucía se encuentra en este asunto comprometida frente a la opinión pública.

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Según las primeras estimaciones, entre abril y octubre de 1992 visitarán la exposición de Sevilla 30 millones de personas, lo que supone un promedio de 165.000 visitantes diarios. Sevilla cuenta hoy con 9.560 plazas hoteleras y unas 11.000 extrahoteleras. Así que la Expo 92 pasa necesariamente por una mejor conexión por carretera, tren y avión de Sevilla con otras zonas que puedan repartir la carga hotelera: Costa del Sol, costa de Cádiz, Huelva, Córdoba, Granada e incluso Madrid. Todo ello haría de Andalucía occidental una zona de comunicaciones rápidas y modernas y podría dar lugar a un desarrollo económico que la región necesita. Si la Expo 92 no se celebra, Andalucía no tendrá ninguna prioridad en las colas de demandantes a la puerta de Miguel Boyer, y la ocasión se perderá. La Junta, pues, tiene que ser necesariamente beligerante en este asunto. El intento del Instituto de Cooperación Iberoamericano (ICI) y de la Junta de Andalucía de superar el debate político sobre el nombre del comisario y la puesta en marcha de trabajos encaminados a preparar la exposición no han despejado las sombras, a pesar de que es evidente que ambos organismos presionan al Gobierno de la nación en lo que pueden para que impulse la cuestión. Una vez que han quedado atrás la fecha del 12 de octubre y el seminario organizado por la Universidad, Internacional Menéndez Pelayo sobre Sevilla, 1929 y 1992, sin que se haya nombrado comisario, las dudas vuelven a hacerse presentes con más fuerza que nunca.

La Expo 92 se convirtió en un tema agrio a partir del anuncio efectuado en Sevilla, el pasado mes de enero, de que el arquitecto y urbanista catalán Ricardo Bofill era el candidato oficial al puesto de comisario.

La reacción de la ciudad contra Ricardo Bofill fue espectacular. Las críticas contra él por no sevillano, por catalán y por su condición de urbanista polémico fueron duras y numerosas en los medios de comunicación locales. Tanto, que el Consejo de Ministros inmediato, que se suponía que refrendaría el nombramiento, pasó sin hacerlo. El propio Rafael Escuredo hizo, a los pocos días del anuncio de Luis Yáñez, una crítica al nombramiento de Bofill, que calificó de "error político". Después viajó a Madrid, se entrevistó con Felipe González y regresó a Sevilla anunciando que Bofill no era sino un candidato más, que él mismo presentaría el suyo propio y que más polémica que el nombramiento de candidato sería la aprobación del reglamento.

Sin embargo, al poco tiempo se, aprobó el reglamento, sin polémica y sin que se incluyera en él una presencia de peso del Gobierno autónomo, por la que Escuredo clamaba, y nunca se supo si éste había presentado su propio candidato. No mucho tiempo después dimitía Escuredo de la presidencia de la Junta. Para entonces se sospechaba ya que un importante grupo de personajes sevillanos tenía en marcha una operación para controlar la Expo 92. Desde entonces hasta hoy se espera cada miércoles que el Consejo de Ministros nombre comisario, y cada nombre de posible candidato es desmentido.

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