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Leon Brittan garantiza una masiva presencia policial frente a los mineros en huelga

Soledad Gallego-Díaz

El ministro de Interior británico, Leon Brittan, prometió ayer ante el congreso del Partido Conservador dedicar fondos extraordinarios para mantener la presencia masiva de policía en las zonas mineras afectadas por la huelga. Brittan, fuertemente aplaudido por los delegados y por la primera ministra, Margaret Thatcher, que presenció parte de los debates, aseguró que el Gobierno no se dejará intimidar por el líder sindical Arthur Scargill, "un marxista convencido".

La conferencia conservadora, que se inauguró ayer en Brigthon y que se prolongará hasta el próximo viernes, se mostró unánime en la condena de la violencia de los piquetes y mostró su apoyo a la acción decidida del Gobierno "para proteger a los mineros que desean trabajar". La huelga minera monopolizó prácticamente los debates del primer día del congreso, al igual que ocurrió la semana pasada con la asamblea de los laboristas. El Gobierno quiso aprovechar el congreso tory para dejar claro que no cederá ante la presión de los mineros y que está dispuesto a utilizar todos los medios a su alcance para impedir una victoria de Scargill. "Nosotros", dijo Brittan, "daremos a la policía un apoyo completo v durante todo el tiempo que haga falta y no permitiremos que las fuerzas del orden sean objeto de críticas o ataques políticos desde la izquierda". Brittan aludía ala moción aprobada por los laboristas condenando la actuación policial en las minas.

El lenguaje utilizado por los sucesivos oradores conservadores sorprendió por su dureza. Un delegado comparó a Scargill con Hitler y con Mussolini. El ministro de Energía, Peter Walker, que en teoría pertenece al sector moderado, o wet, afirmó que el líder minero utilizaba la huelga "como un arma contra un sistema económico y social que detesta", y señaló que la victoria de los huelguistas supondría una amenaza para "el estilo de vida británico". "El líder laborista Neil Kinnock", prosiguió Walker, "es un prisionero de la extrema izquierda".

No avivar la polémica

Tanto Brittan como Walker evitaron cuidadosamente avivar la polémica con el arzobispo de Canterbury, doctor Robert Runcie, que la víspera del congreso lanzó un ataque sin precedentes contra la política del Gobierno y contra la forma de enfocar la huelga de los mineros. Los líderes del Partido Conservador no desean de ninguna forma que el congreso dé la impresión de que existe una guerra entre el Gobierno y la jerarquía de la Iglesia de Inglaterra, y sus instrucciones fueron seguidas al pie de la letra por los delegados. Sólo el secretario general del partido, John Selwyn-Gummer, que es diácono anglicano, criticó de pasada la toma de posición de la Iglesia, pero sin nombrar directamente al doctor Runcie o entrar en el fondo de la discusión, es decir, si un arzobispo debe o no inmiscuirse en temas de índole política.

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