El desfile de los neutrales
MADRID HA ha sido escenario, a lo largo de la última semana, de la visita de los jefes de gobierno de Suecia y Austria, los dos países europeos que han llegado a combinar de manera efectiva el ejercicio de la neutralidad con una activa presencia diplomática en los asuntos mundiales. Las visitas de Olof Palme y de Alfred Sinowatz, militantes de dos partidos socialistas que influyeron en la formación política de Felipe González durante los tiempos de la clandestinidad y los comienzos de la transición, se han producido poco antes de la esperada toma de posición pública del Presidente del Gobierno sobre la permanencia o la salida de España de la OTAN. Esa decisión deberá ser anunciada, si se cumplen las promesas recientemente formuladas, antes de que él 30 Congreso del PSOE comience sus sesiones, a mediados del próximo, diciembre. La comparecencia de Felipe González ante el Congreso, en el debate sobre el estado de la nación, podría ser el momento adecuado para que el. Presidente pusiera fin a esa estrategia de ambiguedad calculada sobre la OTAN que empieza a romper los nervios de los socialistas.Aunque la situación internacional de. Suecia y de Austria se encuentra plenamente consolidada, no parece que Palme y Sinowatz hayan venido a Madrid a hacer campaña en favor de un neutralismo abstracto o a tratar de arrastrar a España hacia, posiciones de equidistancia respecto a las grandes potencias. A pesar de que Felipe González haya envidiado públicamente la privilegiada condición de ambos países,, sus dos huéspedes, jefes de gobierno, son conscientes de que el distanciamiento de Suecia y de Austria de la política de bloques es producto de circunstancias histéricas -no de voluntades políticas- muy determinadas, cuya aplicación a la España de 1984 resulta cuando menos muy difícil.
Los suecos lograron mantenerse al margen de la segunda guerra mundial a pesar de que las simpatías populares y las presiones políticas estuvieron a punto de hacerles participar en el conflicto ruso-finlandés uno de los aperitivos de esa contienda. Suecia obtuvo importantes beneficios económicos de su neutralidad, que explican en buena medida su actual prosperidad. El recuerdo de la pasada debilidad militar de Suecia seguramente influyó en la decisión, adoptada después de la segunda guerra mundial, de formar un ejército nacional potente. Austria, incorporada a la fuerza al III Reich en vísperas del conflicto mundial y arrastrada a la derrota, logró en los años cincuenta librarse de la presencia de las tropas de ocupación norteamericanas y soviéticas contra el compromiso de mantener una estricta neutralidad, la cual, a diferencia del modelo sueco, no es una neutralidad. armada.
Sin embargo, el Gobierno de Viena -sede, dentro de dos años, de la próxima Conferencia de Seguridad Europea- ha hecho compatible, su estatuto de neutralidad con una gran actividad en los foros internacionales, en los que está presente tanto a nivel mundial (Naciones Unidas) como regional (Consejo de Europa). Los suecos a su vez, han sido muy diligentes en las tareas de proponer iniciativas para la distensión. No es, desde luego, una casualidad que la comisión para el desarme lleve el nombre de Olof Palme. La tensa situación mundial preocupa más en Viena y Estocolmo que en Madrid, porque la geografía podría descomponer, en caso de guerra, la seguridad ahora ofrecida por una neutralidad ganada por la historia. Un cambio de la estrategia internacional en Suecia afectaría, además, de manera inmediata a Finlandia, cuyo difícil equilibrio con la Unión Soviética sigue admirando a la diplomacia mundial. Suecia mantiene múltiples vínculos con los restantes países escandinavos, si bien tanto Noruega como Dinamarca pertenecen a la OTAN y los daneses son miembros de la CEE.
Si a los ejemplos de Austria y de Suecia se suman los casos de Suiza, Yugoslavia o Finlandia, se hacen evidentes las dificultades para formular una doctrina europea de la neutralidad unitaria y coherente. Ningún país neutral de nuestro continente se halla en una situación igual a la de las restantes naciones neutrales. El único rasgo común a todos los casos sería que la neutralidad no responde a motivaciones ideológicas, sino a razones estratégicas, de forma tal que del cuadro de conjunto no se desprende tanto un aliento moral como una demostración del peso de la geolestrategia. Eso explica que Palme sea partidario de prolongar en el futuro, cueste lo que cueste, la actual situación neutral de su país, a pesar de los misteriosos submarinos soviéticos que aparecen frente a sus costas. Por lo demás, la neutralidad armada de Suecia obligó en años pasados a su Gobierno a gastar hasta el 5% de su producto bruto en los presupuesto de defensa. Aunque este porcentaje haya disminuido ahora en un punto y medio, el futuro se presenta difícil: las nuevas tecnologías hacen que las armas sofisticadas puedan estar sólo en manos de las grandes potencias o de los países que colaboren entre sí para hacer frente a ese desafío. Aunque el Gobierno de Estocolmo declare que no admite condicione! políticas a la hora de adquirir tecnología militar, es un hecho que el ejército sueco depende de la tecnología americana.
A partir del momento en que el Gobierno de Calvo Sotelo decidiera precipitadamente el ingreso de España en la OTAN, el análisis de las posibilidades y de las conveniencias de nuestra permanencia o de nuestra salida de la Alianza Atlántica ha de tomar forzosamente en cuenta los condicionamientos geoestratégicos y las rea lidades del poder en el terreno internacional: la península Ibérica es la puerta del Mediterráneo y los países aliados la miran como eventual retaguardia para las tropas occidentales en caso de un conflicto en Centroeuropa. También se ha de contar con la historia: aunque España no fue beligerante durante las dos guerras mundiales, los acuerdos hispano-estadounidenses situaron a nuestro país de manera indiscutible en la órbita de la Alianza Atlántica. Durante algún tiempo, el PCE defendió el rechazo a la OTAN y el simultáneo mantenimiento de las bases norteamericanas en nuestro territorio. Muy seme jante fue también, antes de nuestro ingreso en la Alianza, Atlántica, la posición del PSOE. Resulta evidente, sin embargo, que esa forma indirecta, pero efectiva de implicación de España en los dispositivos militares de la defensa occidental se halla en las antípodas de cualquier idea de neutralidad, defendida hoy día por los comunistas y por un sector del, partido socialista. De ahí que el debate sobre la OTAN necesite ser encuadrado en otro más amplio en tomo a los problemas de seguridad y de fensa de nuestro país y al papel efectivo a desempeñar por España en el concierto internacional. Nada de esto ha sido explicado todavía por las fuerzas políticas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.